El intenso calor que ha azotado España esta semana ha sido un abrasador recordatorio del cambio climático que está afectando a los países más pobres del mundo, poniendo a prueba sus economías incluso cuando la deuda pública alcanza nuevas cotas.
Pero en la conferencia de la ONU sobre financiación del desarrollo, que se celebra una vez cada diez años en Sevilla, abundaron menos dos ingredientes clave: el dinero y el poder.
Solo un líder del G7, el francés Emmanuel Macron, asistió al evento, en el que él y el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, se dirigieron a salas llenas de decenas de sillas vacías. En un principio, los organizadores dijeron que esperaban la asistencia de 70 jefes de Estado, pero la cifra se redujo a 50 a medida que avanzaba la conferencia.
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En Washington, París, Londres y Berlín, los líderes de los países ricos están recortando la ayuda y reduciendo los préstamos bilaterales en un giro hacia el gasto en defensa y el aumento de la deuda interna.
El presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, Álvaro Lario, afirmó que el ambiente era realista, pero que también había unidad y pragmatismo y añadió que la cuestión que todos se planteaban esta semana era cómo hacer más con menos.
La reunión sobre Financiación para el Desarrollo es una conferencia emblemática de la ONU, que traza la trayectoria para ayudar a abordar los cambios que el mundo debe introducir en las políticas fiscales, el gasto en ayuda o áreas clave como la deuda, la sanidad y la educación. Sus resultados guían la financiación de la ayuda mundial y las políticas de la ONU para la próxima década.
SILLAS VACÍAS, LÍDERES AUSENTES
Pocos están en desacuerdo sobre la necesidad de actuar; las inundaciones y tormentas centenarias suceden con alarmante regularidad, y los crecientes costos del servicio de la deuda están desviando dinero del gasto en sanidad, educación e infraestructuras en el mundo en desarrollo.
Pero incluso los principales líderes del mundo en desarrollo, como Mia Mottley, primera ministra de Barbados y destacada defensora mundial del clima, y el presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, que preside actualmente el Grupo de las 20 principales economías (G20), se echaron atrás en el último minuto.
La sala de prensa estaba repleta de periodistas españoles de aspecto aburrido que cotilleaban sobre un escándalo político interno, mientras líderes de la sociedad civil desilusionados acechaban los pasillos, molestos con la agenda diluida y la falta de potencia fiscal o política.
"Nos enfrentamos a un retroceso en muchas agendas que habíamos avanzado hace unos años", afirmó Henrique Frota, director de ABONG, una asociación brasileña de ONG. "Los países desarrollados están reduciendo su inversión en (Ayuda Oficial al Desarrollo) y los países europeos no están cumpliendo con su compromiso (...) ahora mismo están dando cada vez menos dinero para todo tipo de agendas".
Los líderes del evento se mostraron aliviados por la elaboración de un documento final, a pesar de los temores persistentes en los últimos meses de que Washington torpedearía cualquier acuerdo.
Al final, las autoridades estadounidenses se echaron atrás.
"Toda la comunidad tenía mucho miedo de venir aquí porque un país no asistiera", dijo el subsecretario general de la ONU, Marcos Neto. "Pero el documento acabó funcionando. (...) Me voy contento, con más optimismo del que pensaba que me iría".
Neto destacó pasos significativos hacia la implementación de los objetivos climáticos y de desarrollo, incluyendo La Plataforma de Sevilla y múltiples acuerdos de los sectores público y privado para apalancar fondos para el mayor impacto posible.
El Compromiso de Sevilla incluía triplicar la capacidad de préstamo multilateral, aliviar la deuda, impulsar el aumento de la proporción entre impuestos y PIB hasta al menos el 15%, y conseguir que más países ricos permitieran al FMI utilizar el dinero de los "derechos especiales de giro" para los países que más lo necesitan.
Pero en Sevilla, solo el país anfitrión, España, se comprometió a destinar el 50% de sus "derechos especiales de giro" a este fin.
LA "PALABRA CON C"
La vicesecretaria general de la ONU, Amina J. Mohamed, reconoció que la asistencia no fue tan estelar como se esperaba, y que los fondos públicos están bajo presión.
"Pero hay financiación innovadora, está el sector privado, está el triple préstamo de los bancos multilaterales de desarrollo, (...) así que los recursos están allí", dijo.
"Solo tenemos que tener la voluntad política de aprovechar estos mecanismos que han salido de la plataforma de acción y seguir avanzando con ellos".
A pesar de la ausencia de su país, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ocupó un lugar preponderante en el evento; su escepticismo sobre el cambio climático, su hostilidad hacia las iniciativas de diversidad y su promesa de revisar la participación de Estados Unidos en las organizaciones multilaterales hicieron que algunos quisieran eliminar la "palabra con C", cambio climático, y rebautizar las iniciativas como centradas en la resiliencia, la educación o la salud.
Aun así, algunos afirman que el sombrío telón de fondo no debería disuadir a los líderes centrados en el progreso.
José Viñals, expresidente del grupo Standard Chartered y copresidente del Comité Directivo Empresarial de la FFD4 y de la Alianza de Inversores Mundiales para el Desarrollo Sostenible dijo que lo importante era hacerlo.
Y afirmó que el sector privado, en su mayoría, seguía dispuesto a predicar con el ejemplo.
Con información de Reuters