En pocos días, Manu Pozzi y Lolita Campos subirán al escenario del Teatro Broadway, sobre la mítica calle Corrientes, para presentar Todos los días que fui feliz. El espectáculo, que combina poesía y música, se anuncia como un viaje íntimo y luminoso que equilibra años de escritura marcada por el dolor y la sensibilidad con una nueva etapa atravesada por la alegría.
“Este libro es como la otra cara de la balanza”, explica Lolita con voz serena, mientras recuerda sus cuatro publicaciones anteriores, cargadas de intensidad emocional. “Aquellos textos nacieron desde un lugar más oscuro, más hondo. En cambio, Todos los días que fui feliz trae la risa, la liviandad y el peso de la felicidad. Y eso también tiene un peso enorme, pero es un peso hermoso”.
Manu escucha y asiente. Lolita fue, al principio, la más reticente a combinar la música de Manu con su poesía. “Él insistía mucho y yo no quería saber nada. Hasta que, en un viaje por Costa Rica, escuchamos un disco de Luis Pescetti y Juan Quintero. Ahí entendí que era exactamente lo que teníamos que hacer. Desde entonces no paramos”.
El proyecto, que bautizaron como Poetibus, los llevó por rutas, festivales y escenarios de distintos países. En una de esas travesías estacionaron su vieja Van frente al Obelisco. “Volver ahora al Broadway, que está a metros de ese lugar, es como regresar al kilómetro cero —dice Lolita—. Pero claro, esta vez lo hacemos desde otro lugar, con otra historia vivida y con nuestra hija Amapola acompañándonos”.
Porque Manu y Loli no solo son pareja artística: son compañeros de vida, viajeros incansables y padres. La historia de cómo se conocieron parece sacada de una película. Manu dejó una guitarra pintada en una comunidad rural de Mozambique. Años después, Lolita llegó allí, encontró el instrumento y preguntó de quién era. “Me dijeron que pertenecía a un músico argentino, y entonces lo busqué en Spotify. Sus canciones se volvieron la banda sonora de mi viaje”, recuerda ella. Al poco tiempo, comenzaron a hablar por redes sociales y, tras un año de mensajes, decidieron encontrarse. Desde entonces, no se separaron más.
El nacimiento de Amapola, su hija, les dio otra perspectiva. “Tener un hijo en una vida nómade es distinto —cuenta Manu—. No tenés fórmulas, todo el tiempo tenés que reinventar la manera de viajar, de cocinar, de organizarnos. Pero también es mágico. Ella tiene un corazón viajero y ahora nos pregunta cuándo volvemos a Brasil”. Y agrega: “El viaje te obliga a abrir la cabeza, a ponerte en contacto con otras culturas, a romper tu zona de confort. Para nosotros, más que un pasatiempo, es un modo de vida”.
Manu & Lolita llegan al Teatro Broadway
Por supuesto, trabajar en familia no siempre es sencillo. Entre risas y complicidad, reconocen que muchas veces discuten, incluso en camarines o antes de subir a escena. “Si cualquiera tuviera la confianza que tenemos con nuestro jefe, también se pelearía —ironiza Lolita—. Pero lo cierto es que esa conexión que tenemos arriba del escenario no la rompe ninguna discusión. Ese momento sigue intacto”.
De cara a su presentación el 2 de octubre en el Teatro Broadway, ambos admiten estar nerviosos. “Eso nunca se pierde —confiesa Manu—. Pero esta vez los nervios son distintos: son nervios felices. Todo este proyecto está parado en un lugar de luz, de alegría. Es como el sol después de la tormenta”.
Cuando se les pregunta qué sigue después del gran show, la respuesta no sorprende: viajar. “Queremos hacer una gira por Europa el año que viene, esta vez con Amapola, y también visitar otros lugares de Latinoamérica. La idea es seguir moviéndonos y llevando estas canciones y estos poemas a distintos rincones”, adelantan.
Con Todos los días que fui feliz, Manu Pozzi y Lolita celebran no solo una obra, sino un recorrido vital donde el arte y la vida se entrelazan de manera inseparable. Su show en el Broadway será, más que un concierto, una invitación a sumergirse en esa historia compartida.