Con la primavera regresa a las calles de Buenos Aires y otras grandes ciudades del país, una nube de pelusa que flota en el aire y se acumula en las veredas. Lejos de ser inocua, esta "nieve" urbana es en realidad el fruto del plátano y para millones de personas anuncia la temida temporada de estornudos, congestión, alergias y todo otro tipo de molestias.
El Platanus hispánica, o plátano de sombra, es un árbol de rápido crecimiento, fuertes raíces y conocido por su característica de dar amplia sombra en las calles, avenidas y plazas de la Ciudad. Es capaz de superar los 30 metros de altura con bastante facilidad y si bien no hay cifras exactas de la cantidad de ejemplares, se estima que su número asciende a más de 70.000.
Este fenómeno, que se repite cada año, se está intensificando: el calentamiento global está alterando los ciclos naturales, extendiendo e intensificando la temporada de polen. Los días más cálidos anticipan y prolongan el periodo de floración y liberación de los tricomas, haciendo que "la maldición de Sarmiento” dure más y con mayor fuerza.
Lo que muchos no saben es que esta presencia masiva—y para algunos, molesta—en nuestro paisaje es el resultado de una decisión histórica deliberada. La omnipresencia del plátano es la herencia viva de un proyecto de país del siglo XIX, una huella de la historia argentina que, cada septiembre, vuelve y hace pagar con alergia la sombra de gran parte de la ciudad.
Esta reacción alérgica, que para muchos parece un simple malestar estacional, es en realidad un problema de salud pública que afecta al 20% de los argentinos, según estudios de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología Clínica. Quienes la padecen no solo sufren los síntomas inmediatos —picor nasal y ocular, estornudos en salva y congestión— sino un deterioro severo en su calidad de vida. "Provoca falta de concentración, mal humor e irritabilidad. Es una condición subdiagnosticada que deriva en ausentismo laboral y escolar", explica la Dra. María Stella Cuevas, especialista en ORL y alergias.
"Cada vez hay más alérgicos debido al cambio climático. Los días más cálidos y con viento aumentan la potencia y dispersión del polen, despertando síntomas incluso en personas que no sabían que tenían la condición genética. A los 20 minutos de exposición aparece el picor en ojos, nariz y garganta, junto con estornudos y rinorrea. Lo peor llega horas después: la obstrucción nasal severa. Pero el verdadero impacto es la mala calidad de vida: genera falta de concentración, mal humor e irritabilidad. Además, puede exacerbar el asma en pacientes predispuestos. Es una paradoja: es un árbol hermoso, un pulmón verde que da sombra, pero durante tres o cuatro meses al año se convierte en un problema real para la salud" comenta la experta.
Además, la especialista alerta sobre la peligrosa relación entre esta alergia estacional y el asma. "Cuando la rinitis alérgica no se trata adecuadamente, puede progresar hacia el desarrollo de asma bronquial", advierte Cuevas. Este fenómeno, conocido como "marcha alérgica", representa un riesgo grave para la salud, particularmente en un contexto donde el cambio climático está intensificando y prolongando la temporada de polinización del plátano, haciendo que cada vez más personas experimenten síntomas por primera vez o vean agravadas sus condiciones preexistentes.
El "árbol civilizador": la importación de un símbolo
La forestación de Buenos Aires con plátanos respondió a un proyecto de país. Para la generación de Sarmiento, el siglo XIX se definía por la dicotomía entre civilización y barbarie. "Su idea era traer Europa a América, específicamente a Buenos Aires. Se trataba de transformar una ciudad que consideraban bárbara, salvaje", explica Agustín Saade, Profesor del Departamento de Historia de la UBA.
Este ideal no fue un capricho local, sino parte de un movimiento global. "La forestación con especies exóticas se enmarca en un movimiento mundial para crear grandes parques urbanos. En Buenos Aires, esto ocurre bajo las ideas de progreso, civilización e higienismo que veían a los parques como 'pulmones urbanos'", agrega Juan Manuel Romero, Historiador y Docente UBA.
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El modelo a seguir era claro. "Las principales referencias fueron los parques de París y, crucialmente, el Central Park de Nueva York. Sarmiento, un gran admirador del modelo norteamericano, importa de allí la idea de integrar la naturaleza a la vida urbana", destaca Romero.
En este contexto, el plátano fue la herramienta perfecta. "Los paisajistas de la época recomendaron el plátano por sus ventajas prácticas: tiene un gran porte y da mucha sombra, resiste bien la contaminación industrial y crece rápidamente", precisa Saade. Pero su significado iba más allá de lo utilitario: "En ese contexto, el plátano no era solo un árbol; funcionaba como un 'árbol civilizador'".
“Este proyecto se materializó en obras concretas como el Parque 3 de Febrero, creado en los antiguos terrenos de Rosas en Palermo, y se consolidó con la llegada del paisajista francés Carlos Thays” agrega Romero. Lo que comenzó como un símbolo de civilización, hoy es una herencia botánica que define el paisaje urbano y genera un debate entre su sombra benefactora y su polen alergénico
Frente a este escenario, la Dra. Stella Maris Cuevas recomienda medidas concretas para minimizar el impacto durante los meses críticos. Crear una barrera física con vaselina en las fosas nasales, usar anteojos y barbijo al aire libre, y ventilar el hogar solo a primera hora de la mañana o al anochecer —cuando la concentración de polen es menor— son algunas de las estrategias más efectivas para convivir con esta situación que se repite todas las primaveras.
