Los baños están cambiando, y con ellos, también nuestros hábitos de higiene. El clásico bidet, ese símbolo de refinamiento europeo que ocupó un lugar fijo en los hogares durante décadas está desapareciendo de los nuevos diseños. En su lugar, surgen alternativas más compactas, sostenibles y tecnológicas que redefinen el concepto de limpieza personal. En una era donde el espacio, la estética y la practicidad mandan, los hogares modernos están diciendo adiós a un ícono del pasado.
Durante mucho tiempo, tener un bidet era sinónimo de higiene y distinción. Hoy, las prioridades son otras: eficiencia, sostenibilidad y diseño inteligente. La comodidad ya no se mide por la cantidad de elementos en el baño, sino por la versatilidad y calidad de cada uno. Así, los inodoros con sistemas de lavado incorporado o los rociadores laterales ganan terreno en los proyectos de renovación, ofreciendo más funciones en menos espacio.
Este cambio no es solo estético, sino también ambiental. Las nuevas soluciones reducen el consumo de agua y la dependencia del papel higiénico, promoviendo una limpieza más efectiva y ecológica. El baño sostenible ya no es una tendencia pasajera: es una exigencia para quienes buscan construir o reformar con conciencia ambiental.
Cuáles son las alternativas que dominan los baños modernos
La sustitución más habitual del bidet clásico es la ducha higiénica o rociador lateral, que se instala junto al inodoro, ocupa espacio mínimo y cumple la misma función. Su diseño discreto encaja en todo tipo de baños, desde los más pequeños hasta los más sofisticados, y su instalación es sencilla, sin necesidad de reformas complejas.
En paralelo, los inodoros inteligentes o smart toilets representan la evolución definitiva del baño moderno. Incorporan chorros de agua regulables, asientos calefactados, sensores automáticos y funciones de autolimpieza. Aunque su precio es más elevado, ofrecen un confort superior y un ahorro considerable a largo plazo. En Asia son estándar, y su presencia en Europa y América crece año tras año.
Decirle adiós al bidet también abre nuevas posibilidades de diseño: más superficie libre, espacio para muebles o áreas de almacenaje. Los baños ganan amplitud visual y funcionalidad, algo especialmente valorado en departamentos urbanos. Además, al eliminar el bidet, se logra una estética más limpia y armónica, con líneas que fluyen sin interrupciones.
La tendencia también mejora la accesibilidad, ya que las soluciones tecnológicas permiten mantener la higiene sin desplazamientos incómodos, beneficiando a personas mayores o con movilidad reducida.