En el Día Nacional del Derecho a la Identidad, fecha alusiva a la primera reunión de las Abuelas de Plaza de Mayo en el inicio de esta búsqueda colectiva, Estela de Carlotto, la figura central de la institución reconocida mundialmente, recibe a El Destape para hacer un recorrido de su militancia por la búsqueda de la verdad. La organización a la que vio nacer encontró, desde la inclusión de las familias que hallaron a sus seres queridos, una solidez y un funcionamiento que resistirá al paso del tiempo y al paso terrenal de las Abuelas en esta vida. En la organización participan, a su vez, nietos restituidos y grupos familiares que todavía continúan con la búsqueda.
“Todavía puedo hacer muchas cosas” dice Estela, la “abuela colectiva”, la mujer que nació en la Ciudad de Buenos Aires durante la primavera de 1930 y a los 10 años se mudó con su familia a La Plata donde aún vive. Se casó con Guido Carlotto y juntos tuvieron cuatro hijos: Laura, Claudia, Guido y Remo.
Su vida daría un giro el día que su hija Laura, quien estudiaba historia en la Universidad Nacional de La Plata, fuera secuestrada a sus 23 años junto a su pareja Walmir Montoya y embarazada de su hijo Ignacio. Se pudo reconstruir su paso por el centro clandestino de detención “La Cacha” ubicado en La Plata y saber a ciencia cierta que dio a luz a su hijo en el Hospital Militar de la Ciudad de Buenos Aires, bebé que secuestrado y apropiado. En medio de la sanguinaria dictadura, el 25 de agosto de 1978, el cuerpo de Laura apareció en Isidro Casanova.
El dolor de la historia personal de Estela como madre pudo sanar una herida en su dolor como abuela cuando, el 5 de agosto de 2014, Abuelas de Plaza de Mayo anunció la identificación del nieto recuperado 114, su nieto, Ignacio Montoya Carlotto.
¿Cómo era tu vida antes de la formación de Abuelas de Plaza de Mayo?
Mi profesión fue ser docente, yo era directora de una escuela primaria, pero la vida que me tocó vivir no fue la pensada. Era feliz con mis hijos hasta que la dictadura comenzó a secuestrar nietos, niños. Así fue como muchas familias perdieron a sus familiares. Fue ahí que me jubilé y me dediqué a protegerlos. El primero en ser secuestrado por 20 días fue mi esposo, luego fue liberado, pero ya se había transformado en otra persona, con una salud deteriorada que lo llevó a la muerte. A la mayor de mis hijas, Laura, la torturaron, la tuvieron en un pozo, un lugar que hoy se puede visitar para que vean dónde la tenían. Por supuesto, después de eso no iba a seguir siendo docente. Mi vida se transformó completamente.
¿Cómo fueron esos primeros días de las Abuelas de Plaza de Mayo en 1977?
Sin tener miedo, con dolor y preocupación, nos empezamos a juntar las mujeres. Yo le prohibí la presencia a mi marido, por ejemplo, porque los hombres eran vistos como los peligrosos y las mujeres como las tontas. Íbamos a la plaza a hacer una presentación informal incluso sabiendo que corría peligro nuestra vida. Recuerdo esa primera visita a la plaza, a ver si se asomaba el gobierno nefasto. Primero fue todo sin saber qué hacer, éramos mujeres que mirábamos a los chiquitos al salir de la escuela para ver si reconocíamos a alguien. Fue todo aprender porque era algo que estábamos inventando. Nos encontrábamos, teníamos llamados. Me decían ‘Estela, vamos a tomar el té" y yo iba desde La Plata, hacíamos todo un simulacro de tomar el té porque cuando se iba el mozo o la moza, firmábamos papeles que teníamos que presentar.
¿De qué forma se convirtió en lo que es Abuelas de Plaza de Mayo hoy?
Se formó esta institución, progresó y fue reconocida globalmente. Recorrimos infinitos mundos y nos recibieron todos con mucho respeto. Lo hicimos para que todos sepan quiénes somos y qué hacíamos. Poníamos nuestra plata para viajar y dormíamos en el suelo en Europa. Me ha tocado entrar a lugares en los que de antemano no sabías si salías, con uniformados de Estados Unidos pidiendo datos de los desaparecidos. Siempre viajamos dos abuelas, dos personas para sostenernos, acompañarnos y cuidarnos. Después ya habíamos dejado de ser una cosa suelta de pocas personas. Nos ayudaron económicamente también organismos y autoridades. Fue todo un aprendizaje permanente. Que Abuelas logre un status, formar una comisión directiva, que en Estados Unidos nos ayuden muchísimo con la parte genética, Mary-Claire King, una gran amiga, que todavía sigue siéndolo.
¿Qué se siente al encontrar un nieto o una nieta?
Cada restitución es un triunfo y es una alegría para la familia que recupera la persona que estaba desaparecida. Son momentos, a veces difíciles de describir por la emoción que genera el encuentro. El último nieto que se encontró con su hermana, una hermana que conocí cuando ella era chiquita, cuando como abuela de Plaza de Mayo fui a Bahía Blanca. Esa nenita que yo vi ahora es una mujer que trabaja magnificamente bien por los derechos humanos en Abuelas. Se conocieron primero siendo desconocidos. La mamá dio a luz un varón que estábamos buscando y que ahora se conozcan como hermanos es muy emotivo.
¿Qué ves hoy a la distancia después de todo este camino recorrido?
Es una vida que no me arrepiento de haberla vivido y quisiera que nunca más, ni en nuestro país ni en ningún otro, tenga alguien que vivir lo que nos tocó vivir.
¿Cuál es el futuro que tiene por delante Abuelas de Plaza de Mayo?
Seguimos trabajando. Quedan los nietos. Nosotros calculamos algo más de 300. Tenemos un trabajo. Hay papeles que están guardados para ellos, para cuando sean encontrados. El archivo biográfico familiar es una cosa maravillosa, ahí está esperando a ser entregado al nieto encontrado. La institución está fuerte, está reconocida y respetada por todo el mundo. Todavía puedo hacer muchas cosas, pero no todas las que hacía o quisiera hacer.
Recordá que podes colaborar con las Abuelas de Plaza de Mayo para que la lucha por la identidad continúe haciendo click aquí.
