Un puente de dólares hacia ninguna parte

Según pudo saber El Destape de fuentes financieras argentinas en Estados Unidos, el Fondo ya decidió un préstamo con desembolsos de entre 11 y 12 mil millones de dólares. El eje de la negociación fue la velocidad de los desembolsos y su destino.

06 de marzo, 2025 | 00.05

El autopercibido como el más liberal de los liberales del planeta es el presidente de un país con una economía con múltiples tipos de cambio y un mercado cambiario híper regulado. Eso es, precisamente, tener un “cepo” cambiario, una definición surgida de la prensa hegemónica en sus tiempos de lucha contra el kirchnerismo, pero que hizo escuela. Si algún economista osa señalar esta inconsistencia entre libertarismo y restricciones cambiarias resulta inevitablemente acusado de “libertarado”. Para ser justos, a veces el Presidente tiene razón. Aunque más temprano que tarde será necesario salir del cepo si se quieren recuperar las inversiones productivas, proponer un liberalismo dogmático bajo cualquier circunstancia no es precisamente un accionar inteligente.

El equipo que le armó el plan a Javier Milei siempre fue absolutamente consciente de que una liberalización total del mercado cambiario, dadas las reservas internacionales netas negativas, era la puerta más directa para que el precio del dólar no encuentre techo, es decir, para disparar una hiperinflación. Ello es así porque la inflación no emerge de la zoncera histórica que la relaciona con la cantidad de dinero, sino que es un fenómeno de costos. De aquí la importancia de los consensos sociales sobre los precios relativos, de la estabilidad política y de mantener a raya la puja distributiva. Si lo que explicase el movimiento de los precios fuese solamente la cantidad de dinero, resolver la inflación sería más simple de lo que prometía Mauricio Macri. Decimos “en principio” porque se está dejando de lado el dato central del carácter endógeno de la cantidad de dinero. 

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Una manera muy esquemática de entender las causas reales de la inflación es decir que es un problema de variación de los costos que forman los precios, lo que conduce a los precios básicos de la economía, que son los salarios, las tarifas y el dólar, precios que a su vez son variables distributivas y cuyo comportamiento responde a otra sumatoria de causas, que no se abordan aquí. A la relación que los precios básicos tienen entre sí se la denomina precios relativos. Al asumir, el gobierno de LLA intentó corregir el problema de los precios relativos que arrastraba la economía por la vía de una fuerte devaluación del peso, es decir encareciendo más del 100 por cien el precio del dólar. Luego de esta corrección inicial optó por anclar dos de los tres precios básicos, el dólar y los salarios. Monetaristas libertarios, pero no bobos.

Anclar el precio del dólar significa que crece menos que la inflación, el resultado matemático es una revaluación del peso, es decir un abaratamiento del dólar. También matemáticamente, si el dólar se abarata los salarios nominados en pesos crecen en dólares, incluso mientras cae su poder adquisitivo interno, porque recuerde el lector que se acaba de decir que el precio del dólar crece por debajo de la inflación. Dicho de otra manera, el aumento de los salarios de los que se jacta el gobierno del aspirante a premio Nobel y su aparato comunicacional es el resultado de una “ficción cambiaria”. Pero al mismo tiempo, el dólar barato sí abarata efectivamente todos los precios que continúan valuados en divisas, como es el caso de todos los bienes y servicios importados, desde los que se compran por Amazon a las vacaciones en el exterior, la panacea del humor de las clases medias.

