Un médico estudió el genoma de 1.400 ancianos y descubrió un dato inesperado sobre la longevidad. La longevidad es uno de los temas más estudiados y que más curiosidad genera entre la comunidad científica, ya que hasta el día de hoy, no se sabe exactamente qué es lo que determina que una persona viva más años que otra.
Eric Topol, cardiólogo, genetista y fundador y director del Scripps Research Institute en Estados Unidos, lleva décadas investigando los secretos de la longevidad. A sus 71 años, dice que envejecer bien no depende tanto de los genes, sino más del estilo de vida, y que saber eso es una noticia "liberadora".
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La investigación de Eric Topol sobre la longevidad
El médico cuenta que una de sus pacientes más recordadas, una mujer de 98 años, vive sola, maneja su auto y se mantiene mentalmente activa, con una gran vida social. “Sus padres y hermanos murieron jóvenes, pero ella está completamente sana. Su caso demuestra que la genética no lo explica todo”, explicó, en diálogo con BBC.
A partir de allí, inició una investigación. En 2007, Topol y su equipo hicieron un estudio que consistió en secuenciar los genomas de 1.400 personas mayores de 85 años que no padecían enfermedades crónicas ni tomaban medicación de largo plazo. El objetivo era descubrir si existía un patrón genético que explicara por qué vivían más años que otras personas.
Después de una larga investigación que duró años, el resultado saltó a la vista de los científicos: no había ningún patrón genético claro. "Tal vez haya algo de suerte, pero lo determinante parece ser el sistema inmunológico. Estas personas tienen defensas que se mantienen activas y equilibradas, sin reacciones inflamatorias excesivas”, explicó Topol.
Según el médico, esa capacidad inmunológica se puede preservar a través de hábitos que reducen la inflamación: estos hábitos son principalmente llevar una buena alimentación, practicar ejercicio regular, descansar adecuadamente y tener una vida social activa.
De ahí surge el concepto de inflammaging, la inflamación crónica de bajo grado que acompaña al envejecimiento, y la inmunosenescencia, el deterioro del sistema inmune con los años. Como conclusión, el médico explicó: “Lo importante es que podemos influir en cómo envejecemos. No es cuestión de resignarse a la herencia genética”.
