El doble femicidio de Córdoba, cometido por Pablo Laurta, no fue un crimen aislado sino el desenlace extremo de una trama que venía escribiéndose hace años en los márgenes de Internet, y se potenció recientemente con el avance de la ultra derecha y la llegada al gobierno de Javier Milei. Lautra no fue solo un asesino: fue antes un activo militante y referente de Varones Unidos, una organización uruguaya que forma parte del entramado antifeminista rioplatense y hoy se conecta con lo que a nivel global se conoce como la manósfera, ecosistema digital donde se celebran las jerarquías masculinas, se niega la violencia de género y se enseña a odiar a las mujeres como si se tratara de un acto de defensa y justicia.
En ese universo, la masculinidad se presenta como una identidad en peligro y el feminismo como su mayor amenaza. Los varones son interpelados como víctimas de una “ideología de género” que habría “destruido la familia”, “corrompido la educación” y “puesto al Estado del lado de las mujeres”. Así, el malestar individual y resentimiento se convierte en combustible político, en una causa compartida contra las banderas de la igualdad. Esa es la arquitectura del odio: un discurso que traduce la pérdida simbólica de privilegios en un mandato de revancha.
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En la Argentina, ese clima no solo circula en redes o foros digitales: encuentra validación desde arriba. El gobierno libertario y su entorno mediático han dado a esa reacción patriarcal una plataforma estatal. Desde la eliminación del Ministerio de las Mujeres, Género y Diveridad, y el desfinanciamiento de políticas contra la violencia, hasta el uso del lenguaje de la “libertad” para deslegitimar los feminismos, o la negación de los femicidios, se consolida una narrativa que naturaliza el retroceso como si fuera una corrección de orden moral. El antifeminismo dejó de ser un discurso marginal para convertirse en una parte central del repertorio oficial de las nuevas derechas.
El antropólogo Pablo Camacho Spositto investigó cómo se organizan estos espacios y qué lógicas de sentido los sostienen. En su trabajo “Entre dientes. Discursos, argumentos y trayectorias de un integrante de Varones Unidos”, logra desarmar las bases simbólicas de estos grupos de reacción y analiza cómo fabrican consensos, cómo construyen identidad masculina a partir del odio y cómo convierten el miedo en política.
En tu investigación describís a Varones Unidos como un “grupo de reacción”, un espacio que no busca crear algo nuevo sino frenar los cambios que amenazan el orden patriarcal. En el caso del doble femicidio de Córdoba, el asesino y militante de Varones Unidos, encarna esa reacción en su forma más extrema. ¿Qué continuidades y rupturas ves entre los discursos del grupo y la acción violenta de este hombre? ¿Podemos pensar que el crimen no fue un hecho individual, sino el resultado de una lógica colectiva,?
Sí. Pablo Laurta y Varones Unidos es un caso específico, pero en realidad este discurso y el discurso de violencia, que apoya a este tipo de situaciones, existe y está vivo en otras agrupaciones, en otros políticos, en otros influencers, en otros pensadores. Por eso creo que hay que hacer mucho hincapié en esto, y creo que lo ha planteado mucho la antropología, esta idea de ver más allá del caso en particular, ver cómo se mueven las estructuras, qué elementos hay detrás del caso específico, ver cómo se relacionan estos grupos, ver cómo se están moviendo constantemente entre lo nacional y lo internacional, ver cómo también se mueven en espacios políticos y en espacios públicos, ver cómo generan discursos que tienen un eco en actores políticos y en las calles. Ahí creo que radica la importancia de analizar estos casos más allá. Y obviamente en el caso de Pablo Laurta, este doble feminicidio, el asesinato del chofer del remis y el secuestro de su hijo, también debemos lograr ver qué estructuras están habilitando esas acciones.
¿Cómo construyen estos grupos una narrativa del “varón víctima”? ¿Qué operaciones discursivas hacen para invertir la relación entre opresor y oprimida?
Esta relación cambia e invierte los papeles de opresión y oprimido. Es decir, las mujeres dentro del discurso de Varones Unidos comienzan a tener muchos más derechos y presionar a los hombres para lograr más poder. Esto queda claro en las argumentaciones que utilizan, por ejemplo, entre ellas, el hablar de las denuncias falsas. Lo que plantean es que la gran mayoría de las denuncias que se hacen por violencia de género son en realidad construcciones o mentiras de las mujeres en despecho por sus exparejas. Esto coloca a los hombres como víctimas de un sistema donde las mujeres se aprovechan de las ventajas legales que supuestamente les da el marco. No hay una investigación fehaciente ni científica que asegure que en realidad la gran mayoría de denuncias son falsas.
