Neuroarquitectura: la decoración para ambientes que favorece al bienestar emocional

La neuroarquitectura combina ciencia y diseño para crear espacios que armonizan con nuestra biología, mejoran el bienestar emocional y transforman el hogar en un refugio que calma, conecta y equilibra.

21 de octubre, 2025 | 13.15

Nuestro hogar no es solo un lugar donde vivimos: es un espacio que nos contiene, nos cuida y puede influir profundamente en nuestro estado emocional. Hoy, la ciencia respalda lo que muchos intuían: la forma, la luz, los colores y hasta los sonidos de un ambiente impactan directamente en nuestro bienestar. A eso se dedica la neuroarquitectura, una disciplina que une la arquitectura con la neurociencia para diseñar entornos que nos hagan sentir más tranquilos, conectados y felices.

Lejos de ser una tendencia pasajera o un recurso de marketing, la neuroarquitectura se basa en evidencias científicas. El estudio Color y Emociones, realizado por los investigadores Roger Küller, Byron Mikellides y Jan Janssens, demostró que los colores pueden alterar nuestro ánimo y comportamiento: mientras los tonos suaves promueven la calma, los colores estridentes pueden aumentar el estrés o generar incomodidad.

Las características principales de la neuroarquitectura 

La luz también juega un papel esencial. Investigaciones lideradas por Charles A. Czeisler y Steven H. Strogatz revelan que una correcta iluminación puede restablecer el ritmo circadiano y mejorar el descanso, y el Instituto de Neurociencias de los Países Bajos comprobó que incrementar la luminosidad en centros geriátricos reduce el deterioro cognitivo y previene la depresión. Por su parte, un estudio de la Universidad de Estocolmo encontró que los sonidos naturales, como el agua o el canto de los pájaros, ayudan a recuperarse del estrés, reforzando la idea de que incorporar elementos sensoriales positivos en el hogar puede tener efectos terapéuticos.

La arquitecta española María Gil, especialista en neurociencia aplicada al diseño, resume este enfoque con una premisa simple pero poderosa: “Diseñamos espacios que concilien la biología humana para vivir más sanos, conectados y felices”. Su trabajo se apoya en la Teoría Polivagal de Stephen Porges, que sostiene que nuestro sistema nervioso evalúa constantemente si un entorno es seguro o amenazante. Por eso, diseñar ambientes emocional y sensorialmente seguros no es un lujo, sino una necesidad humana básica.

Aplicar la neuroarquitectura al hogar equilibra las emociones y genera bienestar.

En sus proyectos, Gil aplica dos principios fundamentales:

  • Conexión con la naturaleza, ya sea real o simulada, respetando los ritmos del cuerpo, la luz del sol, los sonidos agradables y las texturas orgánicas.
  • Personalización emocional del espacio, integrando memorias, símbolos y valores personales que hagan del hogar un refugio auténtico.

Cada detalle cuenta: la luz natural que entra por una ventana, los tonos que visten las paredes, la calidad del aire, la disposición del mobiliario o la presencia de plantas y materiales nobles. Todo interactúa con nuestro sistema nervioso, generando sensaciones de bienestar o, por el contrario, de desequilibrio. La neuroarquitectura, bien aplicada, no solo embellece un lugar: mejora la calidad de vida, favorece la convivencia, potencia la productividad y reduce el sufrimiento emocional.