“Yo no tengo una mirada fatalista, no voy a creer nunca que no hay nada que hacer, sino al contrario, tenemos mucho por hacer. Se necesita que más gente se sume a la defensa ambiental, sobre todo porque es un problema de especie humana. El planeta va a continuar sin nosotros, tenemos que reconocer que no somos el centro de la biodiversidad”, Lucía Itxchíu es tenaz en la esperanza y en el activismo. Habla desde Belem do Pará, en Brasil, donde la COP30 -que finalizará hoy, 21 de noviembre- deliberó durante casi dos semanas para dejar gustó a poco en relación a la responsabilidad de los Estados parte para detener el calentamiento global y comprometerse en una transición equitativa hacía otra formas de producción de energía que no sean los combustibles fósiles. En cambio, se empieza a abandonar la meta de no sobrepasar el grado y medio de calentamiento climático para los próximos años. Sin embargo, esta comunicadora del pueblo maya k’iché nacida en Guatemala no cree que lo más importante suceda en la zona azul de las de la COP, sino también en los eventos paralelos, las manifestaciones, los diálogos entre los pueblos que también se reunieron en Belém.
“No sólo necesitamos reforestar el mundo, también las mentes, porque somos los pueblos los que podemos ejercer presión sobre los Estados”, dice Itxchíu que está terminando un viaje que empezó mucho antes que empezara que la cumbre sobre cambio climático. Ella es una de las coordinadoras de la Flotilla Amazónica Yaku Mama que partió desde Ecuador en octubre y navegó durante un mes la cuenca del Amazonas reuniendo a representantes de 60 pueblos de la amazonia que se fueron sumando a lo largo del camino hasta hacer audible su voz donde se toman decisiones sobre lo más preciado: el agua, el aire que respiramos, la tierra, los bosques y la selva, los esteros y glaciares, cada lugar y elemento que hace posible la vida. Cada vez que se desprecia llegar a acuerdos para una transición con equidad desde los combustibles fósiles a otras fuentes de energía, es la vida de la humanidad sobre el planeta lo que se desprecia. “Frente a la emergencia climática -dice Lucía retomando la consigna que los pueblos indígenas llevaron a la COP30- la respuesta somos nosotros”.
--Salimos hace más de un mes desde el glaciar Cayambe, en Ecuador. Era importante partir de allí porque es uno de los inicios de la cuenca. Fuimos a pedir permiso como hacían nuestros ancestros. Emprendimos un viaje con el interés de poder articularnos entre los pueblos y los territorios que viven en la ribera del río Amazonas, y también observar las violencias que vive el río Amazonas, que en este momento son brutales. Entonces, al venir a la COP y ver lo difícil que sigue siendo estar dentro de las negociaciones, pues no deja de ser parte de la realidad también de estos eventos de Naciones Unidas. Me parece superincoherente que haya una discusión ambiental sin los territorios dentro, pero es parte también de las luchas que estamos librando aquí.
--¿Se van sin respuestas concretas de los Estados o de la ONU, pero ganaron en articulación política entre distintos pueblos? ¿Sirvió para eso que la cumbre se realizara en la amazonia?
--Pudimos sentar bases de organización, de articulación entre los pueblos, tanto dentro como fuera de las negociaciones, dentro y fuera de los espacios oficiales la ONU. La flotilla fue un sueño colectivo, para algunos desde hace mucho tiempo, para otros y otras empezó a materializarse cuando se sentó la sede en Belem. Creo que fue una decisión coherente con lo que se discute y que saca de su zona de confort a este tipo de eventos que suelen ir a ciudades controladas por los combustibles fósiles. El año pasado se hizo en Azerbaiyán, en Egipto, en Dubai, hay como mucha incongruencia.
--¿Cómo es el diálogo entre los estados y las naciones indígenas?
--Hay muy poca representación de los pueblos indígenas en las negociaciones porque es una negociación de estados y los estados nación no nos representan como pueblos originarios a una amplia mayoría. Para nosotros sigue siendo una deuda revisar quiénes vienen a hablar aquí por nosotros. Está el Caucus indígena que es el órgano que puede llevar nuestras demandas pero sigue siento un espacio muy cerrado, controlado. Por eso valoramos las discusiones que se dan en forma paralela, como la Cumbre de los Pueblos, que reúne a movimientos sociales del continente. Y también las manifestaciones indígenas y todo lo que se fue tejiendo con el río.
