La ternura limó las garras del león

11 de septiembre, 2025 | 12.54

“… la ternura como el poder nos muestra la realidad de nuestra propia debilidad.” Anne Dufourmantelle, El poder de la ternura.

Es la temperatura del aire, sí, también el sol que brilla en septiembre con la promesa de la primavera, pero sobre todo es un cambio de ánimo colectivo lo que reconforta aún con la incertidumbre política de un gobierno que parece encerrado en sus propias mañas.

Ya pasaron tres días de la derrota de Javier Milei en la provincia de Buenos Aires, derrota en primera persona por decisión propia o de su hermana Karina que le preparó el terreno para que así pueda leerse. Tres días en los que ya se escucharon las voces ilustradas de comunicadores, empresarios, economistas que recurrieron a imágenes escatológicas para explicar resultados que desde sus torres de cristal no imaginan nunca como defensivos de los bienes comunes que vienen siendo destruidos.

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Nadie previó la puesta de límites que recibió el gobierno, y el gobierno tampoco parece terminar de registrarlo. No escucha el aullido popular, es como si tuviera los oídos dentro de ese balde que tantos terrores y sin razones alojó estos días. Sin embargo, el cambio de clima popular podía percibirse antes del domingo, exactamente desde el jueves anterior, cuando hace una semana la insistencia en Ley de Emergencia en Discapacidad hizo caer el veto presidencial y en la Plaza de los Dos Congresos se festejó con esa alegría contagiosa que genera un acto de justicia que no le quita derechos a nadie, sino que amplía los límites para quienes estaban fuera de la ciudadanía plena.

Un acto de justicia concreto y también un acto de justicia poética para todas esas personas, niñes, adolescentes y adultxs que viven sin ser vistos del todo, superando los obstáculos que les impone el capacitismo, esa ceguera que no registra cuando en el baño no entra una silla de ruedas ni se detiene por un segundo a pensar en los efectos que producen las veredas rotas, los semáforos sin sonidos, las bombas de estruendo en las manifestaciones, entre otras barreras para la accesibilidad. ¿Nos preguntamos cómo hace una persona ciega para saber a qué colectivo tiene que hacerle señas para que se detenga? Esa falta de respuesta es la que tiene que atender la Emergencia en Discapacidad que finalmente el gobierno decidió no judicializar, aunque Manuel Adorni dijo no saber de dónde sacarán los “5 mil millones de dólares que implica” sin tocar el famoso “equilibrio fiscal”. ¿En qué momento de la crisis política habrán hecho ese cálculo presupuestario?

“Aceptar la vulnerabilidad del otro significa que los sujetos no pueden evitar reconocer su propia fragilidad. Esta aceptación es una fuerza; hace que la ternura sea un grado más alto de compasión que el simple cuidado”, escribe Anne Dufourmantelle en El poder de la ternura, meditaciones sobre el riesgo de vivir. La filósofa y psicoanalista francesa que murió en 2017 intentando rescatar a dos niños del mar -que no se ahogaron- parece escribir sobre las escenas que se repiten todas las semanas en el Congreso: jubiladxs, trabajadores y trabajadoras de Hospital Garrahan, estudiantes y docentes de las universidades públicas; las historias en primera persona que se han ido contando para calar en la sensibilidad colectiva que en los votos del domingo pasado en la provincia de Buenos Aires apareció como límite. Un límite a la crueldad que se venía acumulando en la calle a pesar de la represión desmedida de Patricia Bullrich que no logró nunca desalojar la protesta.

“Empatizar, ‘sufrir con’ es experimentar con el otro lo que siente, sin ceder a ello. Significa ser capaz de abrirse a los demás, a su dolor o sufrimiento y llevárselo a otra parte”, dice Dufourmantelle, que este año por fin fue editada en Argentina por Nocturna. Empatía es eso de lo que no sabe ni quiere saber el presidente que, apenas escuchado el mensaje de las urnas bonaerenses, dijo que no iba a cambiar nada y como prueba, ya vetó tanto la ley de Presupuesto Universitario como la de Emergencia Pediátrica sin querer ver a los niños y las niñas que esperan que les quiten sufrimiento del cuerpo, que el Garrahan y otros hospitales se sostengan con presupuesto acorde, que la oportunidad de vivir y curarse no dependa del tamaño de la cuota de la prepaga. Es ese sostén mutuo, el deber de cuidado solidario, lo que hace a una comunidad que pretende desarrollar su potencia en lugar de atomizarse en individuos que solo se miran el ombligo y tampoco así, en la competencia por tener y tener, pueden evitar el despojo.

