Frente a la Plaza Benito Nazar, en la calle Apolinario Figueroa 375, existe un pequeño negocio de compostura de calzado que se convirtió en un clásico de Villa Crespo. “A tus pies, desde 1989 al servicio del barrio” dice un antiguo cartel pintado a mano a un costado de la puerta. Desde sus comienzos, el negocio es atendido por Roberto Skapp que se dedica a remendar calzado de todo tipo, al cambio de cierres de bolsos, carteras, valijas y mochilas, y a la marroquinería en general.
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“Mi zapatería es un rubro de la crisis, porque cuanto mayor es la crisis, más se busca arreglar para no tener que salir a comprar”, asegura el zapatero.
El local parece haberse detenido décadas atrás. Detrás del mostrador de rebordes rojos, hay estantes con una gran cantidad de cajas de zapatos que están a la espera de ser reparados o listos para entregar. Cada una tiene un papelito escrito a mano que detalla el tipo de compostura y el nombre del cliente. También se exhiben plantillas, cordones de distintos colores, hormas de zapatos y una gran variedad de pomadas de diferentes tonalidades. Del techo cuelga un cordón con un cencerro para que toquen los clientes al ingresar.
En el fondo se encuentra el taller, en el que funcionan dos máquinas Singer y otra llamada “máquina Paulina”, que es la que permite realizar diferentes trabajos de calzado.
“A los 25 años abrí mi primera zapatería”
Roberto nació en la ciudad de Diamante, provincia de Entre Ríos, y a los 19 años viajó a Buenos Aires. Aprendió el oficio de zapatero gracias a un amigo que, a mediados de la década del 80, tenía un taller de compostura. El negocio se llamaba “Por tus pies” y Roberto trabajó ahí durante un año, “dándose maña en el rubro”. Un tiempo después, cuando tenía 25 años, abrió su propio local, al que llamó “A tus pies”, a pocos metros de donde está el negocio actual. Allí estuvo diez años y con la llegada del nuevo milenio se mudó a un local con taller, que es el que funciona en la actualidad.
El negocio se especializa en la reparación integral de calzado: arreglo, reemplazo y pegado de suelas (o “bajarlas”); confección y colocación de tacos; parches; cambio de cierres en mochilas, bolsos, camperas y valijas, así como todo tipo de trabajos de marroquinería.
El local cuenta con un taller en el fondo, donde se encuentran diversas máquinas, entre las que destacan dos máquinas de coser Singer —una para costuras rectas y otra que permite coser en distintas direcciones— y la “máquina Paulina”, de gran tamaño y forma alargada, que cumple múltiples funciones, como pulir y lustrar zapatos, reparar calzado, lijar los excesos de suela o fondo, y realizar el derivado, es decir, unir los bordes de las suelas.
El taller tiene todo tipo de herramientas y todas se encuentran “a mano”. Delantales, pomadas, pegamentos, cepillos. “Con los ojos cerrados se dónde está todo”, asegura Roberto. También hay una antigua heladera SIAM —que el zapatero asegura que es “una maravilla”—, una radio antiquísima encontrada de casualidad en un volquete, un afiche con un antiguo plantel de Boca Juniors y un cartel escrito a mano que dice: “No perder el humor”.
Los cambios en los usos y costumbres del calzado
Roberto tiene experiencia como para percibir los cambios en los usos y costumbres con el correr de los años. Lo que más destaca son los materiales con los que se confecciona el calzado. “Antes eran casi todos de cuero y ahora se utiliza más cuero ecológico”, asegura. También cambiaron los pegamentos: “para la suela, la goma y el cuero, se utilizaba el cemento y ahora existen en el mercado cerca de cuatro o cinco pegamentos distintos que son de un material que se llama TR, que es una goma termoplástica utilizada principalmente para suelas de zapatos”, explica.
El zapatero también observa cambios en los materiales de los bolsos y carteras que hoy en día están realizados de material sintético y por eso muchas “no son arreglables”. Además, asegura que lo que más llevan para arreglar en estos tiempos son zapatillas “que son lo que más se utiliza en el día a día”.
Roberto se define con buen ojo para darse cuenta cuando se trata de un buen calzado y reconoce que van quedando pocos lugares que vendan productos de esas características. “Quedan algunos legendarios, más que nada en calzado de hombres, como los de la marca Guido”.
El negocio trabaja más en invierno porque es cuando se utiliza más el calzado cerrado y botas. “En verano se calma un poco más la cosa porque la gente anda en chinelas y muchos se van de vacaciones”, sintetiza. Además, resalta que su zapatería “es un rubro de crisis porque cuanto mayor es la crisis, más se busca arreglar para no tener que salir a comprar”.
“Me han pedido que les arregle el techo de un auto descapotable”
Roberto asegura que lo que más le gusta de su trabajo es el trato con la clientela y el hecho de que su trabajo siempre le representa un desafío. “Me tocan siempre trabajos diferentes, entonces no me aburro”, cuenta.
Dentro de los trabajos más extravagantes que le han tocado recuerda cuando le pidieron que arreglara el techo de un auto convertible. “¡Y se lo hice!”, cuenta orgulloso. También ha llegado a realizar arreglos de pelotas de fútbol, valijas y sillas. “Los que me conocen hace mucho me traen lo que tienen y si se puede, se puede”, agrega.
El negocio funciona de lunes a viernes de 8:30 a 12:30 y de 16:30 a 19:30 horas.
“Lo que más disfruto es que dentro de todo es un trabajo tranquilo. Hay gente que se muda y sigue viniendo y hay terceras generaciones que visitan el negocio. Tengo una clienta que viene desde Rosario para que le realice trabajos de ortopedia. Eso lo hago con los que me conocen hace mucho porque antes, que tenía más tiempo, fabricaba. Pero hoy en día las manos me están pasando factura, por eso laburo solo de lunes a viernes. En el barrio me conoce todo el mundo y eso también lo disfruto”, sintetiza.