--Hablaste de violencias que sufre el Amazonas ¿podés describir que vieron en su camino?
-- El viaje, después del glaciar, empezó ya río adentro en el puerto de Coca, en la ciudad de Francisco de Orellana, que es una ciudad fronteriza de Ecuador con Perú. Hay cambios mientras el río va más abajo y llega más cerca del mar, en todo se puede ir atestiguando su destrucción, lamentablemente. Porque está siendo encajonado o dirigido hacia la explotación minera ilegal, sufre accidentes de petróleo porque toda la selva amazónica está siendo explotada por los combustibles fósiles y los derrames ocurren regularmente. También observamos como se vierten desechos sólidos… vimos todo eso y también vimos a muchas comunidades construyendo alternativas, que es algo muy importante.
--¿Por ejemplo?
--Varios de nosotros veníamos con una guardia de mujeres indígenas que está haciendo defensa de la tierra y en contra de la minería en Amazonas, de la comunidad de la Serena, en Ecuador. También visitamos comunidades que están haciendo monitoreo contra la tala ilegal, por ejemplo, a visitar comunidades que están protegiendo 6 millones de hectáreas de la selva amazónica a partir del conocimiento propio, comunitario y con la ayuda de nuevas tecnologías. Para ellos haber conseguido drones para esa vigilancia también significó una forma de seguridad para alertar por los ataques a defensores y defensoras de la tierra que son asesinades en toda la región. Y también ejercemos resistencia desde la comunicación, buscando nuestras propias narraciones, la autorrepresentación es un debate urgente para nuestras comunidades y esa búsqueda es mi trabajo en la Flotilla. Y la verdad es que se lograron muchas cosas: se filmaron documentales, se registraron voces, tres películas diferentes se filmaron en el trayecto de Tabatinga- Manaos, ya en Brasil.
--¿Cuántas naves integraron la flotilla?
--Viajamos en embarcaciones públicas y esto es algo muy importante de decir porque hubiera sido imposible financiar el viaje de otra manera y además porque también era la idea habitar el río como se habita cotidianamente, cambiando de bote, durmiendo en hamacas. Al principio cambiamos mucho de botes, después los viajes se hace de cuatro o cinco días, ahí hubo varios momentos de ejercicios de contar tu propia historia por primera vez, algo muy importante en términos de soberanía narrativa propia que me dieron mucha esperanza porque hubo una población joven dentro de la flotilla. Fue una constatación de cómo las luchas continúan, como los territorios van mudando de forma porque ya no los entendemos sólo como lugar físico sino como espacios en transición y movimiento ya que tantas veces también tenemos que migrar.
--De hecho vos tuviste que irte obligada de Guatemala…
--Yo vengo de un pueblo maya k’iché, que se llama Chismekenja en el noroeste del país, parte de los pueblos que hacen la nación quiché. Muchas de las cosas que sé las aprendí ahí, en el manejo ambiental del bosque comunitario de nuestro pueblo que son más de 25 000 hectáreas. Tenemos una organización indígena que se llama 48 Cantones, que existe antes de los estados nación y que a mí permite encontrar las similitudes de nuestras formas de ver el mundo con las dinámicas del bosque también. K’ché en su traducción al castellano significa muchos árboles y para mí dice mucho de lo que nosotros somos como como pueblo y nada, Guatemala es una dictadura judicial que desde el 2017 viene creando casos falsos para criminalizarnos y violentarnos, que ha hecho que muchas personas tengamos que salir del país al exilio por la persecución y la violencia política. Yo viví un también un intento de asesinato en el bosque de mi pueblo documentando la tala ilegal, así que tuve que salir, no tuve opción. Es algo que nos pasa a muchas personas, no solo en Guatemala, sino en la región centroamericana que está viviendo una reducción democrática muy fuerte.
--Y aún así tenés esperanza.
--Sí, porque seguimos en resistencia, porque la flotilla tuvo un liderazgo muy fuerte de las mujeres indígenas, porque tenemos mucho trabajo por hacer.
