Fieles recuerdan cómo el joven León XIV convenció con su "aura" en medio del conflicto civil en Perú

14 de mayo, 2025 | 10.53

Héctor Camacho recuerda a Robert Prevost, quien asumirá oficialmente el cargo de papa León XIV el domingo, como un joven misionero de Chicago que vestía jeans y hablaba mal español, que llegó a Perú en un momento en que el país se encontraba desgarrado por un conflicto interno.

Camacho era un adolescente y monaguillo en 1985 en la ciudad de Chulucanas, en el norte de Perú, al borde de la selva, cuando Prevost llegó para ser párroco. Fueron los primeros pasos del futuro pontífice en un país que sería su hogar intermitente durante los siguientes 40 años.

Reuters viajó a la ciudad donde Prevost comenzó a poner en práctica su educación religiosa en Estados Unidos y Roma, y ​​conversó con quienes lo recuerdan como un joven encantador con un talento precoz para el ministerio.

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"Él tenía un aura que llegaba a la gente. La gente se le acercaba", dijo Camacho, ahora de 53 años, en una pequeña capilla en el pueblo de Yapatera, donde Prevost predicó.

Camacho rememora los viajes a las iglesias de adobe que salpican la región de Prevost, a veces a pie, a veces a caballo, cargando crucifijos y vino ceremonial.

Recuerda a Prevost pidiendo ayuda a los monaguillos con las palabras en español, llevándolos de excursión a la playa y contratando entrenadores de karate, natación y baloncesto para mantener a los jóvenes del pueblo alejados de la delincuencia.

"Gracias a su juventud caminaba al son de nosotros, nos íbamos a ver basket en el coliseo, nos íbamos un fin de semana a la playa y él nos llevaba", afirmó.

A pesar del oro y otras riquezas minerales, el norte de Perú es una zona de alta pobreza, a menudo afectada por inundaciones en la temporada de lluvias. En los años 80 y 90, se vio afectada por el conflicto entre el grupo guerrillero maoísta Sendero Luminoso y las fuerzas gubernamentales, violencia que dejó unas 69.000 personas muertas o desaparecidas.

Fidel Alvarado, sacerdote de la diócesis de Chulucanas, era un estudiante de 20 años en el seminario cuando conoció a Prevost.

Recuerda que una bomba destruyó la puerta de la iglesia y que los sacerdotes recibieron amenazas, diciéndoles a Prevost y a los demás sacerdotes norteamericanos que se marcharan en 24 horas o los matarían. Pero se quedaron, dijo Alvarado.

"Lo que los convenció de quedarse fue la gente; habían viajado y sentido el cariño del pueblo", dijo.

En Yapatera, una vieja foto color sepia sin fecha mostraba a un joven Prevost sosteniendo un cáliz de vino en la iglesia, donde el antiguo piso de tierra ahora está cubierto con cemento.

La habitación donde Prevost se alojó como joven misionero en la diócesis de Chulucanas está en el segundo piso, pasando un pequeño patio con jardín. Es sencilla pero espaciosa, con cama, escritorio, sillón, velador y baño compartido.

Cristóbal Mejía, de 70 años, actual obispo de la diócesis de Chulucanas, mostró la habitación a Reuters. Habló de Prevost como un hombre estudioso que solía acostarse a las once de la noche y despertarse a las cinco de la mañana para rezar en una sala de oración adornada con vidrieras.

Cerca se encuentra el garaje, donde hay una camioneta similar a la que Prevost solía conducir con placer por la zona.

Prevost, quien se nacionalizó peruano en 2015, acabó aprendiendo a hablar español con fluidez con los años. Sus platos favoritos son algunos de los más típicos del país, como el ceviche de pescado y el chicharrón de pollo.

De 2015 a 2023 fue obispo de la ciudad de Chiclayo, a unas cuatro horas en auto de su primera parroquia.

"OLOR A OVEJA"

Los residentes con los que habló Reuters insistieron en lo mismo sobre la figura de Prevost: que era un "pastor con olor a oveja", lo que significa que era muy cercano a su congregación.

"Siempre nos hablaba del valor de la comunidad, que forma parte de la belleza de San Agustín", dijo Alvarado. León XIV será el primer papa de la orden agustiniana.

Alvarado explicó que los agustinos querían llegar a la gente y que la orden otorgaba becas para estudiar ingeniería y derecho en la universidad.

"Esperaba que adoptara el nombre de Agustín, pero conociendo a Roberto, no quería que pareciera que los agustinos eran el centro de todo y gobernaban", dijo Alvarado.

El último papa León fue conocido por su compromiso con la justicia social. "Dice que quiere una iglesia que escuche la difícil situación de los pobres, y creo que Robert lo va a lograr; va a unir en lugar de dividir", agregó.

Óscar Antonio Murillo Villanueva, de 64 años, sacerdote de la cercana arquidiócesis de Trujillo, manifestó que conoció a Prevost a finales de los años 80 y que el papa lo ayudó tras un período de turbulencia personal.

"Sufría con el dolor del pueblo peruano", comentó. "Nunca se quedó callado de la situaciones de injusticias que sucedían aquí en Trujillo y en Perú (...) temas de las matanzas, la situación de los gobernantes que no hacían nada, de las épocas de las lluvias".

"CALMA EXQUISITA"

Otros recuerdan a Prevost como una persona divertida y serena, que nunca se dejaba llevar por emociones fuertes, aunque decían que podía ser estricto con el rigor académico, llegando a expulsar a estudiantes del seminario por hacer trampa.

José William Rivadeneyra, seminarista y ahora profesor en un colegio religioso de Chiclayo, afirma que Prevost era una persona jovial: "Hacía muchos chistes y eran contagiosos. Tenía un sentido del humor inigualable".

Camacho, quien siguió sirviendo como monaguillo de Prevost cuando este se trasladó más tarde a Trujillo, refirió que nunca lo vio enojado ni sensible, ni siquiera en las circunstancias más difíciles.

"Un día lo encontré pues con su ropa (empacando) y me dijo que estaba viajando a Estados Unidos, 'mi madre ha fallecido'", dijo. "A mi me dio una pena inmensa, creo que lloré por él, pero tenía una tranquilidad, quizá el dolor iba por dentro, como diciendo que ya mi madre esta en manos de Dios, la va a recibir".

Camacho le preguntó entonces a Prevost si podía ponerle a su hija el nombre de su difunta madre y el papa accedió, convirtiéndose posteriormente en el padrino de Mildred Camacho.

Ahora con 29 años, Mildred tiene hijos y afirma haber mantenido contacto con Prevost a medida que ascendía en la Iglesia, hasta llegar al Vaticano.

"Me mandaba cartas, me mandaba correos, me comentaba que tenía viajes, misiones, me enviaba fotos cuando trabajaba en el Vaticano con el papa Juan Pablo II", señaló, mostrando a Reuters fotos que él había compartido.

"Siempre su frase era, tenme presente en tus oraciones, como yo te tengo presente en las mías", manifestó.

(Editado por Carlos Serrano)