“Los resultados del domingo son una alegría enorme porque validan lo que hacemos, con el esfuerzo que lo hacemos”, dice una profesional, trabajadora del Ministerio de Salud de la Provincia de Buenos Aires, que sabe lo que es lidiar con presupuestos ahogados por la negativa de la gestión nacional de salud de proveer, por ejemplo, insumos básicos para que se cumplan programas como los relacionados con la salud perinatal, la salud sexual, reproductiva y no reproductiva. Que sabe también todo lo que se puede hacer cuando se pregunta el nombre de una mujer que está en proceso de parto en lugar de decirle “mami” o mandarla a callar. Cuando se le abre la posibilidad de preguntar lo que necesita a quien está solicitando interrumpir un embarazo. Cuidados feministas que son políticas públicas de salud y se construyeron colectivamente.

La provincia de Buenos Aires sostiene esas políticas contra la ausencia del gobierno nacional que deliberadamente desfinanció y vació el plan Enia, por ejemplo, que previene el embarazo adolescente y se desentendió de los insumos que requiere la salud sexual. PBA siguió comprando insumos, como lo hicieron otras provincias también. Igual que lo hizo con los tratamientos para personas trans y travestis que también escasean, como efecto de la batalla cultural que se lleva puesta vidas y cuerpos concretos. Contra las burlas públicas del vocero presidencial que este año y en conferencia de prensa se rió del gasto de PBA en políticas de género.

Carlota Ramírez es directora de Equidad del Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires, sabe que esas burlas pretenden bastardear a los equipos que trabajan en el área, es parte de los discursos de odio con los que pretenden conseguir la adherencia de sus minorías intensas, que ahora están indignados porque perdieron el protagonismo que tenían en el gobierno desde las redes como distribuidores de la soberbia y la crueldad. “Son equipos tan bastardeados por la política, los han insultado de todas las formas posibles. A los estatales y a los trabajadores de la salud, pero le ponen el alma, cuerpo y corazón. A nivel central, pero también en cada territorio. Es cierto que este engendro de La Libertad Avanza perdió por sus propios errores, pero ese 14 % es también un reconocimiento a la gestión provincial, y a Axel, que tiene una presencia muy cercana y eso hace que los equipos se sientan acompañados”. Mal que le pese a algún comunicador que se lamentó de que el electorado haya perdido la “oportunidad de decirle al gobernador que su gestión es pésima”; -otra versión del clasista “les gusta cagar en un balde”-.

Seguramente no hay una evaluación homogénea de la gestión de Axel Kicillof en la provincia que le dio un zarpazo a la imagen de invencible del presidente Milei, esa imagen popular que lo había convertido en el delfín de los líderes de la ultraderecha que festejaron su discurso en Davos a principios de año, tildando a homosexuales de pedófilos y a la perspectiva de género de perversa, y que se babeaban cuando lo escuchaban decir “dios, familia y propiedad” sostenido por la mitad más seis de la población nacional. Sin ese 56 por ciento, sin que ya casi nadie le festeje su mundo de Inteligencia Artificial en el que blande espadas de bronce o corre mandriles como el rey de la selva, Milei es uno más del montón. Un dirigente sin reflejos ni empatía que se encontró de frente, el domingo pasado, con otro que se emocionó sin especular porque su hijo mayor iba a votar por primera vez. Alguien que empatiza y con quien se puede empatizar sin apelar “a los valores tradicionales”, como los enuncian las ultraderechas. En todo caso, se puede apelar a la ternura, reconocerla. Aquello que se necesita para el cuidado, eso que fluye cuando se habla del Garrahan, de la lucha de jubilados y jubiladas, de quienes se convierten en primera generación de universitaries en familias de laburantes sin acceso al estudio.

Milei ya vetó las leyes que buscaban proteger esas escenas, esas luchas. No está claro todavía si hará lo mismo con la que reparte fondos que se cortaron arbitrariamente a las provincias y que ahogan los servicios básicos de la vida en común como la salud o la educación. Debería tener en cuenta que, entre las muchas lecturas de las elecciones en la provincia de Buenos Aires, también está la constatación de que la ternura es un poder, uno capaz de quebrar la espada ficticia que el presidente blande en su mundo de redes sociales que ha perdido su hechizo. El resto es la economía, claro. Y viceversa.