Matar mosquitos sin químicos: la lucha contra el dengue que encabezan expertos de la UBA con animales únicos y voraces

Expertos de la universidad pública encabezaron una iniciativa para atender el problema sanitario y, ahora, familias enteras recorren más de 90 kilómetros para conseguir a los particulares animales detrás de la nueva técnica para eliminar el dengue. 

02 de julio, 2025 | 00.05

Es jueves al mediodía y decenas de personas se pierden en los senderos de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA). No son estudiantes ni vecinos que van a pasar la tarde en uno de los pulmones verdes más importantes de la Ciudad. Buscan la cátedra de Acuicultura, escondida detrás de una casa en la que funciona el centro de estudiantes. Allí, un grupo de docentes y estudiantes regalan peces cada semana como parte de una estrategia de control biológico para combatir la propagación de enfermedades como el dengue, ya que estas madrecitas son capaces de devorarse hasta 200 larvas de mosquito por día.

Uno de los grupos que se destaca entre la multitud es una familia entera que viajó poco más desde 90 kilómetros desde Exaltación de la Cruz, en provincia de Buenos Aires, para buscar sus peces. De paso, cuentan que aprovechan el día para pasear por la Ciudad. “Venir hasta acá es una forma de dar nuestro apoyo a este proyecto. No conocíamos esta técnica para eliminar a los mosquitos y nos pareció bárbaro”, dice Adrián Woicik, el padre de esta familia, mientras su hija más pequeña, de unos cuatro años, intenta jugar con las madrecitas que se encuentran en un bidón transparente llamándoles la atención con varias muecas. Las estudiantes encargadas de entregar los animales observan a la pequeña y se sonríen con ternura.

La entrega de peces se hace a partir de una instrucción básica de cuidado que informan las estudiantes involucradas en el proyecto. Una de ellas es Ana Paula Baldonedo, quien explica que, antes de arrojar las madrecitas en el agua estancada, se las debe depositar con el bidón cerrado en el que se encuentran para que el cambio de temperatura no sea brusco y las mate. Algunos preguntan si deben alimentarlos y ella responde que no hace falta porque su comida va a ser las larvas del mosquito. La joven se recibió el año pasado como licenciada en Ciencias Ambientales y continúa involucrada en la iniciativa por la pasión que le generó este trabajo voluntario. “Está buenísimo porque desde la ciencia y la educación pública se puede aportar a resolver a una problemática socioambiental que es grave y nos involucra a todos. Tratamos de brindar una solución sencilla, práctica y posible”, dice la joven, en diálogo con El Destape.

Antes del retiro de los peces, se debe completar un formulario que se envía por mail en el que se detallan las condiciones del agua estancada en donde serán depositados los peces. Las estudiantes entregan varias madrecitas en los bidones que también portan plantas acuáticas para aportar oxígeno. En algunas ocasiones, las personas que pasan por el predio de la Agronomía se quedan conversando. Pero todos, antes de retirarse, agradecen esta iniciativa creada desde la educación pública para atender un problema sanitario que el año pasado causó estragos por la propagación del dengue.

“Es muy importante tener una universidad pública y estos profesionales geniales que se ocupan de la comunidad”, dice Daniela Rodríguez, una vecina del barrio que conoció el proyecto en una de las ediciones de la Feria del Productor al Consumidor que se realiza mensualmente en el predio de la FAUBA. “Soy licenciada en gestión ambiental y me gusta toda esta movida. El verano del año pasado fue una exageración la cantidad de mosquitos que hubo y, si bien no tuve a nadie cercano con dengue, me gusta mostrarle a mi hijo que hay otras alternativas al uso de químicos”, cuenta.

Otra de las estudiantes presentes es Micaela Ffarra. Ella está preparando su tesis para recibirse de licenciada en Ciencas Ambientales y también es parte de este proyecto. La joven se encuentra desde la mañana juntando los peces con una red para depositarlos en los bidones y luego entregarlos. “Lo que más destaco son estas jornadas donde damos los peces porque hay un intercambio muy valioso con la gente que se acerca. Es un gran ejemplo y práctico para decir que esto también es educación pública. Hubo un gran laburo de investigación para llegar a este resultado y hoy se trabaja, entre docentes y estudiantes, para que se implemente. Ante tantas habladurías del último tiempo, esto también es la universidad”, asegura.

Un proyecto en peligro de extinción 

Desde que comenzó el proyecto, a finales del 2022, ya se han entregado gratis más de quince mil peces que beneficiaron a alrededor de 300 mil personas. Las madrecitas son una especie nativa que es capaz de comerse por día hasta 200 larvas de mosquitos. Para tomar dimensión de su voracidad, el insecto puede depositar hasta 50 huevos de crías. “Hacen un control biológico de esta plaga que transmite enfermedades, como el dengue”, explica Alejandro López, docente de Ecología Acuática e impulsor de la iniciativa, en diálogo con El Destape.

