Javier Milei busca legitimidad en los templos: los vínculos del evangelismo con la doctrina libertaria

12 de julio, 2025 | 19.00

La foto de Javier Milei en la inauguración del flamante templo evangélico de Resistencia, Chaco, no es una rareza sino más bien una representación del momento político que atraviesa la Argentina. Desde que asumió su mandato jamás se mostró para presentar una obra, inaugurar un hospital público, o lanzar un programa social. Pero sí lo hace en eventos privados, en viajes a EEUU o Israel, en convenciones de negocios, congresos conservadores de sectas ideologizadas y universidades privadas financiadas por empresarios de la ultra derecha, y en este caso en uno de los templos más grandes del país frente a más de 15 mil personas.

Desde su pasado como showman mediático y personaje excéntrico de las redes sociales, plataformas que lo catapultaron a la Casa Rosada, el mandatario suele ponerse su traje de predicador de una fe ciega en el Dios Mercado. A veces lo hace con versículos bíblicos, otras veces con citas de economistas liberales, y de vez en cuando con referencias a películas y personajes de la cultura pop. El tono y la impostura es lo que lo caracterizan: mesiánico, escatológico, firme y moralizante. Tal como ocurre con los pastores, su forma de ejercer el liderazgo está minuciosamente trabajada para que parezca un líder transparente, genuino, fresco y comunicativo.

En su disertación en el “Portal del Cielo” habló del “milagro argentino” y volvió a insistir con la idea de una batalla espiritual entre el bien y el mal. Es que, tal como en las escrituras y mitos religiosos, no suele informar o llamar al pueblo a la reflexión, sino que construye una realidad a través de un relato simplista y binario del mundo. Desde su lugar de poder (como lo hizo desde el altar) lo que pone en práctica es un acto político de fe ciega con performance espiritual, cuyo objetivo a corto plazo es el respaldo electoral y territorial, y a la larga la proliferación de un modelo de subjetividad despolitizada, que encaje en el capitalismo financiero y se mueva cómodo entre el ajuste, el riesgo y la adaptación la incertidumbre económica.

El Estado maligno y el milagro de la salvación individual

Existen puntos de coincidencia entre el evangelismo pentecostal y el anarcocapitalismo de los libertarios en su visión del mundo, su idea de sociedad y su concepción moral del éxito y el sufrimiento. De hecho, aunque no tengan una ligazón partidaria explícita, ambas visiones crecen en paralelo, las iglesias pentecostales en su inserción territorial y los libertarios como fenómeno electoral, cultural y sobre todo desde las redes sociales con llegada a población joven de sectores populares. En este sentido, como afirma Carbonelli, los evangélicos crecen en América Latina porque se benefician de los procesos de secularización, destradicionalización e individuación.

A esto se suma un dato histórico que no se puede soslayar: el evangelismo pentecostal no llegó a la región solamente como religión, sino también como proyecto político. Según documentos desclasificados, su expansión en América Latina fue impulsada desde Estados Unidos durante la Guerra Fría como estrategia para frenar el avance de la izquierda, del catolicismo social y de las teologías de la liberación. Las evidencias historiográficas muestran que hubo financiamiento, injerencia y objetivos geopolíticos claros para reemplazar la organización política por el culto emocional y la lucha colectiva por la obediencia espiritual. En Argentina, durante la primavera democrática y el despertar de la diversidad religiosa, se instalaron las ideas centrales del pentecostalismo: la guerra espiritual, la sanación, la prosperidad y el proselitismo. Esta idea del milagro ligado a la cotidianeidad de las personas es lo que conecta con este espíritu de época mesianico que propone Milei.

Ambas narrativas cuestionan la idea de un destino común y una sociedad organizada en torno a lo comunitario. Más bien lo que existe es una red del templo de los fieles en la que encuentran un espacio de sociabilidad acotada y la obtención de ayuda ya sea con temas de deudas o búsqueda de trabajo. Es por eso que profundizan los discursos anti estado y desconfían de lo público, mientras glorifican el mundo de los intereses privados y promocionan el “emprendedorismo” exitoso como modelo espiritual, lo que se lleva bien con la lógica del capitalismo financiero que prioriza la especulación, la autoexplotación y la flexibilización laboral.

