En la historia negra del crimen argentino, el nombre de Ricardo Barreda quedó sellado como símbolo de horror. Condenado por asesinar a su esposa, su suegra y sus dos hijas en 1992, el odontólogo fue liberado en 2011. Afuera lo esperaba Berta “Pochi” André, una maestra jubilada que creyó poder rescatarlo.
Durante casi tres años, convivieron en un departamento del barrio porteño de Belgrano. Ella puso su casa, su tiempo y hasta su salud al servicio de aquel hombre. Pero la convivencia pasó a ser en un calvario. En 2014, ella lo denunció por maltratos y admitió que le tenía miedo. Fue el principio del fin: Barreda volvió a prisión y Berta entró en una etapa final de deterioro por una enfermedad neurológica que la llevaría a la muerte en 2015.
Una relación marcada por el miedo
“Me insulta, pero yo también digo malas palabras, así que no puedo hacer tanta historia”, aseguró André en una entrevista, al relativizar los maltratos que sufría. Sin embargo, su familia advirtió lo que ella callaba: detrás de la fachada de pareja conviviente, había violencia y amenazas latentes.
El juez de Ejecución Penal Raúl Dalto lo confirmó en 2014: la situación era de “peligro inminente”, producto de la debilidad mental de André y el temperamento de Barreda. En los hechos, la decisión judicial la salvó de convertirse, quizá, en la “quinta víctima”.
La mujer que lo sostuvo y lo denunció
“Pochi” André no fue solo la última novia del odontólogo. Fue quien puso su departamento como garantía para que él pudiera acceder a la libertad condicional. Lo acompañó en los tribunales, lo recibió en su hogar, lo sostuvo incluso cuando ya era evidente que la relación se resquebrajaba.
El psiquiatra forense Miguel Maldonado fue tajante: “Barreda odiaba a las mujeres. Lo dijo en el juicio: volvería a cometer la matanza en iguales circunstancias. Berta terminó denunciándolo ayudada por su familia. Temió por su vida”.
Un final silenciado
El 24 de julio de 2015, Berta “Pochi” André murió en Buenos Aires, víctima de una enfermedad cerebral progresiva. Su nombre quedó eclipsado por la sombra de Barreda, quien murió en un geriátrico de José C. Paz en 2020, postrado y con demencia senil.
La historia de Berta revela otra cara de la tragedia: la de una mujer que creyó en la posibilidad de redención de un hombre irredimible, y que terminó atrapada en el mismo círculo de violencia que él había desatado décadas atrás.