Pensada desde el vamos como refuerzo anual, ya se está distribuyendo en farmacias y vacunatorios la nueva versión de la vacuna made in Argentina contra el Covid, la Arvac “Cecilia Grierson”. Es la primera de las que existen en el país actualizada con la variante JN.1, la última recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“A diferencia de las restantes, que obtuvieron una autorización de emergencia por la pandemia, la Arvac fue autorizada en forma definitiva [en octubre de 2023] y en marzo de este año se aprobó la actualización de acuerdo con lo indicado”, se enorgullece Juliana Cassataro, líder del equipo que la creó en la Universidad Nacional de San Martín en colaboración con los laboratorios Cassará, que se ocuparon de su producción industrial.
Aunque ya no figure en los titulares ni se mencione con frecuencia en los programas de noticias, el Covid sigue circulando y en la Argentina el año pasado y el anteaño causó más hospitalizaciones y muertes que la gripe. Por eso, la Comisión Nacional de Inmunizaciones (Conain) recomendó la aplicación anual conjunta de ambas vacunas en los grupos de riesgo.
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Por otro lado, es sabido que el SARS-CoV-2 puede dejar secuelas duraderas, el cuadro conocido como Covid prolongado que comprende hasta 200 síntomas; entre ellos, deterioro cognitivo, “niebla mental” o dificultad para concentrarse, problemas de memoria a largo plazo, cansancio y otros que no tienen tratamiento y que cada reinfección empeora, de acuerdo con la literatura médica. En particular, un trabajo publicado en Nature Medicine en 2022 (https://doi.org/10.1038/s41591-022-02051-3) mostró que el riesgo de secuelas aumenta de manera proporcional al número de infecciones.
“A diferencia de la gripe, cada vez que una persona se enferma con Covid tiene más predisposición a tener problemas cognitivos, diabetes, síndrome metabólico y otras enfermedades –comenta Cassataro–. Se estima que alrededor de un 10% de los pacientes padecen este cuadro. Lo que cuentan es tremendo. Con frecuencia, se piensa que padecen problemas psiquiátricos, y se les indican un montón de estudios para descartarlo. Tienen que cuidarse mucho, incluso se les pide que usen barbijo continuamente para que no corran riesgos. Se demostró que la vacunación reduce el riesgo de síntomas persistentes. Además de prevenirlo individualmente, si todos nos vacunamos, también los protegemos a ellos”.
La científica subraya que la Arvac se desarrolló con una tecnología conocida desde hace más de 30 años [la plataforma de subunidad proteica recombinante; es decir, que contiene partes del virus]. “Los efectos reactogénicos son muy, muy bajos. Menos de un 7% de las personas que se la administraron tuvieron fiebre”, afirma.
Además tiene otras virtudes. Una de ellas, no menor, es que puede almacenarse en heladera común, entre 2 y 8° C. Aumenta significativamente el nivel de anticuerpos neutralizantes con independencia de cuál haya sido el esquema primario de vacunación, la cantidad de refuerzos que se hayan recibido o las comorbilidades, y ofrece un 90% de protección contra la enfermedad sintomática.
De acuerdo con las indicaciones del ministerio, las personas con comorbilidades y mayores de 50 deben vacunarse contra Covid una vez por año. Por ahora, la Arvac no se aplica en los vacunatorios públicos porque no fue adquirida por el Ministerio de Salud de la Nación. Se consigue en vacunatorios privados y farmacias. Con el descuento del 40% por obra social o prepaga su precio es de alrededor de 20.000 pesos.
La vacuna argentina ya se ofrece en otros países de la región, pero ante la amenaza que presenta la gripe aviar, que podría convertirse en la próxima pandemia, Cassataro ahora tiene otro proyecto entre manos. “La posibilidad de que sea transmisible entre humanos es real y todo el mundo se está preparando –cuenta–. Nosotros mismos estamos trabajando con financiación de la Provincia de Buenos Aires para tener prototipos de una vacuna contra esta infección, porque es un peligro que ya haya pasado por tantos mamíferos. Incluso causó muertes en humanos. Ojalá que no haya problemas, pero la posibilidad es altísima. Estamos trabajando con los laboratorios Cassará, con los mismos equipos. La idea es que sirva todo lo que aprendimos. Estamos poniendo a punto las técnicas no sólo para la vacuna, sino también para medir la respuesta inmune. Hay que empezar con tiempo, porque por más que después te den los fondos, en un mes no se hace nada. Se necesitan dos o tres años como mínimo. En el hemisferio Norte hay gente que está trabajando en esto desde hace diez años. Lo importante es tener las herramientas”.