Hasta ahora, Alberti, ciudad de la Provincia de Buenos Aires con una población de unos 12.000 habitantes, podía ufanarse de haber sido el lugar de nacimiento de una personalidad de la ciencia como María Teresa Dova, la física argentina que participó en el descubrimiento del bosón de Higgs (motivo del Nobel 2013) y recientemente laureada con el Premio L’Oréal-Unesco Internacional Por las Mujeres en la Ciencia. Pero dentro de aproximadamente un mes sumará otro motivo de orgullo por un logro único en el país: el primer observatorio de la pampa húmeda, un nodo de educación, investigación y divulgación de la astronomía fruto de la iniciativa de un profesor de física y licenciado en historia, del apoyo de su intendente, Germán Lago, y de las autoridades de la Provincia de Buenos Aires, que lo convirtieron en una dependencia de la Dirección General de Cultura y Educación para que su estructura y recursos estén asegurados dentro del sistema educativo.
Ya en la recta final, el centro “Cielos Albertinos” corona casi una década de esfuerzos que acompañó toda la comunidad y que se dedicará a hacer divulgación de la astronomía, investigar e inspirar vocaciones científicas, y organizar actividades astroturísticas.
Contará con cuatro telescopios newtonianos [que utilizan un espejo cóncavo primario y un espejo secundario plano diagonal para reflejar la luz hacia el ocular, y permiten hacer astrofotografía, tomar mediciones y ver con nitidez distintos objetos celestes] de 200 milímetros de diámetro. Uno de ellos tiene “seguimiento”; o sea, que va compensando la rotación de la tierra para que se vea el objeto siempre en el mismo lugar. También tendrá ocho binoculares, filtros solares y una cámara para tomar fotografías del cielo. Además, dispondrá de un telescopio refractor [que en lugar de espejos, captura la luz de objetos distantes y la dirige hacia el ocular, donde se puede observar la imagen ampliada, por medio de lentes]. Eso solo ya sería suficiente, pero en los próximos setenta días, cuando esté completamente finalizada la cúpula, se estará instalando allí su instrumento principal, un telescopio Ritchey-Chrétien (RC) de 16 pulgadas con espejo primario hiperbólico, apto para investigación, ya que permite hacer estudios de brillo estelar, de estrellas dobles, espectrografía y fotometría. Además, el lugar tiene fibra óptica y monitoreo constante.
“Nos permitirá avanzar en la ciencia ciudadana, en el aporte que podemos hacer desde el amateurismo a la astronomía profesional –se entusiasma Marcos Santarossa, hoy director de la Escuela de Educación Secundaria 2, promotor de la idea y creador del centro científico y turístico–. El cielo es muy complicado de escudriñar, de modo que por más que haya observatorios en todo el mundo, el aporte de los aficionados (por ejemplo, en el seguimiento de asteroides) se puede cargar en páginas digitales y se procesa a nivel mundial”.
Marcos, alma mater de este proyecto, es un apasionado de la observación de los cielos desde muy chico. “[En mi infancia] nunca tuve la posibilidad de disponer de un telescopio, pero leía mucho sobre astronomía –recuerda–. Este proyecto se inició en el aula. Una mañana, dando clases temprano, cuando todavía estaba oscuro, los chicos me preguntaron qué era una luz que se veía por la ventana: ‘¿Qué es esa estrella?’ Les contesté que no era una estrella, sino el planeta Venus. Pero siguieron inquiriendo: ‘¿Y vos de dónde sacaste eso, profe?’ Entonces, les conté que tenía un telescopio que logré comprarme de grande y que cuando podía observaba desde mi casa, o a veces iba al polideportivo, que está alejado de la ciudad. Un día fui con ellos; luego, se sumaron chicos de otra escuela, de otra y de otra… Después, vinieron papás, mamás, abuelos, personas que nunca había observado por un telescopio. Hasta que en un momento empezamos a ir con el equipo a las plazas, eso llega a oídos del intendente, Germán Lago, y en una oportunidad me llama el director de la escuela que ahora dirijo y me dice: ‘Me parece fascinante lo que hacés, esto es ciencia, es educación, atrae a chicos y grandes. Te propongo que escribas un proyecto para que pueda hacerse comunitario’”.
La historia comenzó en 2017 y ahora podrá concretarse. Al principio, el municipio les donó dos equipos grandes, con binoculares, y crearon un club de ciencias. Integrado por chicos de diferentes escuelas, pero sobre todo de la Secundaria N° 2, iban a plazas, a pueblos cercanos, organizaban observación de eclipses o eventos sobre efemérides del cielo. Un momento “épico” se produjo durante el eclipse solar del 2 de julio de 2019. “Estaba nublado y, justo en el momento de la totalidad, se descubre el cielo y se puede observar el eclipse. Fue algo maravilloso”, recuerda Santarossa.
Como el club iba creciendo, se les ocurrió la posibilidad de poner en valor una escuela rural, la Primaria Número 8 “José Inocencio Arias”, que hacía 12 años permanecía cerrada y se estaba deteriorando con rapidez. “Íbamos con los chicos, pero no podíamos ingresar por el estado de abandono y de precariedad en el que se encontraba; usábamos el predio para hacer observaciones y actividades de campo –detalla Santarossa–. Entonces, el intendente decide gestionar, junto con la Dirección General de Cultura y Educación de PBA, la posibilidad de refaccionar la escuela y ahí nace lo que se convertiría en el complejo astronómico”.
Corría 2020, con la pandemia se retrasó todo, pero finalmente en 2021 se puede finalizar la obra y el predio pasa a pertenecer a la comunidad, a llenarse de familias, estudiantes… Los fines de semana se organizaban campamentos científicos, encuentros con las estrellas, charlas sobre cosmogonías de pueblos originarios, del pueblo persa, de los griegos, de los romanos, sobre la historia de las constelaciones y, por supuesto, observaciones.
