Atraídos por la belleza del juego practicado en su máxima expresión, por la pasión que despierta en todo el planeta… y por las fortunas que logran amasar en el corto lapso de su carrera, millones de chicos (y ahora también chicas) sueñan con convertirse en astros o estrellas del fútbol. Se trata sin duda del deporte que más fans posee en todo el planeta, pero de los que comienzan a practicarlo acariciando la idea de convertirse en profesionales, pocos lo logran. Las estimaciones informales varían mucho, pero rondan entre el 0,01% al 0,07%. Además del talento, inciden la salud, el apoyo familiar y, por supuesto, la suerte.
No cabe ninguna duda de que los deportistas de élite tienen condiciones físicas excepcionales sin las cuales les sería imposible competir en esos niveles. Pero un estudio científico publicado en Proceedings of the National Academy of Science (PNAS) argumenta que eso solo no basta; también es indispensable poseer aptitudes cognitivas, como rápido procesamiento de la información y toma de decisiones, más desarrolladas que la población general.
No es la primera vez que los neurocientíficos ponen bajo la lupa los circuitos cerebrales vinculados con ciertas actividades. Uno de los estudios pioneros, realizado en 2000, fue el Eleanor Maguire y su equipo del University College London (https://www.pnas.org/doi/10.1073/pnas.070039597). Titulado Navigation-related structural change in the hippocampi of taxi drivers, y publicado también en el PNAS, comparó los cerebros de taxistas londinenses con los de un grupo de control y mostró que puede haber una notable neuroplasticidad en la adultez. Entre otras cosas, encontró que los que habían ejercido su profesión por más tiempo tenían un hipocampo posterior (un área asociada con la memoria espacial y la navegación) más grande, probablemente debido al entrenamiento intensivo requerido para memorizar las miles de calles de la ciudad y así aprobar el exigente examen al que debían someterse.
En 2003, el neurocientífico (y hoy diputado) Facundo Manes, se preguntó durante un encuentro con otros siete amigos en el Café Tortoni cómo podía ser que los mozos argentinos recordaran tantos pedidos sin anotar, a diferencia de lo que ocurre en otros países. Junto con Tristán Bekinschtein y Julián Cardozo, diseñaron un experimento que aplicaron en varios bares para entender qué estrategias emplean y publicaron los resultados en Behavioural Neurology (Strategies of Buenos Aires waiters to enhance memory capacity in a real-life setting, 2008, DOI: 10.3233/BEN-2008-0214). Llegaron a la conclusión de que generaban un mapa de personas en ubicaciones específicas y asociadas con los pedidos, que los ayudaba a memorizarlos.
En el trabajo que ahora se concentró en los futbolistas de élite, los científicos utilizaron redes neuronales artificiales para investigar exhaustivamente los rasgos de personalidad y las capacidades cognitivas de una muestra de 328 participantes, incluyendo 204 futbolistas de élite de los mejores equipos de Brasil y Suecia. “Nuestros hallazgos indican que estos demuestran mayor capacidad de planificación y memoria, notable desempeño en ciertas funciones ejecutivas (es decir, aquellos mecanismos cerebrales que nos permiten adaptarnos, procesar información con velocidad y tomar decisiones en entornos que cambian constantemente), como la flexibilidad cognitiva, altos niveles de responsabilidad, extroversión y apertura a la experiencia, junto con una menor tendencia a experimentar emociones negativas y amabilidad [tienden a ser más competitivos. Según los autores, esta última podría ser una ventaja en el mundo del fútbol, donde la competencia es intensa y ser "demasiado cooperativo" podría resultar una desventaja. La memoria, en particular, resultó ser el factor individual más influyente en el modelo predictivo del estudio.
Sin embargo, no faltan quienes, más allá de reconocerle interés al estudio, esbozan ciertas críticas. Uno de ellos es Emilio Kropff, jefe del Laboratorio de Fisiología y Algoritmos del Cerebro de la Fundación Instituto Leloir, que no participó en esta investigación. Después de hacer la salvedad de que no trabaja con datos humanos, opina que “Parece muy bien hecho. Hay que mirar con cuidado la elección de controles (por ejemplo, quién puede ser el control de Cristiano Ronaldo, alguien que tenga la misma vida salvo por el fútbol) y las evaluaciones psicológicas –comenta–. Me pregunto por qué no indagaron sobre potenciales diferencias entre hombres y mujeres, ya que el fútbol profesional femenino recién esta explotando a nivel mundial y me imagino que el universo que lo rodea es muy distinto (salarios, presión, cobertura en los medios, etc). Uno podría sospechar que quizás ven diferencias en variables como la extroversión que podrían estar relacionadas con la fama más que con un rasgo psicológico previo”.
Y enseguida agrega: “La conclusión de que esto puede ser una herramienta para identificar tempranamente potenciales atletas de élite me parece un poco ‘excesiva’. Tenés que asumir que toda una vida dedicada al deporte de alto rendimiento no tiene ninguna influencia sobre los parámetros que miden. Igual, es llamativo incluso si uno lo piensa como consecuencia y no como causa del éxito deportivo. Algunas diferencias (como las funciones ejecutivas) parecen medio obvias dado el entrenamiento que tienen los deportistas, pero otras como las relacionadas con la personalidad son interesantes. Por ejemplo, los deportistas rinden mucho más en tests de memoria, no se me ocurre por qué. El punto más controversial es que digan que describieron los rasgos psicológicos esenciales para convertirse en un jugador de fútbol de élite. Para poder decir eso, uno tendría que hacerle este test a chicos antes de que se vuelvan atletas, y predecir con éxito a quién le fue bien y a quién, mal. Pero eso es medio imposible porque, aunque tomes mil chicos de diez años, ¿cuántos van a ser futbolistas famosos 15 años después?”
A Juan Manuel Herbella, ex jugador de primera división y ahora médico (no psicólogo), además de periodista científico, los resultados le parecen hasta cierto punto lógicos (casi obvios): “Poder adaptarte a los cambios constantes forma parte de la realidad cotidiana de un jugador; y el estrés que maneja es mucho mayor que el que padece un oficinista. Está claro que si llegaste a la élite en el fútbol brasileño tenés que poseer ciertas capacidades, hay un sesgo de formación. Si no tenés la capacidad para adaptarte rápidamente a lo que está pasando, no llegás”.