Viernes no laborable al mediodía, el presidente Javier Milei, por tercera vez en la semana, ve la película que protagoniza Guillermo Francella, Homo Argentum, después de una reunión de trabajo. Esta vez fue en la Casa Rosada, después de una reunión de gabinete que se anunció como programada y que no tenía nada que ver ni con la masacre que está causando el fentanilo contaminado ni con el tembladeral de la economía. No se da a conocer el tema específico. Es una reunión normal.
El presidente de la Nación vistió el mameluco de YPF que usa los feriados, el día después del acto en el Estadio Atenas de La Plata donde presentó a los candidatos -y a la (única) candidata- que encabezan las listas de las ocho secciones electorales de la Provincia de Buenos Aires habilita distensión.
Los brazos en cruz, la expresión desaforada, el pecho de paloma y las manos como alitas de pájaro urbano, Milei hizo su show sin sorpresas, transpirando y enhebrando las mentiras de siempre sobre el brillo perdido de la provincia, el “enano comunista” de Axel Kicillof, entre otros grandes hits, tan repetidos como la canción del león expropiada a La Renga. Unas horas después, Patricia Bullrich anuncia su candidatura a senadora por la Ciudad de Buenos Aires, si todo va de acuerdo al plan, es hora de ir a lo importante: la película de Mariano Cohn y Andrés Duprat.
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Los ministros-espectadores -Guillermo Francos ya la había visto el martes- comieron empanadas, tomaron agua y gaseosas y se les repartieron carpetitas azules para anotar ideas durante el debate. Porque no se trataba de compartir un momento distendido sino de debatir políticamente sobre lo que trae un film que no tuvo ni una sola buena crítica especializada ni tampoco de las otras: hasta en las reseñas de Google -bien populares y sin un medio atrás que marque línea política- se narra como aburrida, tendenciosa, con los buenos dotes de actuación del único protagonista que, como siempre, no termina de salir del perfil del porteño maduro y burgués, bullinero, prepotente y con un corazón sensiblero en alguna ocasión; jamás cuando se acerca a alguna persona marrón, que en la película es exactamente lo mismo que pobre. Algo que se retrata muy bien en el episodio "Las ventajas de ser pobre", donde Francella-cura villero les habla exactamente de eso a quienes esperan que se calle para poder comer.
“La película de Guillermo Francella deja en evidencia muchos de los aspectos de la oscura e hipócrita agenda de los progres caviar (woke). A su vez, cuanto mayor la cantidad de parásitos mentales dentro de la cabeza del progre, mucho mayor es el odio y los alaridos quejosos de éste ejército de zombies (termos cabezas de pulpos) cuyos aspectos salientes de su existencia es ser envidiosos, resentidos, mentirosos, hipócritas y sobre todas las cosas ignorantes (al menos en economía)”, dice una parte del tuit del presidente que el sábado a la mañana volvió a insistir en la importancia de un producto cultural que si llega a tener dos estrellas en las reseñas de Google es porque hay algunas que se firman con la sigla “VLLC”.
El martes pasado, cuando el presidente compartió la película con diputados que seguramente votarán a favor de sostener el veto al aumento a las jubilaciones, la declaración de emergencia en discapacidad y la que garantiza presupuesto al Hospital Garrahan, los comentarios en off de quienes tuvieron que comer las famosas empanadas y tragarse la gaseosa mirando la película hablaron de otro de los episodios de Homo Argentum (aunque debería llamarse Homo porteñus), “Piso 54” y de la “batalla cultural” anti-woke al que ahora Milei grabó en su red favorita.
No deja de sorprender que “Piso 54”, en escasos minutos, exhiba los arteras que pueden ser las mujeres cuando quieren despojar a un hombre: él es rico, ella bellísima, y en ese viaje largo en ascensor se rompe la ropa y se golpea contra el espejo para fraguar que fue abusada. Más woke no se consigue. ¿Pero cómo dialoga esta insistencia en ver esa película y más precisamente ese capítulo -igual que el del cura villero y el del hombre de barrio que quiere portar armas- con la condena al ex marido de Julieta Prandi por abuso sexual agravado, violencia de género y otras calificaciones que sumaron 19 años de cárcel para Claudio Contardi? ¿Y dónde quedó el largo tuit de Nicolás Márquez, ese negacionista, misógino y homofóbico que escribió la historia de Milei recogiendo su testimonio metidos los dos en la pileta? Márquez, expuso sus dudas, por las dudas, valga la redundancia, y porque ese es el discurso oficial -las mujeres mienten-, aquí y en los territorios tomados por las ultra derechas neo fascistas que cada vez parecen más.
