Radiografía del varón libertario: masculinidad en crisis, bronca y promesas de restauración de privilegios

La ultraderecha logró construir su discurso sobre la idea de una “masculinidad en crisis”, ofreciendo a los varones un horizonte de restitución de un “orden de género ‘natural’, presuntamente agraviado por feminismos y diversidades”. Qué dice un informe que analiza su comportamiento.

23 de agosto, 2025 | 19.00

El triunfo de Javier Milei en 2023 mostró un dato inquietante de la realidad que ningún otro fenómeno había consagrado con tanta potencia: el apoyo más sólido provino de los varones jóvenes. Ese respaldo no se explica solo por la crisis de representación, la bronca contra la política tradicional, o el fracaso del plan económico de los últimos gobiernos. Lo que atrajo a este sector fue una promesa identitaria con fuerte resonancia emotiva: recuperar un lugar simbólico que sienten perdido en una realidad que combina al avance del feminismo, la caída del modelo laboral y las transformaciones culturales de la última década.

El informe “Masculinidades en la era libertaria”, presentado recientemente por el Observatorio Universitario de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, plantea al respecto que la ultraderecha logró construir su discurso sobre la idea de una “masculinidad en crisis”, ofreciendo a los varones un horizonte de restitución de un “orden de género ‘natural’, presuntamente agraviado por feminismos y diversidades”. Lo que identifica el estudio es que si bien el avance de los feminismos se trata de un proceso político extenso vinculado a la conquista de derechos para mujeres y diversidades, y a los varones no les quitó nada, sí les exigió revisar sus privilegios y esa exigencia fue percibida como amenaza y transformada en miedo. Posteriormente, con mucha habilidad, Milei y los libertarios supieron transformar ese deseo de revancha en bandera política y programa electoral.

A la narrativa de victimización masculina, típica del mundo INCEL, se sumaron otros elementos que la convirtieron en una estrategia de comunicación y marketing potente y efectiva: la cultura digital, donde influencers y memes desdramatizaron la crueldad para volverla un idioma compartido dando lugar a un cinismo desvergonzado; la economía del riesgo y las finanzas, que redefinió la virilidad en torno a un saber propio para apuestas online, trading y criptomonedas; y la erotización de la política, a partir de la cual Milei se volvió espectáculo viril y hasta objeto de deseo. El resultado fue un dispositivo eficaz para convocar e identificar a los varones jóvenes, sedientos de poder y representación, desde el enojo, la pertenencia y la excitación.

La masculinidad en crisis como identidad política

En los últimos años, los feminismos y movimientos de mujeres pusieron en cuestión prácticas, mandatos y privilegios históricamente invisibilizados que trastocaron los espacios públicos y privados. Desde la irrupción del “Ni Una Menos” en 2015, pasando por la despenalización del aborto, la economía del cuidado de las personas, la instauración de la Educación Sexual Integral, y la visibilización de la violencia, entre otras, las temáticas y agenda de género fueron ganando espacio y legitimidad desde la vida pública hasta consagrar en el sentido común y las instituciones del Estado. Paralelamente, en ese mismo proceso de democratización, muchos varones jóvenes sintieron que perdían centralidad y se desdibujaba la figura de masculinidad preponderante con la que habían crecido. Dolores Curia, Licenciada en Artes de la UBA y periodista, lo sintetiza con claridad: “Se construye una narrativa victimista masculina que afirma que ‘el varón está siendo perseguido’, cuando en realidad lo que ocurre es que se lo llama a revisar sus privilegios”. La idea de persecución o linchamiento, aunque falsa, resultó políticamente potente y permitió transformar el llamado a la autocrítica o al “pensarse” en una suerte de agravio. Ese sentimiento y su uso político derivaron en un fenómeno de “backlash”, es decir una reacción conservadora y violenta frente a los avances de género.

