Boca en su laberinto: el juguete roto

El conjunto xeneize tiene días complicados y, en el medio, una situación que llama la atención a propio y extraños con los hinchas.

13 de mayo, 2025 | 09.05

En 2013, el gran escritor italiano Alessandro Baricco seleccionó a la Bombonera vacía entre sus cinco lugares favoritos para pensar. “Es bellísimo, como un claustro”, escribió en la revista Vanity Fair sobre el estadio construido en 1940 por el arquitecto esloveno Viktor Sulcic, inspirado, según la leyenda, en la forma de una caja de bombones que le regaló una amiga. Si Baricco hubiese estado en la Bombonera el sábado por la noche, en la victoria de Boca por penales contra Lanús, habría apreciado que, con el estadio colmado por más de cincuenta mil personas, habría tenido también un gran escenario sobre el país futbolero, sus ídolos, la pasión y los cruces entre la pelota y la política

El sábado hubo sorpresa, primero, cuando se llevaban jugados apenas veintiséis minutos y desde la platea y algunos otros sectores partió el “Movete Boquita movete”, un clásico que, en rigor, se escucha prácticamente en todos los estadios, apenas asoman señales de debilidad. Pero sonó acaso algo a destiempo. Porque Boca, en realidad, había iniciado bien, aunque disminuyó luego de que el chileno Carlos Palacios acusó un golpe y su caída afectó al equipo. La sorpresa sirvió para advertir la impaciencia de buena parte de los hinchas, no acaso por el rendimiento esa noche contra Lanús, sino por acumulación: la sequía de dos años sin títulos, la sensación de que se improvisa demasiado y que desde la dirigencia pareciera no haber dimensión de la crisis. 

 “Tamos bien”, había repetido unos días antes Juan Román Riquelme, presidente ídolo, en una entrevista con Jorge Rial, horas después de que el periodista Gabriel Anello le dijera “negro verdulero”, sin título escolar, sin capacidad para comandar a Boca (el club le inició una demanda por una suma global de 180 millones de pesos). El sábado, la furia antiRomán estalló sobre el final. Mientras los jugadores, comandados por el capitán Marcos Rojo, decidían dentro del campo cuáles de ellos tirarían los penales,  buena parte del estadio comenzó a cantar “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, a lo que siguió “la Comisión, la Comisión, se va a la puta que lo parió”. El coro fue breve, duró apenas segundos pero fue impactante. El insulto fue para la Comisión Directiva liderada por Riquelme. La Bombonera, buena parte de ella, insultando por primera vez a su ídolo. Y otra vez a destiempo. Un enfrentamiento parecido a otro de 2019, bajo la gestión de Daniel Angelici. “La 12” siempre oficialista, bajo el argumento de que al equipo siempre hay que alentarlo. La misma “12” que siempre hace buenos negocios con el oficialismo de turno. Una SAD pero desde la tribuna. 

Es cierto, el enfrentamiento no fue exactamente “La 12 vs el resto del estadio”, como dijeron muchos medios. Las imágenes de la tele (algunos cantan, otros muchos no) y las declaraciones pospartido de los hinchas apenas salían del estadio, confirmaron que no sólo “La 12” se enojó por los coros a destiempo antes de la ejecución de los penales. También es cierto que Riquelme sufrió acoso judicial y mediático en su puja contra el macrismo. Los insultos clasistas de Anello recordaron desde qué sectores llegan buena parte de las críticas. El sábado parecieron desear la derrota de Boca. El aislamiento de Riquelme no ayuda nada. Su aparición siempre ante micrófonos amigos. Su latiguillo de que “estamos bien”, parecido al canto monótono de La 12 en la Bombonera. Boca recibirá ahora a un crecido Independiente bajo una incertidumbre absoluta. Imposible fichar a un DT en pleno play off. Difícil jugar bien en este clima. Y sorprendente que Boca, juegue bien o mal, se caiga físicamente, como volvió a sucederle el sábado, que terminó los últimos minutos sometido ante un Lanús que venía de jugar unos días antes en Arequipa, Perú, por la Copa Sudamericana. El pronóstico no es bueno si el proceso sigue igual. Con “La 12” alentando a la nada. Y Román repitiendo que “estamos bien”. Lejos del crack que sabía manejar los tiempos.