¿Qué papel juega la idea de “ideología de género” en esa construcción?
Creo que está bueno también definir qué es la ideología de género. Entre muchos autores que hemos trabajado creo yo que Mara Viveros una antropóloga colombiana define perfectamente cómo es que se va construyendo esta idea de ideología de género que funciona como una especie de paraguas conceptual, y cualquier elemento que yo quiera construir como enemigo lo voy a colocar dentro de este sistema. No solamente es el feminismo, sino también la izquierda. Esto lo construye en un elemento muy adaptativo y que es bastante utilizado por los discursos anti género en nuestro país y en casi toda Latinoamérica. Así se construye una lógica y se construye un otro como opuesto, un enemigo a derrotar. Es totalmente imposible tender un puente con ese otro y, lo único que queda es enfrentarlo. El concepto de ideología de género funciona principalmente como la caracterización del enemigo, es decir, es un concepto que está totalmente vacío en sí.
¿Qué tipo de masculinidad se promueve dentro de estos espacios?
Principalmente una masculinidad que nosotros llamamos tradicional, basada en la heteronormatividad, en la heterosexualidad, en un hombre paterfamilias que controla y es la cabeza de su casa, es la persona que trabaja y trae el dinero, mientras la mujer queda reducida a las labores domésticas y a la crianza de los niños. Esta no es una idea solamente de Varones Unidos, pensemos en discursos o en construcciones como las Tradwifes, este regreso del hombre al hogar para controlar este avance del feminismo.
¿Pero es compatible este modelo con la realidad socioeconómica actual?
Justamente esta idea genera presiones internas en los hombres porque es un ideal muy difícil en este mundo capitalista y explotador. Recuerdo una entrevista en la que uno de ellos me planteaba que ‘todo bien con esto de que nosotros decimos bueno la mujer tiene que estar en la casa y los hombres tienen que ir a trabajar. Pero, ¿cómo hago cuando no tengo trabajo? ¿Cómo hago cuando en realidad necesito mi trabajo con mi sueldo? No me da para vivir. ¿Cómo hago para mantener este sistema de género en un mundo donde cada vez tengo menos dinero, donde estoy explotado, donde no puedo responder a lo que supuestamente el sistema de género me pide?’. Esto genera muchísimos problemas en los hombres que intentan llegar a esta masculinidad hegemónica tradicional.
¿Por qué es tan eficaz toda esta construcción a la hora de movilizar emociones y justificar agresiones?
Por que según el discurso de Varones Unidos las nuevas legislaciones relativas al género, como es la Ley Integral para Personas Trans, la Ley de Violencia de Género, la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, entre otras cosas, generan una ruptura en el sistema familiar, debilitando a la familia tradicional, y haciéndola perder valores y derechos a los hombres, ante las mujeres. Estos nuevos derechos que se le otorgan según le dan más poder a las mujeres y por lo tanto los hombres empiezan a perder presencia dentro de sus casas. Sienten que necesitan un regreso a esa paterfamilia de este hombre que controla su hogar, que ellos plantean como la idea de masculinidad positiva. Dentro de este planteo lo que se resalta es que las mujeres en realidad toman un lugar de excesos, y eso se debe detener, esta tarea del hombre especialmente, de estos grupos, es detener el avance del feminismo y de la ideología de género para evitar que se siga perdiendo derechos que para ellos son naturales a los hombres.
¿Podes vincular esto con los textos que escribía Laurta y sus declaraciones luego de los asesinatos?
Pablo Laurta planteaba lo mismo. Él desde sus cuentas de Twitter personal, incluso desde las cuentas de Varones Unidos, comienza a replicar este mensaje. Incluso vemos cómo el mensaje se va radicalizando cada vez más, llegando a la cúspide de pedir y plantear la idea de la represión como único elemento para enfrentar y detener este avance feminista. Así, en este marco argumentativo y discursivo, la violencia queda totalmente aceptada. En sí, los medios no son lo importante, sino el fin, que es detener el avance del feminismo ante este ataque a la familia tradicional.
En tus entrevistas, ¿qué emociones aparecían con más fuerza? ¿Rencor, miedo, frustración, deseo de revancha? ¿Podemos hablar de un odio moral, más que político?