Ya en 2022, recibieron a investigadores del Conicet y a Alberto Sileoni, titular de la Dirección General de Cultura y Educación de PBA, y nace la posibilidad de construir un observatorio de astronomía y divulgación de las ciencias. El primero de la Provincia y el único nacido en una escuela secundaria pública.
Marcos se pone al hombro la tarea, que no fue fácil. Debió hablar con los arquitectos para planear el edificio, que debía adaptarse al movimiento de los cuerpos en el cielo. “A pesar de un sinfín de peripecias, idas y venidas, fue avanzando, gracias, por supuesto, a la decisión política del Intendente, a su convicción de que la ciencia, la tecnología y, sobre todo, la educación son trascendentes para la sociedad –se emociona Marcos–. Dejé 10 años de mi vida en todo esto y ahora estamos a un mes y medio de inaugurarlo. Más allá de lo que me toca, estoy impresionado, porque esto no puede adjudicarse a una persona, sino a una comunidad. Nos llena de orgullo; es más, no pertenece a Alberti, es de todos los bonaerenses, del país, en definitiva”.
“Cielos Albertinos” se apoya en tres ejes fundamentales: el educativo, el de investigación y el de turismo. Pero también aborda la producción, porque hace un par de meses pudieron instalar una estación meteorológica que registra variables atmosféricas que les sirven a los productores agropecuarios de la zona, como la humedad y la temperatura de superficie, la dirección del viento, la lluvia, el porcentaje de insolación, todas ellas importantes para el cuidado de los cultivos. En este aspecto confluyen proyectos de forestación y otros, que fueron encarados por los chicos: hacen estudios de campo, toman registros de la tierra, hacen análisis por microscopio, preparan compostaje con los residuos orgánicos de las meriendas y los desayunos escolares. Allí concurren también estudiantes de todos los niveles de Venado Tuerto, Chivilcoy y 9 de Julio, escuelas especiales e institutos de formación docente.
Un detalle singular es que en abril del año pasado se sancionó en Alberti la primera ordenanza municipal que regula la contaminación lumínica del alumbrado público. En el proyecto participaron biólogos, astrónomos y médicos, para entender el impacto que tiene sobre el cuerpo humano, la flora y la fauna. Como producto de ese estudio, se dispuso que a partir de las 22.30, la intensidad de las 1.500 luminarias LED que alumbran las calles de la ciudad disminuyan progresivamente a lo largo de unos 15 minutos alrededor de un 40% de su brillo. “Eso no impacta en la visibilidad general, permite observar bien el cielo, pero además genera bienestar, permite un ahorro para la municipalidad y configura un uso prudente de los recursos naturales que se utilizan para generar energía eléctrica”.
Una de los que colaboró con este proyecto es la astrofísica del Conicet, Beatriz García, de amplia experiencia en la comunicación de la ciencia. “El contacto con Marcos y la gente de Alberti ocurrió a través del programa VoCar, del Conicet, que desde 2009 apoya nuestros cursos de didáctica de la astronomía, principalmente para docentes secundarios (y también primarios), tales como las Ferias de Ciencias del Observatorio Pierre Auger y, en los últimos años, la propuesta de capacitación en turismo astronómico –explica–. El vínculo entre los científicos, la academia, los docentes de nivel medio y sus instituciones y, a través de ellos, con los y las jóvenes, da resultados sorprendentes. La concreción de un proyecto como este me resulta maravilloso. Cada vez que sucede algo así, una comunidad que logra algo enorme, en lo que los científicos solo aportamos un granito de arena, vemos la importancia de comunicar ciencia, hacerlo en todos los niveles, entusiasmando para lograr cosas que muchos piensan que son imposibles. Como dice Silvio Rodríguez: ‘Yo he preferido hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado’. La canción se llama Resumen de Noticias... y esta es una gran noticia”.
Guillermo Durán, decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, que estuvo visitando el observatorio, coincide: “Me parece muy importante destacar el aporte que hacen tanto la Provincia de Buenos Aires como el Municipio de Alberti para apoyar la ciencia y la tecnología, la educación pública, y en particular el emprendimiento de Alberti, que es único, porque va a depender de una escuela pública. Va a ser clave para inspirar nuevas vocaciones científicas y recibir gente de todo el país”.
En el aspecto específicamente educativo, los conocimientos que se adquieran en el observatorio “derramarán” de forma transdisciplinaria. “El cielo fue el propulsor del avance humano –destaca Santarossa–. A partir del reconocimiento de patrones en el cielo, se descubrió cuándo era mejor sembrar y cosechar. Reproduciendo la experiencia de Eratóstenes, que le permitió calcular el diámetro de la Tierra [utilizando la sombra de un palo en dos ciudades diferentes], trabajamos los puntos cardinales. La astronomía atraviesa todas las asignaturas, la matemática, la geografía, la historia y la filosofía. Incluso, los ‘profes’ de biología hacen trabajos de ‘forestación inteligente’ en el terreno del observatorio para proteger el perímetro del predio del avance de la tierra”.
Santarossa tiene 45 años y es papá de dos hijas, Valentina y Violeta. Su esposa es directora del Centro de Investigación e Información Educativa de Alberti, además de docente de la escuela especial. “Hubo mucha gente que me ayudó –subraya–. En mi caso particular, mi familia. Tuve que dedicarle muchas horas de noche y los fines de semana que les resté a mis hijas; sin embargo, me entendieron, me acompañaron y ahora que está llegando, no a un fin, sino a un comienzo, es muy emocionante ver que todos aportamos no para cumplir el sueño de una persona, sino para dejar algo para toda la comunidad, que va más allá de nosotros de nosotros mismos”.