La historia de Prandi estremece tanto por la incapacidad de su entorno para registrar que estaba siendo abusada -no sólo sexualmente-. sino también para actuar. Porque no se puede decir que nadie sabía: un ex socio del condenado, Gustavo Marchesini, contó que se había dado cuenta del modo en que Contardi disciplinaba a Julieta, que él mismo tuvo miedo de hablar para no generarle problemas a ella. Pero ¿qué iba a hacer? La dejó sola, la dejó con la creencia de que tenía que arreglarse sola. El discurso oficial en esta época.
En el Senado de la Nación y en la Cámara Baja hay dos proyectos para aumentar las penas sobre quienes hicieren denuncias falsas, especialmente en el caso de violencia de género. Mariano Cúneo Libarona, el ministro de Justicia, es un ferviente impulsor de estos proyectos que llevan adelante Carolina Losada y Lilia Lemoine, siempre afligido por el “calvario” que sufren los hombres y las “familias destruidas por el feminismo”. Cúneo Libarona, el mismo que estuvo charlando con Tim Ballard para ofrecerle contactos que limpien su nombre de las denuncias de abuso sexual -el supuesto ex agente de inteligencia estadounidense y también supuesto experto en liberar niños de las redes de trata-, seguramente tomó nota de lo conveniente que puede ser a su cruzada contra las mujeres que denuncian la película de Cohn y Duprat.
Pero los hechos son desobedientes y Julieta Prandi, cada vez que declaró, en cada intervención mediática, habló en nombre de todas, de las dificultades para denunciar y después llevar adelante un juicio; más cuando ya no hay patrocinio jurídico gratuito, ni un Programa Acompañar que fortalecía -mínimamente- la autonomía económica de las mujeres que se animaban a salir de un círculo de violencia que favorece el encierro doméstico que los libertarios promueven para aumentar la natalidad.
El 3 de agosto, en el menos visible de los países que giró hacia la ultra derecha en estos últimos cinco años, República Dominicana, se anunció la modificación del Código Penal de acuerdo a las aspiraciones de quienes se reúnen habitualmente en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) y que están redactadas en el Proyecto 2025: completa prohibición del aborto -aunque la vida de la gestante esté en riesgo, aunque tenga otros hijos o hijas-, tolerancia al castigo físico contra niños y niñas y desconocimiento de la figura de violación dentro del matrimonio. ¿Está lejos República Dominicana de Argentina? Los gobernantes de ambos países han aprovechado los escenarios de la CPAC. El presidente Luis Abinader, por su parte, sigue de cerca los pasos de Donald Trump y lo consiente con la ferviente estigmatización de migrantes haitianos -Dominicana comparte frontera con Haití-, también recibiendo como refugiades a miembros de las extremas derechas de Venezuela y Cuba.
La reforma del Código Penal no incluye solo cuestiones de género sino sobre todo va directo a la criminalización de la protesta. Los sueños húmedos de Patricia Bullrich. El Proyecto 2025 que la Fundación Heritage preparó para el segundo gobierno de Trump tuvo adhesión de Abinader, también de nuestro presidente antes de asumir.
La batalla cultural, esa épica de agitación permanente por unos valores pasados que deberían volver para salvar a la familia y a la humanidad que pronto quedará sin bebes, esos discursos que tan bien soplan al oído de Javier Milei, Agustín Laje y Alex Kaiser -el autor que patologiza las ideas políticas convertidas en “parásitos mentales” que hay que erradicar, emulando muy bien las ideas de una salud y asepsia ideal del fascismo-, ahora juntos en la Fundación Faro, nunca viene sola. Ahora está atada a las elecciones en la provincia de Buenos Aires.
El pánico moral que agita LLA con tanto ímpetu como las manos del presidente cuando está en un escenario personificando una estrella de rock volvió a relucir en los spots de campaña para la provincia: adoctrinamiento, pornografía como lectura obligada en las escuelas, niños encadenados y envaselinados en un jardín de infantes, kirchnerismo, kirchnerismo, las maestras como amenaza, las mujeres como amenaza.
Como contraparte, una película que el presidente obliga a ver como si fuera el castigo de La Naranja Mecánica, con los párpados abiertos, un artefacto de adoctrinamiento realmente fallido que dice ser un espejo de la sociedad parasitada que él describe, ¿para dejar en suspenso la masacre del fentanilo? ¿Para sentir vergüenza? ¿Para no temblar cuando se empieza otra vez a usar la palabra “corralito”?
“PD: no se enojen con la realidad y los datos, traten de salir de la miserable vida que viven con altura...”, el presidente, en su tuit, ya lo dijo todo.