Desde su creación en 1991, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) es una referencia regional indiscutida en la industria satelital. Con 100% de éxito en todos sus proyectos, y en sociedad con compañías como Invap y Veng, se sienta a la mesa de un selecto club de países capaces de desarrollar, ensayar y mantener en órbita satélites de órbita baja, y mantiene o mantuvo colaboraciones con algunas de las principales agencias del mundo, como la NASA, la Agencia Espacial Europea y la Agencia Espacial Italiana. De sus proyectos en marcha, el más ambicioso era un lanzador satelital con el que se planeaba poner a prueba una tecnología revolucionaria, la “arquitectura segmentada”, que le permitiría poner en órbita “enjambres” de satélites que compartirían servicios y trabajarían en conjunto. También con Invap como principal proveedor, tenía en desarrollo dos satélites: el Sabia-Mar (misión dual operada conjuntamente por las agencias espaciales argentina y brasileña para obtener datos cruciales de la biosfera oceánica y su respuesta a la actividad humana, y desarrollar sistemas de predicción y gestión marina) y el Saocom 2 (heredero de sus predecesores lanzados en 2018 y 2020) para monitorear sequías o inundaciones, detectar la humedad del suelo, inclusive por debajo de la superficie, hacer mapas en tres dimensiones del terreno con mucha precisión y detectar cambios o deformaciones, algo muy importante para inspeccionar fallas en grandes obras, como represas, puentes o edificios.
“Desde que asumió Macri hasta hoy, con un breve interludio mientras Daniel Filmus era ministro, la Conae cayó en picada –sintetiza Emiliano Baum, coordinador del área de Tecnología de la Información del Segmento de Estaciones Terrenas–. Hoy nos encontramos en una situación grave. Estamos completamente desfinanciados; incluso no se están ejecutando los fondos internacionales. Hay emigración de personal y los que se van son las personas que tienen mayor nivel de capacitación, sean técnicos o profesionales científicos. Ya se fueron alrededor del 20%. En el momento que más gente tuvimos, éramos alrededor de 315, ahora, 260. De las 55 personas que se fueron, 45 lo hicieron por bajos salarios o proyectos que se caen. Lo mismo pasó en VENG, la empresa dependiente de Conae a cargo del proyecto de lanzador satelital Tronador II. Hubo 25 despidos, más del 20% de la planta. Como este último proyecto está paralizado, están probando subsistemas. Pero no hay fondos. De hecho, fueron a buscar algunos materiales que habían quedado en [la base de] Pipinas y se estaban deteriorando, y no tienen plata ni siquiera para pagar el flete a Córdoba”.
Lo mismo ocurre con el satélite Sabia-Mar: aunque ya se desarrolló en un 80%, no tiene garantizado su lanzamiento porque Conae no está pudiendo pagar sus compromisos, algo que confirmó una alta fuente de la Agencia. Tiene deudas con Invap, con Viasat, empresa norteamericana que provee antenas, con proveedores de software, de procesadores, que en varios casos hubo que comprarlos afuera porque se fue la gente que los sostenía, destaca Baum.
Para agravar la situación, si bien no modificaron la estructura por decreto, la Agencia está sin directorio (el mandato venció a principios de 2024 y nunca lo renovaron) y el secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología, Darío Genua, “envió a tres personas a controlar hasta cuánto se gasta en café, aunque no tienen cargo designado: Eduardo de Montmollin, que viene de la Casa Moneda, Georgina Gionferri Todarelli, de la Andis, y Héctor Griffini ”, subraya Baum, que también es delegado de ATE en el Centro Espacial de Córdoba.
Algo similar sucedió en Veng, donde se designó a tres directores (los licenciados Mariano Javier Luna y Martín Suárez Gazzero, y el ingeniero Cristian Cuba) que se quedaron con la gerencia general, de legales y de la administración.
Como los sueldos no fueron actualizados, los más bajos rondan los 800.000 o 900.000 pesos. “Yo puedo conseguir trabajo en otro lado, incluso ya recibí ofrecimientos –dice Baum–. Me quedo por amor al proyecto. Si ellos quieren venir por nuestra cabeza, que vengan. Nosotros vamos a aguantar todo lo que podamos, pero no vamos a dejar que lo destruyan gratis”.
La Conae atravesó muchos gobiernos, pero si se incorporan personas que carecen de las capacidades técnicas indispensables y no se pueden pagar los sueldos de las personas que operan los satélites en órbita, está en peligro de caer en el descrédito internacional, algo que será difícil recuperar. En este momento, están a la espera de la respuesta a un pedido formal de refuerzo presupuestario para lo que resta del año.