El Estado, en este paradigma de pensamiento, aparece como una entidad corrupta y corruptora, un ente maligno en la tierra que impide el despliegue de las libertades individuales, le saca a quienes trabajan y se esfuerzan para darle privilegios a quienes no los merecen (la casta). “El resentimiento es aquel envidioso que no tiene los medios para robarle al otro lo que tiene, y por eso es que se crea ese falso Dios que es el Estado, al cual los envidiosos y resentidos utilizan para adorar, para robarle a la gente los bien, el fruto de su trabajo", expresó Milei en el templo. La figura del topo que viene a destruirlo desde adentro, el desmantelamiento de los bienes y servicios públicos se legitiman a través de su demonización. Eliminarlo es destruir la organización de la sociedad. Sin Estado en su faceta social de bienestar solo queda la coacción muda del mercado y aquel es relegado a las funciones represivas y garantes de la propiedad.

La propuesta, en cambio, es la salvación individual, voluntarista, competitiva y meritocrática. La otra cara de esta construcción híper individualista es que la responsabilidad del destino, del éxito o el fracaso, es solamente de los sujetos. Si no lo lográs, la culpa es tuya. El ejemplo más evidente de esto radica en la demonización de la justicia social, la negación de las relaciones de explotación y la eliminación de los derechos que son reemplazados por decisiones y responsabilidades individuales. “El verdadero significado de justicia es que lo que uno tenga en la vida será en función del mérito y la tenacidad que uno emplea en perseguir sus objetivos. La justicia es una cuestión de retribución, es decir, que cada uno reciba lo que le corresponde - expresó el Presidente - Ellos suelen repetir que nadie se salva solo y nos acusan de individualistas. Pero la realidad es que el capitalismo promueve las únicas comunidades realmente genuinas, donde los individuos se asocian voluntariamente". De esta manera no se piensa en el otro, en el vecino o el compatriota, más que como competencia por los pocos recursos a disposición. Los verdaderos juegos del hambre.

La búsqueda de legitimidad de Milei en los templos funciona, por su capilaridad, como una red territorial. En nuestro país, y en varias naciones de América Latina, la iglesia y el evangelismo pentecostal supieron ocupar durante décadas el espacio que el Estado dejaba vacío, con una lógica conservadora, individualista, tradicional (sobre todo en cuestiones vinculadas a derechos sexuales reproductivos) y despolitizada. El desguace del Estado y el crecimiento de grupos evangélicos y libertarios es el reflejo de la pérdida de densidad de la sociedad civil. Por eso hoy se observa un crecimiento de sus fieles en villas, barrios populares, y zonas olvidadas, y un trabajo social sostenido en comedores, casas de cuidado de niños y ancianos, espacios de recuperación de adicciones, y cárceles. Milei necesita de estas redes territoriales y el sentido que le dan al padecimiento, para sostener el desmantelamiento del Estado y los derechos.

El mercado como Dios y la teología de la prosperidad

El capitalismo moderno está sostenido, como lo analizó Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), por una ética religiosa, una moral protestante que hizo del éxito hoy y aquí una señal de virtud. En esa lógica, el mercado es la divinidad suprema, invisible pero justa, que premia a los virtuosos, a quienes trabajan duro, y castiga a los débiles. Según la teología de la prosperidad el rico es un bendecido y el progreso material de las personas es señal de la presencia divina en sus vidas. Hoy, ese marco se reactualiza con Milei, pero con un giro aún más brutal: el mercado es Dios, y el Estado es el diablo.

En esta nueva religión oficial del ajuste, la justicia social no es una meta, sino un acto de envidia, un pecado igualitarista, una interferencia en el orden natural. El sábado el Presidente lo dijo sin matices: “El envidioso cree que la clave de la economía está en distribuir lo que otros generan. Sin embargo, el orden lógico y moral indica que el dinero viene por el mérito del trabajo, y luego la riqueza material. Es decir, la clave no está en la distribución de la riqueza, sino en la promoción de la virtud, ya que la generación de la misma es consecuencia de la segunda". La pobreza se interpreta como fracaso espiritual y por ende requiere de un mayor esfuerzo. La clave de la alianza entre estos sectores no es sólo ideológica, sino emocional. Lo que une a Milei con los sectores evangelistas, además del rechazo al Estado, es una ética de la crueldad explícita: la convicción de que el sufrimiento dignifica y el sacrificio enaltece. Aquí se da una doble alienación con dios y con el dinero. En épocas de crisis hay vivos que hacen negocios con la desesperación y el dolor de las personas.