Está todo a la vista. Como siempre pero más que nunca. El apoyo de la administración Trump que Javier Milei fue a buscar, y en primera instancia obtuvo, es brutalmente partidario y desembozadamente electoral. No es una ayuda para la Argentina. Es una ayuda para que Milei gane las elecciones. Y por lo tanto es una ayuda “contra” los argentinos en el sentido de que busca distorsionar el veredicto que va a dar la sociedad sobre estos dos años de gobierno y que podían poner fin prematuro al experimento anarcocapitalista. Un seguro para la continuidad del gobierno que les garantiza un alineamiento geopolítico favorable en cualquier circunstancia. Eso debería quedar claro cuando, en el futuro, en dos meses o en dos años o en seis, otros gobierno reciba reclamos por el pago de esa deuda.
La última vez tuvimos que esperar dos años para escuchar, en boca de un funcionario norteamericano, lo que todos sabíamos desde el comienzo. En julio de 2020, el exrepresentante de Donald Trump en el Fondo Monetario Intencional, Claver Carone, contó en una conferencia en Chile que gracias a su gestión se había aprobado el programa más grande de la historia de ese organismo para rescatar al gobierno de Mauricio Macri debido al interés de la Casa Blanca en Latinoamérica y el rol que juega Argentina en tal escenario. “Que se haya mal manejado el programa, que no se haya ejecutado bien por parte de la Argentina, y les haya costado una elección, es una cuestión”, señaló Carone. Esta vez la confirmación fue instantánea y en boca del presidente Trump y su secretario del Tesoro.
Scott Bessent y Claver Carone fueron las dos piezas clave que destrabaron este nuevo rescate que por ahora es más político que financiero. Ambos vienen de entornos y sectores distintos, casi opuestos, pero encontraron un punto de encuentro: son dos de los principales halcones anti China del gobierno republicano y descubrieron, juntos, en la fragilidad del gobierno de Milei, un atajo para cortar camino en un sentido que ya tenían decidido transitar, aunque a un paso más lento: la deschinificación de América Latina. Y tienen en la Argentina una cabecera de playa casi de manual. En un continente donde la mayoría de los gobiernos son reactivos a Washington, el segundo país más importante y más extenso, con enormes recursos estratégicos, tiene un gobierno dispuesto a regalarse con moño.
Del contundente menú de ayudas posibles desplegado por Bessent en su mensaje de ayer por la mañana la prioridad, para Estados Unidos, pasa por el SWAP de monedas, que no reportaría mayores beneficios a la Argentina toda vez que se le exija cancelar la herramienta análoga que tiene hoy activa con Beijing, por un monto similar. El propio Carone había expresado este año de forma pública que esperaba ese paso del gobierno de Milei. La decisión, que no aliviará sustancialmente las finanzas criollas, sí puede traerle algunos problemas en el campo del comercio exterior, en el que China representa una parte irremplazable. De todas formas, los aspectos técnicos de esta herramienta todavía deben resolverse. Los anuncios, aunque grandilocuentes, marcaron el inicio de las negociaciones y no su cierre.
Excepto eso, en la comitiva argentina reconocen que no está en los planes de Bessent, ni de Trump (quien a duras penas se encuentra al tanto de estas gestiones) hacer desembolsos. Esperan que las palabras y el apoyo marginal de otros organismos como el BID y el Banco Mundial se encarguen de la tarea de llevar, sano y salvo, al gobierno de Milei, hasta las elecciones del 26 de octubre. Ese respaldo, sumado a la liquidación adelantada de siete mil millones de dólares del agro, deberían alcanzar para llegar a esa meta surfeando la banda superior del precio de la divisa sin mucho stress, a pesar de que se incremente, como siempre, la demanda de dólares a medida que se acercan los comicios. Es que todos dan por sentado que el día después se viene una devaluación.
Si Milei gana, eso podría alcanzar para que baje el riesgo país a zona de acceso a los mercados, y de esa manera renovar la deuda privada que vence en 2026, espantando los escenarios de default. La devaluación, en tal caso, podría ser controlada y sin un pase a precios considerable, a causa de la enorme recesión. De todas formas, incluso en tal escenario, que no coincide, hoy, con los pronósticos del oficialismo ni de la oposición, el presidente argentino deberá mostrar una cintura política y una capacidad para reconstruir acuerdos que hasta ahora no le conocemos; dar cuenta por los escándalos de corrupción; y sobre todo encontrar la manera de que la economía real se reactive. Caso contrario, más temprano que tarde va a reencontrarse con los problemas que lo trajeron hasta acá.
Si pierde… Bueno, esa es la pregunta que nadie se anima a contestar. El presidente convirtió una elección de medio término, instancia usualmente favorable para los oficialismos con poco kilometraje, en un plebiscito cuesta arriba. Es Patria o Trump, Argentina o Milei; es recuperar la soberanía del país, que nos está siendo enajenada desde el 10 de diciembre de 2023, o avalar la entrega completa; es imponer a este gobierno forajido y sus capi criminali en DC, los Carone y los Bessent, el peso de la Constitución Nacional, o resignarse a perder los últimos trazos de democracia que nos quedan; es frenar a tiempo esta nueva deuda, la más gruesa de las cadenas que han intentado ponerle al pueblo argentino en su historia, o quedar presos de esos grilletes quién sabe por cuánto tiempo más.