El sometimiento sin pudor de Javier Milei a Donald Trump, entregando el manejo de la política económica y cambiaria, de la política exterior y de la estrategia para la construcción de una alianza política doméstica, aleja el fantasma de la devaluación descontrolada y del default de la deuda pública. Fantasmas que pueden acercarse rápidamente si, como informó Trump, “si pierde (Milei las elecciones), no seremos generosos”.
La posibilidad de una devaluación descontrolada, que por ahora quedó desplazada por la intervención directa del Departamento del Tesoro de Estados Unidos en el mercado cambiario local, no implica que no haya una devaluación, la cual podrá ser administrada si el equipo económico puede superar la tendencia a cometer horrores de gestión monetaria y cambiaria.
El ministro de Economía de facto del gobierno de Javier Milei, Scott Bessent, informó que “la banda cambiaria es adecuada”, y el ministro de Economía formal, Luis Caputo, aseguró también que la banda cambiaria seguirá después de las elecciones.
La especulación dominante en la city en estos meses no fue, esencialmente, cuál será el tipo de régimen cambiario luego de la apertura de las urnas, el 26 de octubre próximo, sino cuál será la cotización de la paridad.
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¿Qué puede pasar con el dólar?
Existe un debate entre financistas y economistas del establishment acerca de si es mejor intervenir en la plaza cambiaria con bandas o implementar una liberación total del mercado. Esto último puede ser con una flotación sucia -o sea, con intervención del Banco Central o del Tesoro- o limpia -es decir, sin ninguna participación oficial-. El Fondo Monetario Internacional resiste el esquema de banda y propone un mercado libre y único de cambios.
Sin embargo, esto no es lo que está hoy en la discusión inmediata sobre qué puede pasar con el dólar. Con o sin banda cambiaria, el consenso en la city es que habrá otros precios respecto del recorrido prometido por la dupla Milei-Caputo.
Bessent y Caputo declararon que seguirá la banda cambiaria, pero no indicaron cuáles serán los respectivos piso y techo, y cómo será la posterior evolución de ambas cotizaciones.
El banco Morgan Stanley, en el último informe enviado a sus clientes, explica que “la política económica (del gobierno de Milei) probablemente requerirá un ajuste después de las elecciones de medio término; reconstruir reservas de divisas debería ser el principal objetivo, más allá del paquete de apoyo de Estados Unidos”.
Con este análisis de base, plantea tres escenarios de cotización del dólar para fin de año, según el resultado electoral del oficialismo, independientemente del rescate financiero y político de Trump: 1700 pesos con un saldo positivo para la fuerza política de Milei, 1900 pesos con una elección pareja con la principal expresión de la oposición (el peronismo) con el 35% de los votos para cada uno, y 2200 pesos con una derrota amplia de 10 puntos.
Trump apoya solo si gana Milei
Con la sutileza que no lo caracteriza, el presidente Donald Trump, con el decorado del presidente Milei a su lado, informó que el respaldo financiero y político está condicionado a que el oficialismo gane las elecciones. Aseguró: “Estamos acá para darte un apoyo para las próximas elecciones. Si a la Argentina le va bien, otros países lo seguirán. Pero si no gana, no contará con nosotros”.
Esta declaración expone, con brutalidad trumpista, la extrema fragilidad del gobierno de Milei. Debilidad que también ha incorporado gran parte del poder económico. CREA, una asociación civil sin fines de lucro integrada y dirigida por empresarios agropecuarios que se reúnen en grupos para compartir experiencias y conocimientos, presentó su último reporte macroeconómico y en las conclusiones advierte acerca del complejo panorama político que tiene el oficialismo. Destaca que:
- “Sea cual fuere el resultado electoral, el Gobierno no contará con mayorías propias y deberá negociar con los gobernadores, bloques de ´centro´ y opositores disidentes”.
- “Si logra un resultado electoral favorable, seguramente esas negociaciones sean más fluidas para sancionar leyes, adquirir robustez política e impulsar las ansiadas reformas estructurales (laboral, previsional e impositiva)”.
- “El Fondo Monetario, el Tesoro de los Estados Unidos y los agentes financieros seguirán de cerca los resultados del consenso que se logre en el Congreso, que, en definitiva, marcarán la solidez y la continuidad del rumbo iniciado”.
- “En muy buena medida, también dependerá de los resultados electorales cuáles serán los costos a pagar para salir del modo defensivo en que se encuentra desde julio la política económica”.
- “En ese sentido, una reformulación del esquema cambiario parece cada vez más probable tanto por la dinámica del mercado, que no puede contenerse con restricciones (límites a la compra de dólares financieros), como por las condicionalidades de organismos externos (FMI y Tesoro estadounidense)”.
El gobierno de Milei, al borde de la cornisa
De esta forma, queda en evidencia la extrema incertidumbre que domina el escenario económico. Aun con el rescate financiero sin precedentes articulado por Donald Trump y Scott Bessent, el gobierno de Milei sigue al borde de la cornisa.
El apoyo político y financiero de Washington, lejos de reducir la incertidumbre, la amplifica: la política económica de Milei depende ahora de la voluntad de un gobierno extranjero que actúa con la lógica de un patrón más que de un aliado.
El carácter inusual —y hasta insólito— de la intervención directa de Estados Unidos en la política doméstica argentina marca un punto de inflexión en la relación bilateral. Nunca antes un presidente estadounidense había condicionado públicamente su respaldo a un resultado electoral local. Trump no sólo comprometió recursos del Tesoro y del FMI en favor de un candidato, sino que lo hizo en nombre del interés geopolítico de su país, utilizando a la Argentina como experimento para reafirmar que Latinoamérica es su patio trasero y, fundamentalmente, que China no puede transitar por él.
Esta intromisión abierta deja al descubierto una dependencia inédita: la continuidad de Milei en el poder está condicionada al humor político de la Casa Blanca.
La confusión se multiplica con las declaraciones de Trump sobre el resultado electoral. Su frase —“si no gana, no contará con nosotros”— desató otra ola de pánico en los mercados con fuerte caída de las cotizaciones de acciones y bonos. Es una amenaza cortar la asistencia si Milei pierde y, además, un mensaje para disciplinar a los factores de poder locales para que garanticen la gobernabilidad del oficialismo. En cualquier caso la intervención verbal de Trump elevó al máximo la temperatura del clima político: los comicios del 26 de octubre dejaron de ser una disputa política interna para convertirse en una prueba de fidelidad ante Washington.
La extrema dependencia del gobierno de Milei respecto del respaldo externo refuerza la idea de que no existe un rumbo económico propio. El país navega sometido a un doble comando —Caputo en la superficie, Bessent en la sombra—, bajo la supervisión de un presidente extranjero (Trump) que se presenta como salvador. Esta subordinación no elimina el riesgo de crisis; apenas lo posterga.
La historia argentina demuestra que los planes económicos tutelados desde Washington terminan en frustración social y colapso financiero. Pero el caso Milei introduce una variante: nunca antes un gobierno había entregado tanto poder a Estados Unidos a cambio de tan poco.
Esta experiencia inédita está conformando una nueva forma de sometimiento: un ejercicio fulminante de poder del capital financiero, del FMI y de Estados Unidos que reemplaza la voluntad democrática de una sociedad atrapada bajo la extorsión de la estabilidad cambiaria, financiera y económica. Y donde la fragilidad del gobierno de Milei, lejos de ser un accidente, es la condición necesaria para que ese experimento de sumisión a los Estados Unidos de Trump se imponga.