Cuando el deporte pierde la dignidad

La final del US Open 2025 de tenis, entre el campeón Carlos Alcaraz y Jannik Sinner, empezó más tarde por culpa de Donald Trump. El presidente de Estados Unidos se presentó en el estadio y fue abucheado.

08 de septiembre, 2025 | 12.24

El nombre de Billie Jean King, pionera en los derechos de las mujeres en el deporte, aparece en el complejo que alberga al estadio, que además lleva el nombre de Arthur Ashe, primer campeón negro del Abierto de tenis de Estados Unidos. Ya en el estadio se ve claramente dibujada la silueta de Athea Gibson, primera jugadora negra en 1950 que jugó el torneo precedesor del US Open (el campeonato nacional). Gibson fue justamente la figura homenajeada en el Abierto que concluyó ayer domingo con el triunfo del español Carlos Alcaraz en la final latina contra el italiano Jannik Sinner.

“75 años rompiendo barreras” se llamó el homenaje a Gibson, que tuvo instalaciones diseñadas por Melissa Koby, primera artista negra que creó arte temático en el torneo. Gibson, también, fue la tenista que allanó el camino de otras como Venus y Serena Williams y Coco Gauff, entre otras. A ese templo deportivo de la diversidad asistió ayer Donald Trump. Y la USTA (la Federación de tenis de Estados Unidos) pidió a la TV dueña de los derechos de trasmisión que no mencionara los abucheos eventuales que pudiera sufrir el presidente. Fue un ruego contrario a la historia del torneo. Y también del deporte. Pero en línea con la adulación al poderoso de turno. Aunque el adulado sea justamente un presidente que odia la diversidad.

Trump nació en Queens, hogar del US Open, y durante décadas fue un magnate inmobiliario en el área. Antes de convertirse en político, solía sentarse en el balcón de su propia suite durante los partidos nocturnos y frecuentemente se le mostraba en las pantallas de video de la arena, porque ya era un magnate conocido y, además, un personaje de un reality de la TV. Pero no fue usual el anuncio de su presencia en la final de ayer del US Open. Un presidente en funciones no asistía desde el año 2000, cuando lo hizo Bill Clinton. Desde su vuelta a la Casa Blanca en enero, Trump asistió a peleas de UFC (la lucha libre es el deporte favorito del público de MAGA), al Super Bowl en Nueva Orleans, a las 500 Millas de Daytona y a la final del Mundial de Clubes en Nueva Jersey, cuando se metió dentro del festejo de los jugadores de Chelsea.

Decidió ir ayer al US Open invitado por Rolex, relojes suizos, país que sufrió un arancel del 39 por ciento impuesto por la nueva política de Trump. Es un gravamen 2.5 veces más alto que el que Trump acordó para los productos de la Unión Europea exportados a Estados Unidos y casi cuatro veces más alto que el de las exportaciones británicas a Estados Unidos, y que puso en estado de alerta a la economía suiza. La presencia de Trump obligó a retrasar media hora el inicio de la final, porque las medidas de seguridad complicaron todo, inclusive a cientos y cientos de aficionados que debieron soportar largas filas. La trasmisión de ESPN advirtió los vacíos en los sectores altos del estadio cuando comenzó la final, pero no dijo que la causa fue Trump.

En rigor, los socios comerciales de la TV recibieron horas antes de la final el pedido de USTA de que limitaran durante la trasmisión cualquier reacción negativa al presidente. “Regularmente pedimos a nuestros locutores que se abstengan de mostrar interrupciones fuera de la cancha”, buscó disimular su pedido de censura la USTA, que trasmitió su comunicado a la cadena ABC. La cadena acató, pero fue imposible silenciar el ruidoso abucheo cuando Trump, que respondió con sonrisa breve, apareció en la pantalla gigante en plena entonación del himno nacional, antes de que empezara el partido.

Ya había sufrido abucheos, y también algunos aplausos, cuando apareció en su suite media hora antes, aunque el estadio estaba semivacío. Trump siguió la final sentado, casi sin aplaudir aúne en los puntos más celebrados. Tampoco tuvo casi reacción cuando la TV lo mostró con Alcaraz ya ganador. Los abucheos más fuertes fueron cuando la pantalla volvió a mostrarlo tras el primer set. Hubo silbidos nítidos. El respondió levantando el puño izquierdo.

Cuando el deporte pierde la dignidad: la final del US Open 2025 de tenis empezó más tarde por culpa de Trump.

Algunos analistas políticos sugirieron que la decisión de Trump de ir a la final del US Open pudo haber sido una provocación. Mostrarle a sus votantes de todo el país que el público que se le opone es el más sofisticado de Nueva York, una ciudad que podría elegir como próximo alcalde a Zohran Mandani, “comunista, inmigrante” en la lógica de Trump. “Ser abucheado por miles de aficionados bebiendo vodka con limonada a 23 dólares no será precisamente una mala imagen para su base, especialmente en un ‘antro corrupto y asqueroso’ como Nueva York”, escribió un columnista.

No muy lejos de Trump, entre otros, estaban Bruce Springsteen y el NBA Stephen Curry, críticos duros del magnate. Los que no podían decir nada eran los conductores de la TV, fueran o no simpatizantes de Trump. “Una censura cobarde, hipócrita y antiamericana”, escribió la agencia Associated Press en su informe. Una “capitulación”, una “retirada vergonzosa” dijo a su vez el corresponsal del diario inglés The Guardian, Bryan Armen Graham, que recordó al US Open como un torneo vanguardista, democrático, vidriera eterna de atletas LGBTQ+, pero ahora rendido a la intimidación o acomodado al poder de turno. Unos temen, pero otros se acomodan dócilmente para seguir haciendo negocios. Hasta que las urnas, como sucede en democracia, digan otra cosa.