"Voy a dejar de usar insultos, a ver si están en condiciones de poder discutir ideas", anunció Javier Milei la semana pasada en una nueva presentación en la Fundación Faro, el think tank y organismo de recaudación de la ultraderecha local. De esa manera, el Presidente buscó darle un motivo virtuoso al abandono de la forma grosera de expresarse que lo caracterizó desde sus épocas de panelista televisivo. El problema es que ahora está a cargo del gobierno y sus insultos causan cada vez menos gracia y más irritación. Así surge de un trabajo realizado por los especialistas en comunicación política Patricia Nigro y Mario Riorda, donde un 37% de quienes se declararon simpatizantes de Milei desaprobaron su estilo de comunicación. "Existen claros signos de rechazo al estilo discursivo incivil del presidente argentino", resumieron. La intriga será ver a Milei de nuevo en campaña -el jueves encabezará un acto en La Plata- sin dedicar insultos a opositores y críticos y debatiendo "ideas", genera el mismo interés que el chabacano que conocemos.
"La dictadura de las formas. Vamos a enfrentarlos respetándoles sus formas", masculló Milei al hacer el anuncio ante el auditorio de simpatizantes. La "dictadura" vendría a ser que no utilice su cargo de presidente para abusar de poder e insultar a cualquiera que se anime a expresar alguna crítica contra sus políticas. En eso no sólo entran dirigentes opositores, sino también economistas, periodistas y hasta artistas que digan algo que no sean de su agrado. Un informe realizado por La Nación concluyó que en su primer año como presidente, Milei lanzó 4.149 expresiones insultantes contra estas personas que identificó como sus enemigos. Pero durante este 2025 el Presidente incrementó el promedio: en los últimos 100 días profirió 611 insultos, 57 de los cuales incluyeron referencias sexuales, una de sus especialidades.
El recurso, muy del manual de las ultraderechas en boga, le permitió conectar con un sector de la sociedad frustrado por su situación económica y desencantado con la clase política. "Mandril", se convirtió en el calificativo más utilizado para designar adversarios. "Romper el culo", "imbéciles", "pelotudos", "la tienen adentro", "meter en el orto"; fueron algunas otras de las expresiones usadas con frecuencia en lo que va del año. Pero, con una economía que no despega y cada vez más afectados por el cuadro laboral, el recurso pasó de una simpática expresión anticasta a algo que enoja. De acuerdo al trabajo sobre "Discursos de Incivilidad" de Nigro y Riorda, un 14,9% de los simpatizantes de Milei desaprueban parcialmente y otro 22,1% desaprueban completamente el estilo de comunicación presidencial.
Los especialistas tomaron el término "incivilidad" de autores como Emily Sydnor que denominan de esa manera los mensajes que excluyen ciudadanía y derechos, niegan a la otredad y la humillan y estigmatizan. "Esos discursos de exclusión tienen algunas características como la exageración, la ausencia de verdad, la reproducción oficial de ecosistemas alternativos no oficiales, la violencia explícita, la asimetría mediática desde donde son ejercidos y la hostilidad digital contra sus oponentes, entre otros", explicaron. En Milei todos esos componentes están muy presentes. Un 43,4% de sus simpatizantes respondieron que "frecuentemente" o "siempre" el Presidente actúa en sus actos y discursos usando el miedo, la amenaza y la agresividad contra quienes piensan distinto. Obviamente, ese porcentaje subió a un casi absoluto 96,8% entre quienes se identificaron opositores al Gobierno.
El trabajo es extenso y, en base a las respuestas, queda claro que hasta los propios apoyos de Milei entienden que el camino elegido por el Presidente deriva en un mayor autoritarismo. Un 32,4% de sus simpatizantes consideró muy inaceptable y otro 26,5% algo inaceptable -un total de 58,9%- que use constantemente apodos despectivos y deshumanizantes contra sus rivales políticos. "Se registra una clara percepción de daño democrático y afectación de la calidad del debate público, la convivencia social, la participación electoral y la relación con los medios, asociada al estilo discursivo de incivilidad del presidente argentino", sostuvieron Nigro y Riorda que publicarán un estudio similar sobre el presidente salvadoreño Nayib Bukele y el costarricense Rodrigo Chaves Robles, ambos en la misma lógica del lenguaje violento contra sus adversarios.
Curiosamente, la mayoría de los consultados, sean oficialistas -55,4%- u opositores -65,3%- al gobierno de Milei, respondieron que prefirían un estilo "crítico pero respetuoso" en los políticos. Lógico, entre los simpatizantes libertarios hubo una mayor inclinación -16,2%- por el modo "combativo y agresivo" que los opositores -1,4%- y ambos coincidieron en que la alternativo de un "diplomático y técnico" era aceptable. Parece difícil que alguien de esas características reúna un liderazgo político fuerte en Argentina.
Un dato preocupante que dejó el trabajo tiene que ver con la salud democrática del país. Un 14,4% de los simpatizantes de Milei entrevistados respondió que "en algunas circunstancias un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático". Otro 8,6% dijo que le daba lo mismo que el gobierno fuera democrático o no. Para los autores se trata de una minoría. "La defensa de la democracia es altamente mayoritaria en la Argentina, tanto en opositores como en simpatizantes. Sin embargo, cerca de un 25% de los simpatizantes de Milei apoyarían opciones no democráticas y un 6% de sus opositores. El número preocupa, pero es marcadamente menor a valores registrados en otras mediciones comparadas en la región", concluyeron.