Choclo y Alejandro, una historia de amor y resiliencia: lo rescató de la calle, le dio un hogar y hoy sueña con ser boxeador

Danilo tenía 8 años y se ganaba la vida en la calle cuando Alejandro lo encontró durante la pandemia. Le ofreció comida y un momento de entrenamiento juntos, y desde entonces sus vidas cambiaron para siempre: hoy, tras obtener la custodia legal, comparten un vínculo de padre e hijo.

17 de noviembre, 2025 | 15.35

La pandemia por Covid-19 dejó en muchos hogares despedidas inconclusas, miedos y hábitos que transformaron la vida cotidiana de muchos argentinos. Para Alejandro y Danilo, en cambio, significó el inicio de un vínculo inesperado. En medio del aislamiento y las calles vacías de 2020, un joven apasionado del boxeo se encontró con un niño que buscaba comida en la basura, y ese encuentro se convirtió en una historia de acompañamiento y segundas oportunidades.

Luis Alejandro Cardona, en ese entonces de 23 años, oriundo de Longchamps y fanático del boxeo, solía correr durante la cuarentena como parte de su rutina de entrenamiento. Una tarde se topó con Danilo, un niño de unos ocho años que revolvía basura en un descampado. Al advertirle que no debía estar en la calle por el virus, Danilo respondió que estaba trabajando. Conmovido por sus palabras, Alejandro lo invitó a su casa, donde le ofreció un plato de comida y comenzó a enseñarle boxeo.

Lo que Alejandro no sabía era que aquel niño, a quien había apodado “Choclo”, regresaría a su casa día tras día, convirtiéndose en su nuevo compañero de vida. Con el tiempo, su relación se fortaleció hasta consolidarse en un vínculo de cuidado mutuo que perdura hasta hoy.

Cuando tu casa es un infierno, la calle es un paraíso. Él quería estar en la calle o en donde sea, menos en su casa”, expresó Alejandro al describir el contexto que atravesaba Danilo en aquel momento dentro de su familia.

Así fue como Alejandro le brindó contención, afecto y un lugar seguro, mientras que Choclo, pese a su corta edad, le enseñó a Alejandro a enfrentar las adversidades de la vida y a asumir responsabilidades.

Con la autorización de la familia biológica de Danilo, Alejandro obtuvo la custodia legal y ambos comenzaron a vivir juntos. El boxeo, presente desde el primer día, se convirtió en una pasión compartida: primero durante los entrenamientos en la casa de Alejandro, y luego en el gimnasio Invictos Boxing Club de Longchamps, donde aún hoy mantienen su rutina diaria. Esa práctica constante no sólo fortaleció su vínculo, sino que también alimentó el sueño de Choclo de convertirse en boxeador profesional.

Una infancia marcada por la violencia

La infancia de Danilo estuvo marcada por la violencia familiar y el consumo de drogas. Según contó el adolescente, en su hogar eran frecuentes los conflictos y detenciones de varios familiares, mientras él pasaba gran parte del tiempo en la calle. Luego de mudarse con Alejandro, empezó a estudiar, recibir clases particulares para ponerse al día y mantener una rutina que combina educación, entrenamiento y disciplina.

En la actualidad, el boxeo sigue siendo central en su vida, con entrenamientos diarios supervisados por Alejandro. Además, juntos llevan adelante un emprendimiento de venta de ropa deportiva a través de redes sociales, donde también comparten su historia y transmiten un mensaje de amor y solidaridad.

Él me enseñó a agradecer las pequeñas cosas de la vida, como bañarse con agua caliente, tener un techo, dormir en paz, abrir la heladera y tener comida”, aseguró Alejandro. 

Hoy, con 14 años, Danilo sueña con convertirse en boxeador profesional. Vive bajo un techo seguro, rodeado de afecto y con el respaldo de quienes le brindaron la oportunidad de crecer y desarrollarse.

La historia de Alejandro y Choclo es un ejemplo de cómo las segundas oportunidades pueden transformar vidas: un encuentro fortuito en tiempos de pandemia derivó en un vínculo que combina superación, amor y cuidado mutuo. La vida de ambos cambió: Danilo encontró protección y contención, mientras Alejandro, con apenas 23 años, asumió la responsabilidad de guiar a un niño, construyendo juntos un hogar basado en la confianza, el respeto y la resiliencia.