Lo que se observa es una misma generación dividida: mientras el feminismo fue leído por un sector como un horizonte emancipador y democratizador; para otros, se trató de un cuestionamiento incómodo y un pérdida. En esa incomodidad se gestó la adhesión a un relato donde los varones pasaron a ser las verdaderas víctimas. Frente a un clima que percibieron hostil, Milei ofreció un ancla mental y emocional. Así “el ataque a la ‘ideología de género’ o lo ‘woke’ se convierte en una forma de afirmarse frente a un mundo que ya no los reconoce como el centro indiscutible”, explica Curia.

La pedagogía digital del odio y la sexualización

El malestar masculino encontró en las redes sociales y plataforma un terreno fértil para convertirse en identidad. Allí, influencers y youtubers libertarios diseñaron una pedagogía de la crueldad que transformó el resentimiento en humor “inofensivo” y el insulto como forma de pertenencia. El Informe OUBA Nº29 describe cómo los repertorios discursivos del libertarianismo están plagados de metáforas sexuales, memes pornográficos, insultos genitalizados y comparaciones animales. Lo que parece un exabrupto es en realidad una operación simbólica y sistemática: situar al adversario en la posición de lo pasivo, lo dominado, lo feminizado, lo violado.

La investigadora del CONICET y del Centro de Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Nacional de Mar del Plata,  Estefanía Martynowskyj, lo señala cuando dice: “Las nuevas derechas populistas digitales han construido su estilo político sobre tres ejes fundamentales: la construcción de un ‘nosotros’ vinculado al pueblo en oposición a un ‘ellos’ representado por la élite; la retórica de la crisis o la amenaza, y la utilización de ‘malos modos’ (bad manners) que les permiten expresar y representar el malestar que sienten su público y sus votantes”. Ese estilo funciona como un lenguaje de identificación para jóvenes varones que se sienten incómodos y poco reconocidos.

Los memes, fotos y videos que se comparten en redes sociales y los grupos de telegram o reddit, no son simples chistes: son lecciones de crueldad. Reírse de una víctima de violencia, burlarse de una persona trans, sexualizar a un opositor, utilizar la metafora de la violación a modo aleccionador, el machismo y la misoginia parecen funcionar como compensación a una percepción de humillación. Cada gesto de burla se vuelve prueba de pertenencia y habilita comportamientos en el plano físico. La política se alimenta del resentimiento y se convierte en comunidad afectiva basada en el goce de agredir.

En medio de la escena irrumpe Milei, con sus gritos, exabruptos, insultos y performances desbordantes que de espontáneas tienen muy poco.  Sus “formas”, tan discutidas para otros colores partidarios, construyeron una estética política diseñada para el ruido, las redes y la viralización. La “teatralización del insulto” está milimétricamente dirigida a interpelar desde la exageración y el espectáculo. Es que la masculinidad libertaria se construye como una masculinidad desbordada, exaltada, ruidosa. No es el varón estable, ni la imagen de proveedor clásico, sino el que grita, se enoja, se expone, y busca el poder a través del rigor y la violencia, y no del respeto o la autoridad. Como se interroga el informe de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, tal vez se trata de una “una masculinidad desorientada que los proyectos de ultraderecha saben cómo interpelar, orientar, exacerbar y manipular”.

En esta narrativa de bronca y resentimiento, como advierte el informe, también juega y moviliza el deseo. La sexualización del propio presidente en redes sociales, potenciada a escala global por el famoso meme que compartió Elon Musk hace unos meses, los juegos de palabras, y las metáforas que hacen referencia a una penetración no consentida cuando consigue un éxito político, son recursos como parte de un repertorio que convierte al adversario en objeto sexualizado, humillado, y al líder erotizado, celebrado como macho dominante . “Una de las que más recurrentes es la que combina la animalización con referencias a la penetración anal: la referencia a los ‘mandriles’, en forma de insultos, animaciones y memes - señala el texto - la ‘broma’ gira siempre alrededor de una idea que parece obsesionar a las masculinidades libertarias: ganar una discusión o las elecciones es equivalente a someter al contrincante por vía anal”.

