No existe el riesgo kuka, sí el riesgo Milei+Trump

Comparar el 2015 de CFK con el 2025 de Milei muestra una década de retroceso: más deuda externa, riesgo país más alto, caída de salarios, jubilaciones y empleo industrial. El problema no es el “riesgo kuka”, sino el modelo Milei + FMI + Tesoro de Estados Unidos.

19 de noviembre, 2025 | 00.05

El Gobierno de Javier Milei agita el “riesgo kuka” para explicar la crisis, pero los datos de riesgo país, deuda con el FMI y el Tesoro de Estados Unidos y el retroceso económico de 2015 a 2025 muestran otra cosa: el verdadero riesgo para la economía es el modelo Milei + Trump.

El 25 de octubre de 2015, el día después de la primera vuelta –cuando todavía no estaba asegurado que Mauricio Macri ganara el balotaje– el riesgo país era de 519 puntos básicos. Diez años después, con Javier Milei en la Casa Rosada, ese indicador se ubica en 623 puntos. Cristina Fernández de Kirchner dejó un riesgo país más bajo que el que tiene hoy Milei, aun después de dos rescates financieros excepcionales.

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Tampoco había en 2015 un escenario de riesgo de default. No porque la economía no tuviera importantes desafíos, sino porque el país estaba desendeudado en moneda extranjera y con un perfil de vencimientos manejable. El riesgo de cesación de pagos aparece después, como consecuencia del descontrol en el endeudamiento externo de Macri –primero con el mercado internacional de capitales y después con el Fondo Monetario Internacional– y se agrava con Milei, que suma una deuda directa con el Tesoro de Estados Unidos. Hoy la pirámide de acreedores tiene este orden: primero Estados Unidos, después el FMI y recién en tercer lugar los privados.

Si se toma el final del kirchnerismo pleno en gestión de gobierno, diciembre de 2015 como base 100, el retroceso de esta década es elocuente:

  • La producción industrial está un 20% por debajo del nivel de 2015.
  • El salario real del sector privado registrado perdió alrededor de un cuarto de su poder de compra; el del sector público, casi un 40%.
  • El salario mínimo real se licuó casi un 60%: hoy se encuentra en menos de la mitad de lo que estaba al final del gobierno de CFK.
  • La jubilación mínima perdió cerca de la mitad del poder adquisitivo.
  • La tasa de desocupación subió del 5,9% en 2015 a cerca del 7,5% en 2025: hay un 30% más de desempleo que en el cierre del ciclo kirchnerista.
  • El empleo industrial nunca volvió al registro de 2015: entre el impacto de Macri y la doble recesión de Milei, hay al menos entre 10% y 15% menos trabajadores industriales formales que hace una década.

Con estos datos duros, la pregunta se impone sola: ¿dónde está el “riesgo”? ¿En el supuesto “regreso del kirchnerismo” o en el combo Milei–FMI–Tesoro de Estados Unidos que alimenta una economía más endeudada, más frágil y con peores indicadores sociales que los de 2015?

El fiasco Milei 

El fracaso del experimento liberal-libertario de Javier Milei es evidente, aunque el ecosistema de medios de comunicación, analistas y economistas de la city se esfuerce por evitar definirlo de este modo. En menos de dos años de gobierno, la economía atravesó dos recesiones, recibió dos rescates financieros extraordinarios –uno del Fondo Monetario Internacional y otro del Tesoro de Estados Unidos– y hoy tiene la economía real estancada. ¿Cómo se define un cuadro de ese tipo sin usar la palabra fiasco?

Ese fracaso se disimula detrás de un dispositivo narrativo eficaz: el relato del “riesgo kuka” es la etiqueta que apunta a neutralizar al kirchnerismo/peronismo como opción política. 

Cuando los mercados se inquietan o aparecen tensiones cambiarias, la explicación oficialista es el miedo a “la vuelta del kirchnerismo”, a una eventual derrota de la derecha en las urnas. El desastre económico actual no sería responsabilidad del programa de Milei, sino de la mera existencia de una fuerza política opositora. Es una coartada mostrada a cielo abierto: mientras haya peronismo, todo lo que salga mal se le puede adjudicar al “riesgo kuka”.

El aspecto asombroso es que parte del pensamiento político crítico, del campo nacional y popular, termina muchas veces discutiendo dentro de los marcos conceptuales que fijan estos sectores conservadores. En vez de imponer sus propios diagnósticos y categorías, debate con el libreto ajeno: se siente interpelado a demostrar que el “riesgo kuka” no existe y que los problemas no se explican por el temor al kirchnerismo (además, CFK está inhabilitada electoralmente por una causa judicial armada). Es una trampa discursiva que reduce la capacidad de comprender la dinámica real de la economía y de la política.

