México nos recordó por qué a Estados Unidos le cuesta el fútbol

La situación se dio en la final de la Copa de Oro, torneo más importante del torneo del norte de América.

08 de julio, 2025 | 07.00

Dos días antes de la final de la Copa de Oro contra Estados Unidos, ayer en Houston, “el Vasco” Javier Aguirre, 65 años, sabio DT de la selección de México, fue a la conferencia previa con un libro. “México”, novela del escritor Pedro Palou, repasa cinco siglos de historia, desde los aztecas hasta el sismo que sacudió al DF en 1985, justo antes del Mundial que terminaría haciendo eterno a Diego Maradona. “Voy por 1846, cuando perdemos Tejas, y luego Nuevo México, California”, dijo Aguirre a los periodistas. La final se jugó cuarenta y ocho horas después en el estadio NRG de Houston. La ciudad más poblada del estado de Texas, la cuarta de Estados Unidos, debe su nombre a Sam Houston, general del Ejército que invadió México en 1845, y que luego presidente y gobernador del Estado apropiado. 

Unas horas antes de la conferencia de Aguirre, Estados Unidos había celebrado el 249 aniversario de su independencia. Un historiador escribió en The New York Times de qué modo el Estados Unidos fundacional atenuó en aquel momento una invasión que inicialmente quería a todo México, a casi todo el continente, porque temió sufrir algo así como “contaminación racial”. La idea de un Estados Unidos que debía ser bien blanco. Caucásico. Todo sucedió (y sucede) en días en los que ICE, la temible policía de migraciones de Estados Unidos, ejecuta de modo implacable, cruel y, posiblemente, ilegal, el mayor plan de deportación en la historia del país, como lo llamó el presidente Donald Trump. Y con los mexicanos como víctimas casi centrales. Y ahí está Aguirre. Yendo a la conferencia con su libro. A horas de la final contra Estados Unidos en Houston. Y que su larga lectura, nos cuenta, atraviesa justo el período de la invasión a “Tejas”. 

 

Podríamos recordar la letra de “Somos más americanos”, narcocorrido de Los Tigres del Norte: “Ya me gritaron mil veces que me regrese a mi tierra porque aquí no quepo yo. Quiero recordarle al gringo: yo no crucé la frontera, la frontera me cruzó…Ellos pintaron la raya para que yo la brincara y me llaman invasor… Nos quitaron ocho Estados. ¿Quién es aquí el invasor? Soy extrajero en mi tierra. Y no vengo a darles guerra. Soy un hombre trabajador”. Unos días antes de la final, ICE decidió detener a un mexicano famoso. Julio César Chávez Jr, hijo del legendario boxeador. Pero él boxeador discreto. Y con causas judiciales que, en rigor, justifican el arresto de ICE. Chávez Jr había combatido (y perdido) contra el youtuber Jake Paul cuatro días antes. Ya Jake Paul, admirador de Donald Trump, se le ocurrió decir que “Canelo is the next”. Es decir, que Saúl “Canelo” Alvarez es el próximo. ¿El próximo a qué? ¿A enfrentarme? ¿A ser deportado? Fue una arrogancia en tiempos de videos viralizados de mexicanos deportados, golpeados por la policía en calle, enviados hasta a Sudán del Sur. Una cosa es Chavez Jr. Otra Canelo, gloria en serio del boxeo mexicano. Y en ese contexto México enfrentando a Estados Unidos por la final de la Copa de Oro (la Copa América de la Concacaf), que se juega en Estados Unidos en simultáneo con el Mundial de Clubes de la FIFA. 

Debilitado por la ausencia de varias de sus mejores figuras, Estados Unidos estuvo a punto de ser eliminado por la Costa Rica de Keylor Navas en cuartos de final y luego fue arrinconada por Guatemala. Hubiese sido un duro golpe para Mauricio Pochettino, el DT argentino de Estados Unidos. En ambos casos, fue visitante en su propio país. Los guatemaltecos dominaron el ambiente cantando el himno nacional de su país. Era obvio que lo mismo sucedería contra México, como efectivamente ocurrió. Sorprendió Estados Unidos con gol inicial, pero luego México dominó y ganó 2-1 con toda justicia. Los mexicanos cantaron el “ole”. Silbaron duro cuando salió reemplazado a Diego Luna, hijo de mexicanos que juega para Estados Unidos. Y terminaron el partido recordando un viejo éxito del popular cantor Vicente Fernández. El estribillo que dice “Con dinero y sin dinero/ Yo hago siempre lo que quiero/ Y mi palabra es la ley/ No tengo trono ni reina/ Ni nadie que me comprenda/ Pero sigo siendo el rey”. 

El “soccer”, como lo siguen llamando, es un escenario difícil para el estadounidense votante de Trump, contento con las deportaciones de ICE. Porque ve que el fútbol, como le decimos en el resto del mundo, es el deporte rey de esos que desea ver deportados. Muchas de esas personas son las que también sintieron en estos días de Copa de Oro una revancha dentro de la cancha. Cuando entonaron su himno. Gritaron “ole”. Cantaron a Vicente Fernández. Estuvieron a punto de ganarle o le ganaron al gigante. No hay muchos otros escenarios así. Porque a Estados Unidos, país que ama al ganador, el fútbol le sigue siendo un asunto difícil. No manda adentro de la cancha. Por mucho FBI que investigue a la FIFA. Por mucho fondo de inversión que compre clubes en Europa o en cualquier otro lugar del mundo. Y por mucho Mundial que le regale Gianni Infantino.