Es interesante lo que preguntás sobre la emocionalidad. Creo que aparecen muchos estados dentro de estas emociones. Obviamente sentimientos de miedo, de revancha, sentimientos de no entender qué es lo que se está construyendo, qué es lo que está apareciendo, cómo se construye ese otro. También hay elementos de lo que Judith Butler llama el Pánico moral, este miedo que tenemos al cambio, a lo nuevo. Es miedo y también hay relatos de heroísmo, se coloca a muchos de estos hombres como grandes mártires que fueron víctimas del feminismo, la ideología de género y las políticas de género. También está esta idea de enorgullecerse de esos héroes y de estas construcciones, por esto también creo yo que se justifica un poco lo que marca Pablo Laurta cuando dice que la asesina por justicia.
¿Cuál sería la batalla moral que encabezan?
La idea de odio moral. Yo creo que el odio siempre es moral en realidad nunca es político. La política en realidad es el intercambio, es la idea, tender puentes, intercambiar ideas, es el conflicto y nos genera a nosotros como seres humanos. Creo que el odio siempre es moral, siempre parte del choque de moralidades. Muchas veces las moralidades son basadas en sistemas éticos, donde no transamos. Y creo que ahí es donde está algo interesante: la discusión y la batalla que plantea Varones Unidos, así como otra gran cantidad de grupos, es que es una batalla que se debe dar y no se puede tender puentes. Se está construyendo siempre la idea del otro como un enemigo y un enemigo a derrotar.
Una pregunta clave: ¿cómo logran convencer a otros varones? ¿Cómo transforman el malestar individual (frustración, divorcio, pérdida de poder) en un odio compartido hacia las mujeres y el feminismo?
Yo creo que para contestar esa pregunta se necesita primero hacer un ejercicio que muchas veces no hacemos desde la militancia y sí podemos hacerlo desde la investigación y en especial la antropología. Estas personas no solamente son parte de este movimiento, y muchas veces desde la militancia se los puede tildar de fascistas o se los puede tirar de loquitos o una cantidad de otras cosas más. Y eso es un gravísimo error. Allí no hay loquitos ni nadie que sea irracional. Al contrario, su pensamiento tiene una lógica y una razón. Y sobre todo, son personas. Entonces, así como nosotros, ellos también necesitan un oído, una comprensión, un momento de afecto, necesitan ser escuchados, compartir ciertos códigos y sentirse parte de un grupo. Muchas veces estos grupos lo que generan es eso, un espacio también discursivo donde lo que yo hablo y digo es recibido por el otro que no me va a juzgar. Si yo planteo esta idea de que las mujeres están excedidas, de que la denuncia que tuve fue falsa, y encuentro un lugar donde hay un otro que comparte, escucha, y posiblemente reafirme y me dé la razón en eso, eso genera un sistema de empatía, que en realidad se convierte en un círculo del que es difícil salir. Así van ganando cada vez adeptos y más adeptos.
¿Cómo se puede romper este círculo?
Creo pensar una salida implica pensar políticas para atenuar estos mensajes de odio y principalmente trabajar con las personas que han cometido situaciones de violencia y abusos. Porque estos grupos principalmente atacan a eso y apuntan a eso, a esa emotividad, a esa idea de que hay otro igual y que ese otro igual me entiende, y me ayuda, y me indica un norte al cual debo seguir.
Varones Unidos evita definirse como partido o agrupación política, pero se alinea con discursos de la ultra derecha liberal y religiosa, y genera acciones políticas . ¿Cómo explicás esa plasticidad ideológica? ¿ Cuál es el objetivo atrás de la acción política?
Yo creo que esta plasticidad política e ideológica es lo que le da a Varones Unidos esta gran adhesión al momento de establecer una proclama. Para ellos el fin último de la organización es terminar con este avance de la ideología de género y del feminismo. No plantean si esto va hacia la izquierda o hacia la derecha, si se pueden aliar con partidos de derecha o con partidos de izquierda. Si bien obviamente por algunas afinidades tal vez discursivas se han aliado con partidos de derecha, una alianza con partidos de izquierda tampoco está mal vista. Ellos lo planteaban de manera muy clara cuando decían no queremos quedar pegados a partidos políticos, porque no sabemos dónde podemos encontrar un aliado. Esta idea de que el fin último siempre va a ser la batalla cultural, el fin último siempre va a ser derrotar al feminismo, el fin último siempre va a ser detener a la ideología de género.
Muchos de estos militantes se apoyan en discursos judiciales o pseudocientíficos, por ejemplo, el “síndrome de alienación parental” o denuncias falsas. ¿Qué vínculos observaste entre estos grupos y el sistema judicial, o con ciertos sectores profesionales que validan sus ideas?