Si se corre el velo del “riesgo kuka” y se analiza el proceso económico y social, el panorama no ofrece dudas. Basta observar el estado de comerciantes, empresarios y trabajadores: caída persistente del salario real, consumo deprimido, negocios vacíos, producción frenada. Esto no es “riesgo kuka”; es recesión provocada por un programa económico que combina ajuste fiscal permanente, apertura importadora, flexibilización laboral y tasas de interés que ahogan cualquier intento de inversión productiva.

Cristina Fernández de Kirchner dejó un riesgo país más bajo que el que tiene hoy Milei, aun después de dos rescates financieros excepcionales.

La falsedad “peronismo = caos”

La narrativa dominante quiere asociar de manera mecánica el peronismo y el caos económico. La identificación de las últimas grandes crisis muestra lo contrario.

En 1989, la hiperinflación que pulverizó salarios, ahorros y contratos no ocurrió bajo un gobierno peronista, sino bajo la presidencia de Raúl Alfonsín, con la Unión Cívica Radical en el poder.

La segunda gran implosión, en 2001, se produjo durante el gobierno de la Alianza, encabezado por el radical Fernando de la Rúa, como culminación del régimen de convertibilidad diseñado por Domingo Felipe Cavallo. Fue la combinación de un programa de apertura, endeudamiento y valorización financiera la que condujo al default y a la crisis institucional más profunda desde el retorno democrático.

Otra crisis fue la de Mauricio Macri (2018-2019), que iba rumbo al default de la deuda y a una debacle cambiaria, eventos traumáticos evitados por el presidente electo Alberto Fernández, cuando afirmó que una paridad de 60 pesos era correcta para frenar la corrida. 

En cambio, el ciclo kirchnerista no termina con una crisis en 2015, sino con una economía desendeudada y con desequilibrios macroeconómicos manejables. La inflación que los consultores del establishment medían en torno al 25 por ciento anual –la misma tasa que hoy Milei festejaría– convivía con una economía que no estaba en recesión, niveles de ingresos relativamente altos y una tasa de desempleo del 5,9%. Había tensiones y restricciones cambiarias, pero no caos económico.

Quien inaugura otro ciclo de endeudamiento externo es Mauricio Macri, no el kirchnerismo. Hereda una economía sin acceso al crédito internacional, no por el “riesgo kuka” sino por la acción de los fondos buitre y la presión de Estados Unidos. Durante la gestión de Axel Kicillof en el Ministerio de Economía, se renegocian casi todos los frentes externos conflictivos –Repsol, CIADI, Club de París– para recuperar ese acceso. El único pendiente era con los buitres. A Cristina Fernández de Kirchner le niegan el acuerdo. A Macri le ofrecen lo mismo, y él acepta “todo y más”: paga a los fondos buitre en términos extraordinariamente favorables para ellos y abre así el grifo del endeudamiento.

Ahí comienza una etapa vertiginosa de colocación de deuda. El entonces ministro de Finanzas Luis Caputo, el “endeudador serial”, lleva la emisión de deuda a una velocidad y montos que superan incluso a los de la última dictadura. El flujo llega a su límite en enero de 2018, cuando Wall Street le dice “hasta acá llegamos”. Cerrado el mercado de crédito voluntario, la salida desesperada fue el Fondo Monetario Internacional. El resultado fue el préstamo récord de 57 mil millones de dólares, de los cuales se desembolsan unos 45 mil millones, que se convierten en un ancla de plomo para la economía.

Esa herencia pesadísima no es resuelta por el gobierno siguiente. La administración de Alberto Fernández queda atrapada entre la necesidad objetiva de reestructurar la deuda y la falta de decisión política y coherencia interna. 

El combo Milei–FMI–Tesoro de Estados Unidos alimenta una economía más endeudada, más frágil y con peores indicadores sociales que los de 2015.

El rol desestabilizador de Milei

A esta fragilidad estructural se le suma un actor desestabilizador: Javier Milei como candidato a Presidente. Sus declaraciones –“el peso es excremento”, “vamos a dinamitar el Banco Central”, “vamos a dolarizar”– funcionan como combustibles de la corrida cambiaria y las remarcaciones de precios en la última etapa de Alberto Fernández. Luego, ya en el gobierno, Milei pretende explicar la situación combinando dos coartadas: la herencia y el “riesgo kuka”. 

El riesgo que enfrenta hoy la Argentina no es el regreso del peronismo al poder, sino el riesgo Milei + FMI + Trump. Salir de la trampa discursiva del “riesgo kuka” es condición necesaria para poder entender estas dinámicas. Si se acepta que el peligro central es el peronismo, se termina actuando en función de un diagnóstico falso. Si se reconoce que el riesgo real está en la combinación de endeudamiento, ajuste permanente, apertura indiscriminada y subordinación externa, entonces la discusión cambia de eje: deja de ser moral sobre quién “asusta” a los mercados y pasa a ser política sobre quién se beneficia y quién pierde con este modelo político y económico.