Aquí aparece una dimensión poco explorada y que hace solo unos días fue mencionada por el propio ministro de desregulación y transformación del Estado, Federico Sturzenegger: la política libertaria excita. En una charla en medio de un streaming oficialista relató con detalles como Javier Milei reaccionaba con jadeos orgásmicos, como excitado, cuando él le mostró la pila de documentos que luego conformarían la ley Bases. "Parecía que estaba teniendo sexo, gemía", dijo acerca de una reunión en 2023. La extrema derecha no solo moviliza odio, también moviliza el goce por hacer daño, el placer por agredir,  el sentir pertenencia en la crueldad. Como identifica el documento de la UBA la adhesión juvenil encuentra allí un motor erótico-político.

Crisis y economía del riesgo: cripto-bros, apuestas y el mandato viril neoliberal

La crisis económica y la política de ajuste agrega otra capa al fenómeno libertario. Frente a un mercado laboral inestable, la instalación de un modelo de precarización, y la desacreditación de la formación profesional y universitaria como método de ascenso social, miles de jóvenes se volcaron a las apuestas online, el trading y las criptomonedas, cuyo atractivo central es la plata fácil y rápido. Pero al mismo tiempo, el doble juego que allí encuentran como valor es el nuevo mandato viril de la masculinidad como riesgo. Lo que está en juego es una subjetividad neoliberal donde el fracaso no se interpreta como injusticia estructural, sino como responsabilidad individual. El varón que fracasa no es víctima, es un perdedor, lo que se interpreta como la peor humillación masculina. En este marco, apostar se convierte en rito y un símbolo de virilidad, de valentía. No importa tanto ganar como demostrar que se está dispuesto a arriesgar.

La figura del criptobro condensa con creces esta lógica. Jóvenes que celebran en redes supuestas ganancias, aunque sean mínimas, se vanaglorian de los lujos a los que van a acceder, mientras esconden las pérdidas y los peligros de la práctica. Este ganador prefiere el riesgo individual a la relación de dependencia con sueldo fijo por un trabajo en una oficina. “El modelo de Milei requiere subjetividades dóciles al mercado, que se perciban autosuficientes. Requiere ciudadanos que no esperen nada del Estado y que experimenten la precariedad como libertad”, identifica Curia. El libertarismo se monta sobre ese modelo de subjetividad que exalta del individuo autosuficiente, emprendedor,  el sueño de ser “tu propio jefe”, que al mismo tiempo conecta con las economías especulativas y con el mandato de una masculinidad que no pide ayuda. Milei aparece como la encarnación de ese ideal: el hombre que se “hizo solo”, que desafió al sistema, a la casta, y a la política tradicional.

Autocrítica y horizontes de disputa

El interrogante inevitable es por qué el campo popular y los feminismos no lograron disputar esta interpelación. Al respecto Gabriela Mitidieri, Doctora en Historia y Secretaria Académica del Instituto de Investigaciones de Estudios de Género, sugiere una posible aproximación: “No se logró comunicar de manera efectiva y capilar de qué manera las agendas de derechos feministas no eran parte de una agenda de minorías, sino que redundan en beneficio de toda la sociedad. En esa misma línea, no se hizo un esfuerzo por comunicar con mayor énfasis qué distintos programas y proyectos estatales funcionaban como garantes de derechos para todas las personas”. El problema no fue solo comunicacional, sino vincular. En muchos casos, los varones jóvenes se sintieron ubicados únicamente en el lugar de victimarios y en lugar de percibir una invitación a vínculos más respetuosos y equitativos, lo vivieron como una amenaza.

También hubo una diferencia de lenguajes. Mientras los feminismos avanzaban en marcos institucionales y legales, los libertarios hablaban en lenguaje sencillo, desde los márgenes, con memes, clips virales, y usando humor políticamente incorrecto. Mientras unos construían argumentos y apostaban al diálogo racional, los otros construían pertenencia y filiación emocional.

El desafío de la oposición en ese sentido debería apuntar a disputar ya no solo ideas o proyectos, sino afectos y emociones. Si la ultraderecha ofrece el goce de la crueldad, el progresismo debe ofrecer el goce de la comunidad, de la solidaridad, de la ternura. No basta con explicar que la igualdad es justa o que se trata de derechos, sino de demostrar que la convivencia es deseable, que el respeto es viralizable y que hay un futuro común posible, más allá del sálvese quien pueda.