Un mazo de cartas sobre la mesa de un hostel en Salta. Un tiempo muerto. Un eureka. A Eloy Pérez le vino a la mente la idea para crear La Campaña, un juego de mesa de combate que llama la atención en redes sociales por su estética y partidas veloces, ya se juega en Finlandia, Eslovenia, Brasil y otros países vecinos y promete expansiones. Pero en realidad, todo comenzó décadas antes, en otras vacaciones, en Mar del Tuyú.
"Cuando vi esas cartas, tuve un flashback de cuando a los 15 años con mi hermano, mi viejo y un amigo de mi hermano un día de lluvia estábamos sumamente aburridos, no había Internet, no había nada para hacer, solo cartas españolas e intentamos jugar al Argentum Online con ellas, pero fracasamos", relató Pérez a El Destape, recordando la influencia de histórico MMORPG nacional. Aquel intento de la adolescencia cobró sentido cuando en el norte argentino se le "destrabó" la dinámica de un juego con guerreros, castillos, oros y reliquias de 2 a 5 jugadores y con partidas que rondan los 30 minutos.
El desafío de crear un juego de mesa: cómo se hizo La Campaña
A ese momento de descubrimiento le siguieron los choques con la realidad de un prototipo "atado con alambres" y la necesidad de definir qué buscaba ser La Campaña. "Tenía que ser rápido de aprender, con partidas cortas para no agobiar, cómodo de transportar y global para que cualquier persona del mundo pudiera jugarlo sin barreras culturales", definió el autor.
Quizás la confirmación de haber materializado esas pautas llegó en el segundo torneo del juego, al que se inscribieron dos personas con nombres atípicos que hablaban un idioma "rarísimo": "Eran de Eslovenia, él tenía padres argentinos, estaban de visita, lo compraron y no pararon de jugar. Ese día llegaron a la final".
Para Pérez llevar a cabo aquel pensamiento fue un proceso "bastante fluido", aunque en un principio lejos estaba la idea de convertirlo en un producto que hoy descubre en la reunión laboral de un amigo, en el mensaje de un brasileño que lo compró en Bariloche o en un torneo que un argentino organizó en Finlandia. "Jugaba mucho solo, sentándome de los dos lados de la mesa y viendo qué haría en cada caso. Disfruté el proceso y no me imaginaba que la gente lo iba a comprar sino que lo pensé más para la anécdota, pero cuando se lo empecé a mostrar a gente y de golpe se enchufaban con el juego, dije 'esto es una locura' y me hizo un clic en la cabeza", aseguró.
Al tiempo que reconoció: "Es muy flashero entender que hay un impacto grande sobre la idea que surgió en un viaje. Saber que trasciende y que hay gente que es fan me cambió la vida".
Producir y vender: la otra cara de la aventura de crear un juego
La fluidez no quita el enfrentarse con los desafíos de la producción y "todo lo fue" para Eloy. "Desde cómo diseñar la caja, registrar la marca, hacer el código de barra internacional, buscar proveedores, todo te fuerza a pensar bien lo que estás haciendo", resaltó el creador. En el medio sumó como ilustrador y diseñador a su amigo Lucas Cafiero, que le dio una estética sumamente atractiva que resalta al segundo tanto en la caja como en las cartas o en las redes sociales, un aspecto fundamental para lograr que el juego atraiga al público.
Además de fabricar hay que vender. De la combinación del arte de Cafiero y los conocimientos de Pérez sobre administración de empresas surgió la clave: "Teníamos que mostrar un producto sólido y una marca fuerte. Pensé que tenía que vender una experiencia de diversión y generar expectativa de 'algo' que había que conseguir, y eso lo logramos con trailers, al estilo del cine pero en redes sociales".
"Mi cabeza se puso 100% a hacer todo lo que estaba a mi alcance para cautivar la atención. Todos los días pienso cómo interceptar a mi público. Este proyecto me hace tan feliz y me mantiene tan activo con proyectos a futuro que no paro de sumar gente que se copa con esto", señaló Pérez, que sin parar la pelota ya tiene nuevos desafíos: "recibimos muchos mensajes de países vecinos a los que el juego le llegó por las redes y tenemos por delante hacerlo llegar a ese público".
Las expansiones de La Campaña
Cuando se imprimió la segunda edición del juego base de La Campaña, Pérez se animó a agregar una inscripción en los costados animando a los jugadores a conseguir las expansiones. Lo que no se imaginó es que los mensajes en redes pidiendo esas nuevas cartas serían instantáneos. A la serie de consultas que le llegan todos los días, el autora ya les tiene una respuesta: la caja roja, el primero de tres módulos proyectados para ampliar el juego está en producción y verá tiendas en no mucho tiempo. Pero si algún jugón empedernido todavía busca más, la caja azul ya está en etapa de testeo y la caja negra ya tiene una "idea remota" para empezar a tomar forma.
"En el afán de seguir nutriendo la vertical es cómo respetar lo que hicimos al principio, que sea un juego práctico, democrático, divertido, son todas cuestiones que tenemos que ser fieles y cada paso que das lo hace un poco más complejo", concluyó Eloy.
Los autores argentinos de juegos de mesa no paran de crecer
La visibilidad de los juegos de mesa en argentina mantiene un franco crecimiento desde hace largos años, basta con ver la aparición de títulos internacionales en diversos comercios y el surgimiento de tiendas especializadas en distintos puntos del país. Sin embargo, el aspecto que más se potenció es el de su comunidad.
Sentarse alrededor de una mesa con otros "jugones" lleva indefectiblemente a la creación de lazos y espacios donde compartir el hobby, desde locales pensados para pasar el día con amigos o desconocidos entre tableros, cartas y dados, hasta la creciente participación que reciben eventos como el Encuentro Nacional de Juegos de Mesa (próximo a celebrar su 14° edición anual, esta vez en San Luis), Cultura en Juego (Rosario), la primera edición de La Plata Lúdica o la deviriada.
De esa misma comunidad surge una incipiente industria de autores nacionales que no solo crean juegos para el mercado interno, sino que empiezan a codearse con editoriales de otros países. Por citar algunos casos Sand, de Ariel Di Costanzo y Javier Pelizzari, se convirtió en el primer juego argentino en ser editado por Devir, la editorial de juegos de mesa en habla hispana más grande del mundo; DerrocAr, un juego de Bruss Brusco basado en la crisis de 2001, sedujo a la sueca Ion; Juanito Blockits, de Alejandra Pini, llevó su caótica mecánica estilo Tetris a Chile y Alemania; El Valle Secreto, de Martín Oddino, pisa en España, Rusia y hasta China. Este año será editado Cereal Killer de Julian Tunni por la editorial Primigenio, mientras que pocos días atrás el autor Germán Kijel alcanzó con su Animalitos a la bolsa la final del 3° Concurso de Creación de Juegos de la editorial española Zacatrus y aún compite por el premio.
