Autos Robados colgó cartelito de "agotado" en El Teatrito en la noche del viernes 23 de agosto, algo que repetirá el sábado, y revisitó la sintonía eterna entre los pibes de barrio argentinos y el rock más esencial y clásico. La banda, que nació en el 2015 en Quilmes, presentó su Estrés y alucinaciones, su quinto EP, y repasó el resto de su discografía en un show contundente.
El Teatrito está terminando de llenarse para el recital de Autos Robados cuando empieza a sonar la voz del Mosca cantando Ya no sos igual, a la que se unen prácticamente todos los presentes; un público que va desde una pareja de setenta años que baila sin parar, algunos punks, grupos de pibas y pibes de los más variados barrios y, por supuesto, muchos rolingas. Una imagen que hace 30 años era totalmente impensada, dadas las igual de clásicas como inentendibles rivalidades musicales.
Autos Robados nació en Quilmes en el 2015 y en febrero de este año lanzó Estrés y alucinaciones, su quinto EP, cargado de rocanrol bien barrial, deudor tanto de los primeros Ratones Paranoicos, Pappo como de Creedence y el rock clásico estadounidense. Un sonido que los barrios argentinos siempre abrazaron y tomaron como propios.
Tanto el pogo como el baile fueron una constante a lo largo de todo el show en El Teatrito, que tuvo poca conversación de la banda con el público, incluidas las disculpas por parte del cantante Fede Soto por estar "un poco afónico". Pese al volumen algo bajo en general, la entrega a la experiencia 100% rockera tanto de Autos Robados -que además de Soto integran Emanuel Baldovino Yovine en batería, Lucas Ramos en bajo y coros, y Nicolás Ruiz en guitarra y coros- como del público fue total.
El flequillo recto característico de los rolingas, esa tribu urbana bien noventera que parece estar volviendo poco a poco, no podía faltar en una noche de rocanrol como esta, pero también los hubo ramoneros, la otra tribu que supo poblar los barrios argentinos en los 90. Porque en Argentina el rolinga es también un poco ramonero, las calles tienen internalizada esa velocidad y simpleza. Y tiene todo el sentido del mundo: el punto de contacto está en su idea inicial, un rock sencillo, sin grandes adornos e instrumentaciones, y bien cuadradito. No hace falta más y Autos Robados lo confirmó una vez más.