En una economía bimonetaria, como la argentina, con una tasa de inflación anual de dos dígitos, escasez de divisas y elevado endeudamiento en dólares, un fuerte ajuste de la paridad cambiaria es regresivo. Esto es así porque produce un alza de los precios de bienes y servicios en un lapso variable, tiempo que define el éxito o fracaso de la devaluación inicial.
Por caso, la de Duhalde, el traslado a precios fue paulatino, con una aceleración del atraso cambiario en los últimos años del ciclo kirchnerista; mientras que la de Milei fue absorbida por los precios en apenas un año. Este saldo exhibe el fiasco en la gestión cambiaria y de precios del programa liberal-libertario.
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Como se sabe, luego de transitar varias crisis cambiarias, el repunte de la inflación luego de una devaluación provoca una caída inmediata del poder adquisitivo de trabajadores y jubilados, y una retracción de la actividad económica. Se destrozan, además, los ahorros en pesos y se profundiza el deterioro sociolaboral, medido por el índice de pobreza e indigencia.
Milei es el principal responsable del desquicio cambiario
La devaluación es siempre y en todo lugar una medida que castiga a la mayoría de la población. La clave es entender cuáles son las condiciones que conducen a este escenario de vulnerabilidad.
Milei utiliza los argumentos de los costos de una devaluación brusca, en general expresados por la heterodoxia, para resistir su aplicación. Tiene razón en los efectos negativos sobre la economía y las personas con ingresos fijos derivados de una medida que eleva el tipo de cambio en porcentajes de dos dígitos.
Apunta de forma correcta al identificar grupos económicos que históricamente han reclamado devaluaciones competitivas para mejorar la rentabilidad de sus negocios, ya sea por los dólares de exportaciones y/o para deprimir el costo salarial en dólares.
El aspecto medular de este debate cambiario es que Milei es el principal responsable del actual desquicio económico, financiero y cambiario, que arroja a la economía al costoso desenlace de una nueva devaluación.
Él también fue el impulsor de la megadevaluación del 13 de diciembre de 2023 que, en ese momento, como la devaluación que ahora resiste, tuvo consecuencias socioeconómicas devastadoras.
Más aún porque los socios mesadineristas Luis Caputo (ministro de Economía) y Santiago Bausili (presidente del Banco Central), con el indudable aval del presidente Javier Milei, confesaron que, en diciembre de 2023, colocaron la paridad oficial en 800 pesos, bastante por encima de lo que correspondía, para generar un "colchón".
En la jerga de los economistas, esto se denomina "overshooting" (sobrerreacción). Es decir, hubo un sobrecastigo a la mayoría de la población por una decisión deliberada de Milei y, así y todo, terminó en un fracaso estrepitoso en el manejo de la cuestión cambiaria.
El fabuloso mérito de chocar la calesita
El gobierno de Milei disfrutó de un primer año financiero y cambiario extraordinario. Pese a ello, quince meses después está buscando eludir otra fuerte devaluación y, como señal de que está en estado de desesperación, salió corriendo a abrazarse al FMI.
Necesita el salvavidas de dólares del Fondo para evitar el naufragio de un plan económico inconsistente y regresivo.
El factor más notable del fiasco liberal-libertario es que, en esta primera parte del gobierno, el más amigable en la relación con la sociedad, con las distintas facciones del poder económico y con el mundo de la política, dilapidó, a una velocidad increíble, miles de millones de dólares para terminar exponiendo una fragilidad cambiaria extrema.
El escenario fabuloso que derrochó Milei en tiempo récord tuvo los siguientes componentes:
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Disfrutó de un apoyo excepcional del mundo empresario local e internacional, del ecosistema de poderosos medios de comunicación, y de las finanzas globales.
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Registró un ingreso extraordinario de dólares comerciales con un superávit de 18.899 millones de dólares en 2024.
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Disfrutó de la buena herencia del kirchnerismo de Vaca Muerta, con un superávit energético de 5.668 millones de dólares, el más alto en 18 años.
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Contabilizó un blanqueo récord de 23.000 millones de dólares, monto extraordinario que ingresó al sistema bancario en solo dos meses.
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Diseñó una bicicleta financiera (carry trade, en jerga financiera) que convocó miles de millones de dólares para aprovechar el diferencial de tasa de interés en pesos y el ajuste pautado del tipo de cambio (tablita cambiaria).
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Dispuso de una sorprendente paciencia social frente a un ajuste demoledor sobre los ingresos populares.
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Sumó dólares adicionales por la operación REPO (crédito de bancos internacionales con garantía de títulos públicos) de 1.000 millones de dólares.
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Festejó el boom de precios de acciones y bonos y retroceso del riesgo país en un contexto internacional de baja de la tasa de interés en los Estados Unidos.
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Contabilizó el crecimiento espectacular de la deuda privada en dólares vía Obligaciones Negociables, que acercó miles de millones a las reservas del Banco Central. Se emitieron bonos de empresas por 10.400 millones de dólares entre enero de 2024 y febrero de 2025.
