En la producción creativa no hay atajos. Esa es una de las primeras cosas que aprendió Malena Grandio después de más de diez años trabajando en festivales internacionales, campañas de moda, activaciones de marca y espectáculos teatrales. Lo que suena a máxima de manual es, en su caso, resultado de una práctica sostenida y minuciosa: pensar cada proyecto desde su núcleo más auténtico y defenderlo con uñas y dientes a medida que crece.
Con una sensibilidad afilada y un ojo clínico para detectar lo que aún no explotó, Grandio tiene una capacidad poco común: reconocer cuándo algo (o alguien) tiene una voz propia, incluso cuando todavía nadie la escucha. Esa intuición —que en sus inicios usó para elegir artistas— luego la trasladó a campañas, colaboraciones y proyectos culturales donde el riesgo era grande, pero la identidad, intacta. El ejemplo más claro fue La Sala, un ciclo musical producido en plena cuarentena argentina, que priorizó la conexión genuina por sobre las métricas. El resultado fue un espacio de descubrimiento que escapó al algoritmo y tocó una fibra sensible en el público.
Pero si hay algo más difícil que detectar el potencial, es cuidarlo. Grandio lo sabe y lo repite: la expansión muchas veces diluye lo que hacía única a una idea. Por eso, su trabajo consiste en proteger esa chispa original, incluso cuando los recursos crecen o el público se amplía. Para ella, perder la esencia es romper el vínculo emocional con la audiencia, y eso no se negocia.
La coherencia, dice, no es magia ni suerte, sino equipo. En sus palabras, no alcanza con sumar talentos técnicos; se necesita gente que entienda el “para qué” del proyecto. Esa sintonía es lo que diferencia un resultado correcto de uno inolvidable. Lo vivió en producciones internacionales de gran escala —como Messi10 de Cirque du Soleil— donde lideró equipos complejos y aplicó una lógica simple pero poderosa: si todos entienden la identidad del proyecto, hasta el último detalle cobra sentido.
Otro de sus principios de oro es planificar lo previsto... y lo imprevisible. Porque en la producción todo puede fallar, y la clave no está en evitar el error, sino en saber reaccionar. Ya sea en un desfile de moda al aire libre o en una instalación urbana, Grandio trabaja para que el público jamás perciba la tensión detrás del telón. Y cuando eso pasa, el impacto es doble: porque el contenido emociona, y además parece fluir sin esfuerzo.
Eso sí: los resultados no se miden solo en likes o métricas. Para Malena, el verdadero éxito es cuando una experiencia deja huella emocional. Si el mensaje se entendió, si algo se movió adentro, entonces el trabajo valió la pena. Lo ha comprobado una y otra vez, en proyectos íntimos y también en grandes producciones donde lo emocional supera cualquier KPI.
En un mundo donde muchas veces la estética se impone al contenido, Grandio trabaja al revés: empieza por la sustancia, y recién después piensa en la forma. Su método no es rígido ni estandarizado; mezcla intuición, estrategia y una escucha atenta a las personas y al contexto. Porque para ella, producir es acompañar una historia desde su semilla hasta su forma final, sin perder nunca de vista lo más importante: qué es lo que se quiere contar, y por qué.
Y quizás ahí esté su mayor virtud: recordar en cada etapa que lo auténtico siempre tiene más fuerza que lo perfecto. Solo hay que saber verlo... y tener el coraje de protegerlo.