Bueno, el SAP o Síndrome de Alienación Parental es uno de los argumentos más importantes que han utilizado estos grupos a la hora de defenderse, a la hora de apoyar a muchos abusadores, especialmente de menores o personas que han cometido violencia de género. Las relaciones con el sistema jurídico en realidad no las indagué. Sí han tenido grandes batallas legales, especialmente apoyando las reformas en la Ley de tenencia compartida, que hubo en Uruguay hasta hace muy pocos años. Y también creo yo que hay algunos espacios de debate como los que se hicieron durante el anterior gobierno, por un decreto presidencial donde se intentó modificar la ley de violencia integral basada en género, que estas modificaciones respondían un poco a los reclamos de estos grupos, como son varones unidos. Por suerte al final quedaron nulas.
¿Cómo se conectan los contenidos locales (memes, publicaciones, notas en su web) con el repertorio transnacional de la manosfera (Laje, Márquez, Andrew Tate)?
Bueno, los elementos discursivos que hemos estado charlando principalmente provienen y son parte de la argumentación que tienen otros sectores políticos, como es el caso de Laje y Márquez. Es leer el Libro Negro de la nueva izquierda y ver cómo estos argumentos se repiten. También la batalla cultural, entre otros libros de Laje. La idea de que el feminismo está desbordado, que en realidad hay una disonancia entre los derechos de los hombres y las mujeres, en favorecer a las mujeres, donde hay unas especie de élites conspirativas detrás de todos estos elementos, donde el feminismo es manejado desde las sombras por grandes élites mundiales. Todo es parte del discurso de Laje y Márquez, entre otros. La relación discursiva que se da entre estos grupos es vital para entender también cómo se da esta avanzada.
En tu trabajo mostrás que Varones Unidos usa las redes sociales como plataforma de expansión y legitimación. ¿Qué papel juega el entorno digital en la radicalización de sus miembros?
Los medios digitales, el algoritmo, en vez de abrirnos a nuevas ideas, nuevas formas de pensar, nos van a recomendar cosas que para nosotros sean importantes. Así se va generando una especie de círculo donde todo lo que veo, todo lo que estoy consumiendo constantemente en las redes sociales va a nutrir mi propio discurso. Así el discurso se vuelve una espiral constante, sin ninguna crítica y donde en realidad cada vez voy reafirmando muchísimo más mi verdad. Es cuestión de un par de tweets para que se radicalicen. Cualquier cosa que venga a opinar o a ir en contra de mi verdad, posiblemente la voy a colocar en esta otredad enemiga que intenta desmantelar mis firmes sistemas de principios y valores. Estas construcciones de verdad son vitales y son basadas en un fuerte componente emocional por lo tanto cualquier cosa que venga a criticar debe ser acallada.
¿Qué responsabilidad tienen los actores públicos como políticos, influencers, periodistas que replican o amplifican este tipo de discursos?
Cuando hablamos de los influencers, los actores políticos, los otros grupos, tenemos que hablar de, en realidad, cómo se van generando y gestando los discursos de odio que no son muchas veces un insulto, o la idea de que hay que matar a tal o a cual, sino que son discursos que abren posibilidades, discursos que pueden materializar o generar espacios donde las violencias sí estén garantizadas. Así van construyendo narrativas donde la violencia no está censurada, donde se plantea esta idea de detener a cualquier costo este avance y así, quieran o no, se va generando un discurso de odio.
Vos hablás de la creación de un “sentido común reaccionario”. ¿Cómo lo construyen? ¿Qué estrategias discursivas y emocionales usan para que sus ideas parezcan “de sentido común” y no extremas?
Esta idea de sentido común es una idea que, en realidad, la estoy repensando y reviendo. Ahora me gusta más hablar de generar verdad, y no sentido ¿no? Hablo de esta idea de generar verdad con mayúscula, una verdad inamovible, una verdad claramente contraria a lo que es el pensamiento científico. Para estos grupos la verdad “la poseemos nosotros” y “somos los que iluminamos al resto de la humanidad”, debemos iluminar en relaciones de género, debemos iluminar ante este avance descontrolado del feminismo y detenerlo. Esa verdad principalmente se construye lanzando una idea a través de redes sociales o a través de un medio público. Muchos de los grupos comienzan a tomar esta idea y la empiezan a difundir, también actores políticos, actores sociales, comienzan a tomar esta idea y a difundirla. Todo lo que venga a ir en contra de esta verdad puede ser tildado de enemigo. Así se van construyendo unos lentes que permiten ver la realidad en base a esos ojo y la emocionalidad. Es decir, construimos un enemigo, construimos una otredad como un enemigo al que hay que derrotar. Y la batalla funciona como un faro moral, un faro de vida, un elemento vital para las personas que están ahí, el sentimiento es muy fuerte y marca el movimiento de estos grupos.