Con todo este viento a favor, las reservas del Banco Central continúan en negativo por unos 10.000 millones de dólares (el mismo monto que en noviembre de 2023), acumula ocho meses consecutivos de déficit de la cuenta corriente del balance cambiario, y enfrenta el riesgo de otra fuerte devaluación que, para evitarla, por ahora, lo lleva a correr a abrazarse al FMI.
Peor resultado es difícil de conseguir, incluyendo la pérdida de más de 20.000 millones de dólares (tipo de cambio 80/20 para exportadores, más la quema de reservas en el mercado) para mantener controladas, en forma artificial, las cotizaciones de los dólares financieros y reprimir, de este modo, la brecha cambiaria.
El fiasco de la megadevaluación de diciembre de 2023
El tipo de cambio es una variable distributiva, y su nivel tiene impacto en los ingresos de la población, al tiempo que es un indicador -no el único- de competitividad de la producción local en el mercado internacional.
Los voceros mileístas, y también Milei, no se animan a mencionar a Techint, de la familia Rocca, habitual promotor del “club de los devaluadores”, ni al complejo agroexportador, que tiene como deporte preferido presionar por un tipo de cambio más elevado.
Esta cobardía la disfrazan diciendo el absurdo de que el culpable de una eventual devaluación sería “el kirchnerismo”, que, cuando estuvo en el gobierno, tuvo muchas dificultades para controlar el mercado cambiario.
En el llano y entretenido en internas, resulta desopilante afirmar que esta fuerza política pueda tener algún poder para promover una devaluación. Esta tontería solo busca deslindar las propias responsabilidades.
El propio diseño del plan económico de la dupla Milei-Caputo arrojó a la economía a un veloz atraso cambiario, luego de comenzar con una de las devaluaciones diarias más violentas de los últimos 55 años.
En menos de un año, en el mismo lugar de partida
No hay registro estadístico, en este extenso período, de un aumento deliberado del tipo de cambio oficial de casi 120% en un solo día. Fue una brutalidad impactante en el manejo de la cuestión económica, no solo por la magnitud del ajuste cambiario, sino porque no ha habido ni una sola medida compensatoria para los ingresos de la población.
El ranking elaborado por la Celag coloca a dos hiperajustes cambiarios diarios más elevados, en abril de 1989, pero en ambas ocasiones fueron porque, en estos meses de hiperinflación, no hubo una decisión autónoma del Banco Central de devaluar, puesto que el mercado la hizo en la práctica, porque no pudieron realizarse operaciones en el mercado de cambio oficial.
El fiasco de la megadevaluación de Milei queda en evidencia al ver que, en menos de un año, el tipo de cambio real se ubica en el mismo lugar de partida. Este indicador mide el precio relativo de los bienes y servicios de la economía argentina con respecto a los de los principales 12 socios comerciales del país, en función del flujo de comercio de manufacturas.
El tipo de cambio real multilateral se ubica en marzo de este año en el número índice 80.98 (100 es equilibrio; debajo hay atraso, y por encima, sobrevaluación). Es casi el mismo valor de noviembre de 2023 (83.19).
A los actuales ritmos de inflación local, crawling peg del 1% y devaluaciones de otras monedas, este índice se acerca, en forma veloz, a los peores momentos registrados en este siglo: octubre de 2015 (75.43) y diciembre de 2001 (69.21)
Estas cifras no son desconocidas por los financistas locales e internacionales, ni por la tecnoburocracia del FMI, que está negociando el nuevo acuerdo con Argentina.
La exigencia de una devaluación es consecuencia del inmenso desquicio cambiario realizado en estos meses por la dupla Milei-Caputo, que dilapidaron, en tiempo récord, un megaajuste del tipo de cambio.
Caputo, experto en quemar dólares que no son suyos
Desde que asumió Milei, el Banco Central compró unos 25.000 millones de dólares en el mercado cambiario, pero las reservas internacionales brutas subieron solo 7.300 millones. Casi 18.000 millones de dólares se perdieron por pago de deuda e intervención oficial en la plaza cambiaria.
El último dato de la balanza comercial arroja un resultado que enciende luces de alarma: el superávit comercial de enero pasado fue de apenas 142 millones de dólares, el más bajo de la actual gestión.
La consultora PxQ, de Emmanuel Álvarez Agis, calculó que, si se ajusta el cobro de exportaciones por el esquema de liquidación 80-20 para exportadores, el saldo comercial cambiario de ese mes fue un déficit cercano a 1.100 millones de dólares. “Este sería el peor resultado desde que se publica la serie (2003)”, apunta.
El déficit de la cuenta de servicios, además, más que se duplicó respecto a diciembre último, explicado principalmente por el egreso de divisas destinado a viajes al exterior.
Indica entonces que “la sostenibilidad del esquema cambiario requiere el ingreso de divisas a través de financiación comercial y de la cuenta capital”. Aquí aparecen los dólares del FMI que, como enseña el pasado de Caputo, serán rifados en el mercado para mantener, en forma artificial, el tipo de cambio, y, de este modo, los inversores montados en la burbuja especulativa podrán realizar las fabulosas ganancias en moneda dura que les regaló Milei en estos meses de gobierno liberal-libertario.