Dónde queda la casa en la que vivió Gustavo Cerati y en la que encontraron los restos humanos de un joven

Los restos óseos encontrados en una casa donde vivió Gustavo Cerati pertenecen a Diego, de 16 años, que estaba desaparecido hace 40 años. Qué se sabe de esta vivienda y del macabro hallazgo.

07 de agosto, 2025 | 21.23

En el corazón del barrio porteño de Coghlan, una casa que alguna vez fue hogar del líder de Soda Stereo, Gustavo Cerati, guardaba un secreto que tardó cuatro décadas en salir a la luz. El Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó el miércoles los restos humanos encontrados durante una demolición como los de Diego, un adolescente desaparecido en 1984.

El hallazgo no solo reabre heridas en una familia que nunca dejó de buscar, sino que también expone un caso atravesado por negligencia policial, silencio mediático y un crimen brutal. El joven había salido rumbo a la casa de un amigo y nunca volvió; la respuesta oficial fue rápida y lapidaria: “Se fue con una mina, ya va a volver”. Nunca volvió.

Un hallazgo inesperado en una casa con historia

El 30 de mayo de este año, en una vivienda ubicada en Avenida Congreso al 3700, las máquinas de demolición frenaron de golpe: entre los escombros, aparecieron restos humanos. El inmueble, que funcionó como geriátrico y capilla hace 150 años, perteneció a Marina Olmi —hermana de Boy Olmi— cuando Cerati lo alquiló entre 2001 y 2003.

Junto a 150 fragmentos óseos, también ubicaron un reloj Casio CA-90, un llavero con llave, un corbatín escolar, una moneda japonesa de 5 yenes y una suela de zapato. Prendas y objetos que, cruzados con el ADN, confirmaron la identidad de Diego.

La casa del macabro hallazgo está en Coghlan.

Qué se sabe de la causa por Diego, que desapareció hace 40 años

El 26 de julio de 1984, el joven salió de su casa para ver a un amigo. Llevaba puesto el uniforme de la Escuela Técnica 36 y soñaba con ser futbolista en el club Excursionistas. Esa misma noche, su familia denunció la desaparición, pero la policía lo caratuló como “fuga de hogar”. Sin búsqueda, sin rastrillajes, sin cobertura mediática.

En 1986, en diálogo con la revista ¡Esto!, su padre —hoy fallecido— denunció que la policía jamás investigó. Sostenía la hipótesis de un secuestro por parte de una secta. Su madre, aun con vida, se enteró del hallazgo por  sus otros hijos, después de reconocer detalles difundidos por la prensa.

La autopsia reveló que Diego murió por una herida punzante en la cuarta costilla derecha. Los forenses también detectaron intentos de descuartizamiento que no llegaron a completarse. Todo indica que el crimen ocurrió el mismo año de su desaparición.

El fiscal Martín López Perrando, a cargo de la investigación, busca ahora reconstruir los últimos movimientos del adolescente y determinar si tuvo relación con los habitantes de la casa en aquel momento. El caso, que durante años fue reducido a una frase de desprecio, hoy vuelve como un expediente abierto y urgente.