“Antes de 2022, veníamos identificando la problemática de la propagación de enfermedades que tienen al mosquito como vector. Como cátedra, nosotros criamos peces. Muchos contagios masivos sucedían en manzanas a partir de agua estancadas en piletas que se transformaba en un criadero”, cuenta López sobre la estrategia de prevención para reducir drásticamente la propagación del insecto. “A partir del boca en boca, empezaron a acercarse escuelas del sur de la Ciudad que tenían tanques de agua en los que juntaban las lluvias para regar sus proyectos de huerta. La demanda aumentó y decidimos marcarlo como un proyecto institucional porque hasta ese momento las entregas eran informales”, agrega el docente.

Para el inicio de este proyecto fue clave el acompañamiento del Estado. “Pedimos un financiamiento al Ministerio de Ciencia y Tecnología, a partir de un programa de transferencia tecnológica, que constaba de transferir un desarrollo de la facultad a un demandante, en este caso la sociedad. Nosotros desarrollamos el control biológico”, dice López en relación a la ayuda económica que tan solo fue de $1.5 millón. “Con ese dinero pudimos poner en marcha la iniciativa. Necesitábamos cosas para manipular a los peces, como redes, el alimento e instrumentales para medir el agua, además del personal de mantenimiento, la limpieza y los filtros para los estanques”, detalla López.

“Este proyecto corre peligro de continuar ante el recorte presupuestario del gobierno para las universidades”, asegura el docente López. “Haber rebajado al Ministerio de Ciencia y Tecnología a una subsecretaría es más que simbólico”, dice. “La idea del desfinanciamiento es generar un desgaste para que todos los profesionales migremos al sector privado. Pero este tipo de proyectos no los va a tomar el privado, básicamente porque no generan ganancias. Aparte, hablamos de que la gente más afectada son los más pobres. Esto solo se puede sostener a través de un Estado con políticas públicas de salud, educación y financiamiento a la ciencia y la tecnología”, sostiene.

La crisis presupuestaria es tan dramática que, semanas atrás, la decana de la FAUBA, Adriana Rodríguez, aprobó por primera vez en la historia de la facultad que se puedan recibir donaciones voluntarias para cubrir los gastos mínimos del funcionamiento diario. “En este momento, sobre avenida San Martín, hay un grupo de docentes que está manifestándose. La situación es crítica y hoy todo está en juego”, dice López quien, a pesar de la drástica situación, sueña con seguir este proyecto clave para la sanidad pública.

“Ahora estamos buscando financiamiento para extender el proyecto. Primero, nos gustaría hacer un estudio del impacto real de este control biológico, como visitar los lugares donde entregamos peces”, cuenta. “También nos interesa trabajar en trampas para mosquitos, como poner peces en un tacho con agua y alguna señal hormonal que llame a los insectos. Es una idea loca que tenemos para seguir creando una herramienta tecnológica parecida”, adelanta el docente de Ecología Acuática. 

El dengue solo va a empeorar

Si bien el pasado verano no sucedió un brote de dengue caótico como había sucedido en 2024, se espera que esta enfermedad sea un problema sanitario en ascenso durante las próximas temporadas estivales. La razón principal es la crisis climática que, año tras año, agudiza el calentamiento global. “Las temperaturas medias aumentan y el mosquito cada vez puede llegar más al sur. Las actividades en el suelo, como agricultura, minería y ganadería, entre otras, hace que haya menos espacios naturales donde habitan los depredadores de los mosquitos”, explica el docente. “No solo los peces, sino también murciélagos, pájaros u otros insectos mayores. Pero con la modificación de los ecosistemas por el crecimiento urbano, se generan estas situaciones en las que se promueven las plagas”, dice López.

“Los sectores más desorganizados y con menos infraestructura, que son las partes socioeconómicamente más pobres, son más afectados por la propagación de enfermedades. En el sur de la Ciudad, hay más basura, menos urbanización planeada, y es el ambiente fértil para que se armen criaderos del mosquito”, sostiene López en relación al motivo por el cual esta región porteña es más afectada por el dengue que en el norte.

Ante una situación contagios crecientes por la propia crisis climática que parece no tener freno, el profesor de Ecología Acuática asegura que “lo mejor que podemos hacer es asumir un escenario de peligro futuro y empezar a utilizar todas las medidas de prevención posible. Utilizar repelente, vaciar baldes, la vacuna: todo. Cuando se pierde la batalla se empieza a fumigar aéreamente. Eso es lo peor porque la tasa de mortalidad del mosquito con esta técnica es muy baja y se contamina a la población humana. Además, se terminan matando a otros insectos benéficos”, explica. Así, surge un aliado imprescindible: el control biológico.

“El control biológico es una alternativa a los manejos más tradicionales que están todos enfocados en el uso de fumigaciones químicas”, dice López sobre la utilización de peces nativos que, por su propia naturaleza, eliminan a la plaga del mosquito. “Esta es una herramienta sustentable que no contamina y utiliza las propias herramientas que brinda un ecosistema”, agrega. “Las madrecitas eran un gran candidato. Primero porque es muy voraz y puede comer entre 100 y 200 larvas del mosquito. Al ser pequeño, también puede vivir en ambientes chicos y es bastante resistente a las condiciones ambientales de nuestra región: se aguanta el frío y el calor. Es posible reproducirlo en cautiverio y esto nos permite tener un buen plantel de peces”, cuenta.

Todas las personas u organizaciones que deseen retirar las Madrecitas para combatir a los mosquitos, deben enviar un correo electrónico controlbiologic@agro.uba.ar.