Aquí es necesario abrir un paréntesis. El fenómeno del abaratamiento de la moneda con la que se realizan las transacciones internacionales, es decir el dólar, suele ser el resultado “normal” del aumento de la productividad de la economía en la que sucede, una dinámica virtuosa que retroalimenta el aumento de las exportaciones, el consecuente aumento de la disponibilidad de divisas y el subsiguiente abaratamiento de la mercancía ahora más abundante, el dólar. Por eso los países con alta productividad tienen “monedas fuertes”. En cambio, lo que sucedió en la economía local post shock devaluatorio de partida fue un abaratamiento “ficticio” del dólar, es decir no un abaratamiento motivado por el aumento de la productividad, lo que además justificaría el aumento de los salarios en moneda dura, sino por el ingreso de capitales de diversa índole: blanqueo, especulativos y endeudamiento. La única manera de que el esquema siga funcionando es con una permanente entrada de capitales. Por eso, todas las expectativas de continuidad se centran en un acuerdo con el FMI que se traduzca en nuevos desembolsos, pero especialmente que estos desembolsos puedan usarse para aquello que se supone está “prohibido según el estatuto”, sostener el precio del dólar. Veamos más de cerca este problema adicional: a los dólares necesarios para sostener el modelo en el presente deben sumársele también los dólares del pasado, es decir los que ingresaron a valorizarse con el “carry trade” y que permitieron anclar la cotización. En consecuencia, la previsión es que los dólares futuros provistos por el FMI se destinarán a pagar los dólares del pasado, es decir a financiar la salida del capital financiero ahora valorizado, pero todavía no realizado. Es el mismo fenómeno que ya sucedió en 2018-19 o dicho de manera más coloquial: el Toto lo hizo de nuevo. Cerramos paréntesis.

Según pudo saber El Destape de fuentes financieras argentinas en Estados Unidos, el Fondo ya decidió un préstamo con desembolsos de entre 11 y 12 mil millones de dólares. Tanto Giorgieva como su número dos, Gopinath, ambas más cerca de la anterior administración demócrata, están de acuerdo. El gobierno quería anunciarlo el pasado sábado en la apertura de sesiones del Congreso. La tapa del New York Times de ese mismo día sobre la criptoestafa fue leída como un mensaje de sus detractores. Sin embargo, serían más fuertes los intereses concurrentes. Los interesados en que el acuerdo salga son todos los representantes de los capitales invertidos en activos argentinos que enfrentarían pérdidas significativas si la salida del actual esquema cambiario fuese de shock. Por eso, el actual debate central con el staff no fue, como en el pasado, por la magnitud de las “condicionalidades”, aunque la prensa local ya haya empezado a listarlas siguiendo la receta tradicional, como las reformas jubilatoria y laboral. El FMI sabe que, tanto en la voluntad como en los hechos el programa de LLA sobrecumple sus demandas clásicas de reformas estructurales. La verdadera disputa fue por la velocidad de los desembolsos y su destino. Lo que espera el gobierno es que el grueso del aporte sea prácticamente de una sola vez, salvo el saldo que se reservará para pagar los vencimientos de enero de 2026. Aquí es importante lector que no se deje marear con la contabilidad de las transacciones entre el Banco Central y el Tesoro. La plata obviamente entrará por el Tesoro y terminará en las reservas del Central. Luego las huestes libertarias dirán que la Base Monetaria es un pasivo del Central y se arbitrará contra ella para sostener la cotización del dólar.

El objetivo del gobierno es que los nuevos fondos sirvan para llegar a las elecciones sin sobresaltos en el nivel del tipo de cambio, ya que quienes rezan que “la inflación es siempre y en todo lugar un fenómeno monetario” saben más que nadie que si el dólar se dispara inmediatamente saltan todos los precios, algo que solo dejaría de suceder en un futuro remoto, cuando años de estabilidad hayan reconstruido la moneda propia. También saben que si vuelve a acelerarse la inflación desaparecerá la principal fuente de legitimidad del oficialismo, lo que pondría en veremos la continuidad del modelo. Otra vez los intereses concurrentes.

La gran duda es si los recursos que aporte el FMI serán suficientes para equilibrar el despilfarro de divisas que entraña el sostenimiento de la sobrevaluación. Aunque desde LLA se empeñen en buscar fantasmas devaluadores por todos los rincones, lo que se observa, especialmente entre los economistas que desean que el programa oficial no colapse, es un llamado a la racionalidad. El propio Domingo Cavallo, sin dudas alguien con background para lidiar con sobrevaluaciones y un economista muy creativo, ya no sabe más cómo sugerir medidas para que la devaluación inevitable sea moderada y ordenada bajo el control del propio gobierno. El oficialismo, en cambio, parece obstinado en sostener la sobrevaluación contra viento y marea. Dado el escenario, la salida quedará sujeta, una vez más, a la “confianza de los mercados”, es decir a la velocidad de salida de los capitales de los activos argentinos vis a vis el nuevo stock de reservas que se construya con los recursos del FMI, velocidad que hoy resulta difícil de predecir.