Un hallazgo sorprendente surgió gracias a un destello brillante en la pantalla de un escáner cerebral: el cerebro humano realiza una limpieza profunda de sus desechos mientras dormimos. Este proceso, mediado por el sistema glinfático, se convirtió en uno de los mayores avances en la neurociencia de la última década, apuntando a su importancia para mantener la salud cerebral y evitar enfermedades como el Alzheimer.
El sistema glinfático actúa como una red de limpieza exclusiva del cerebro, diferente al sistema linfático del resto del cuerpo. A través del líquido cefalorraquídeo (LCR), que circula por túneles alrededor de los vasos sanguíneos, se mezclan y eliminan proteínas dañinas como la beta amiloide y la tau, vinculadas al desarrollo de enfermedades neurodegenerativas.
Este líquido, cargado con los desechos recogidos, sale del cerebro por los mismos canales, completando un ciclo esencial para que el cerebro funcione correctamente. En 2013, el equipo liderado por Nedergaard demostró que esta limpieza es mucho más efectiva durante el sueño, un dato que revolucionó la comprensión del descanso.
En experimentos con ratones, se observó que la entrada de LCR en el cerebro disminuía un 95% cuando los animales estaban despiertos, en comparación con cuando dormían. Además, el espacio intersticial aumentaba un 60% durante el sueño o la anestesia, lo que facilitaba la eliminación de toxinas. La beta amiloide, por ejemplo, se eliminaba el doble de rápido en ratones dormidos, lo que sugiere que el sueño cumple una función crucial más allá de la memoria.
La pregunta era si este proceso también ocurría en humanos. Laura Lewis, neurocientífica del MIT y el Hospital General de Massachusetts, logró observar en tiempo real el flujo de LCR en personas dormidas gracias a técnicas avanzadas de resonancia magnética. Su equipo descubrió que durante el sueño el LCR se mueve en grandes ondas lentas, especialmente en las fases sin movimientos oculares rápidos (no REM), impulsadas por la actividad eléctrica del cerebro.
Estas ondas no solo ayudan a integrar recuerdos sino que también empujan el líquido a través del cerebro, facilitando la limpieza. De esta manera, la calidad del sueño aparece como un factor fundamental para que el sistema glinfático funcione correctamente.
Un estudio en el Hospital Universitario de Oslo, dirigido por Per Kristian Eide y Geir Ringstad en 2021, comparó la eliminación de un trazador inyectado en el LCR entre pacientes que durmieron normalmente y otros privados de sueño por 24 horas. Los resultados mostraron que quienes no durmieron eliminaban el trazador mucho más lentamente y que una sola noche de recuperación no bastaba para restaurar la función glinfática.
Además, personas con sueño crónicamente deficiente presentaban un retraso persistente en la eliminación de toxinas y, en casos de demencia, se detectaba una reducción del volumen cerebral en áreas clave. Esto refuerza la idea de que la falta de sueño y la disfunción del sistema glinfático podrían ir de la mano en el deterioro neurológico.
El proceso fisiológico de la limpieza cerebral está ligado a las fases del sueño y la actividad neuronal. Durante el sueño profundo, caracterizado por ondas cerebrales lentas, el flujo de LCR alcanza su punto máximo. La noradrenalina, que contrae vasos sanguíneos al despertar, disminuye en el sueño no REM, permitiendo que los vasos cerebrales se dilaten y contraigan para facilitar el paso del líquido.
Este movimiento sincronizado con las oscilaciones eléctricas del cerebro depende de la energía generada por las neuronas mismas. Un estudio reciente de Li-Feng Jiang-Xie y Jonathan Kipnis destacó que la sincronización neuronal es clave para que la limpieza funcione bien.
Cuáles son las diferencias entre humanos y roedores en el sistema glinfático
Existen diferencias entre humanos y roedores en este sistema: en ratones el transporte glinfático es intermitente y ocurre principalmente durante el sueño, mientras que en humanos los cambios son más graduales y prolongados. Asimismo, algunos anestésicos pueden alterar esta función según cómo afectan la actividad cerebral y la frecuencia cardíaca, lo que explica la dificultad para replicar ciertos resultados.
El futuro de la investigación glinfática apunta a tratamientos tanto farmacológicos como no farmacológicos. Por ejemplo, modular la noradrenalina podría potenciar la limpieza cerebral y ralentizar enfermedades como el Alzheimer. También se exploran técnicas como la estimulación sonora durante el sueño para aumentar la actividad de ondas lentas y, con ello, el flujo de LCR.
Otro foco de estudio es cómo afecta el envejecimiento al sistema glinfático. Sydney Bailes, del laboratorio de Lewis, observó que aunque hay diferencias claras en el flujo de LCR entre adultos mayores y jóvenes, algunas personas mayores mantienen patrones de limpieza cerebral similares a los de los más jóvenes, lo que abre esperanzas para intervenciones personalizadas.
Comprender el sistema glinfático podría revolucionar el cuidado de la salud cerebral. Los científicos trabajan en desarrollar pruebas no invasivas para medir su eficacia, lo que permitiría diseñar estrategias precisas para preservar la vitalidad cerebral a lo largo de la vida, manteniendo la mente joven pese al paso de los años.