La doctrina económica del papa Francisco

El papa Francisco reiteró en su papado que, así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, también se tiene que decir “no a una economía de la exclusión”. Criticó la teoría del derrame y advirtió que no se puede confiar en la mano invisible del mercado.

21 de abril, 2025 | 21.35

Varias son las facetas que identifican el ciclo del papado de Francisco, una de ellas, que ha sobresalido, es la observación crítica del funcionamiento del capitalismo global. La Doctrina Social de la Iglesia abarca aspectos sociales, políticos, económicos, familiares y culturales. En este marco conceptual, el papa Francisco enfatizó, en exhortaciones apostólicas, encíclicas, declaraciones y discursos públicos, la cuestión económica.

A lo largo de su papado, cuestionó al capitalismo y, en especial, al mundo financiero global por ser inmoral e injusto. En estos años, el Vaticano ha sido sede de seminarios, organizados por la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, en donde se ha debatido y cuestionado, en duros términos, el papel de la deuda como instrumento de dominación de países.

El papa Francisco ha denunciado que las deudas externas de países vulnerables se inscriben en la tensión acerca del abuso del capitalismo financiero globalizado sobre el Estado-Nación.

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Otros papas se han ocupado de las miserias y desigualdad del capitalismo. Lo hicieron con un mensaje eclesiástico basado en una posición moral. Francisco avanzó desde esta instancia, incorporando observaciones críticas acerca de su funcionamiento, al identificar los principales actores beneficiarios de un sistema injusto.

Los primeros cuatro No de Francisco

El puntapié inicial fue la exhortación apostólica Evangelli Gaudium, del 24 de noviembre del 2013, apenas nueve meses desde el comienzo de su papado, que luego se complementaron con tres encíclicas, entre las que se destaca Laudato si’. 

El capítulo dedicado a la cuestión económica, de la primera de las nueve exhortaciones apostólicas de Francisco, define su posición sin ambigüedades:

1. No a una economía de la exclusión.

2. No a la nueva idolatría del dinero.

3. No a un dinero que gobierna en lugar de servir.

4. No a la inequidad que genera violencia.

Las encíclicas y las exhortaciones son documentos de enseñanza doctrinal y constituyen el legado de los papas en su reinado. Resulta ilustrativo exponer los principales conceptos económicos expuestos en la Evangelii Gaudium porque ofrece un atractivo contrapunto a este período de dominio de políticas económicas de derecha.

A lo largo de su papado, Francisco cuestionó al capitalismo y, en especial, al mundo financiero global por ser inmoral e injusto.

Cuestionamiento a la teoría del derrame

El papa Francisco escribió que, así como el mandamiento de “no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, también se tiene que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Afirmó que “esta economía mata. No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la Bolsa. Eso es exclusión”. 

Denunció que no se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre, para señalar que “eso es inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida”. 

Advirtió que se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. Describió la cultura del “descarte” que se promueve, ya que no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: “con la exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera”.

El papa Francisco sentenció que “los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes”. Luego cuestionó a quienes todavía defienden las teorías del “derrame”, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. 

“Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante. Mientras tanto, los excluidos siguen esperando. Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización de la indiferencia”, afirmó.

El fetichismo del dinero y el becerro de oro

La Evangelii Gaudium definió que las crisis financieras hacen olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: “¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. 

Ilustra que la crisis mundial, que afecta a las finanzas y a la economía, pone de manifiesto sus desequilibrios y, sobre todo, la grave carencia de su orientación antropológica, que reduce al ser humano a una sola de sus necesidades: el consumo.

“Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas”, sentencia. 

Endeudamiento, consumismo y corrupción

Indica, además, que la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. 

A todo ello se añade una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta, que han asumido dimensiones mundiales. Apunta que, en este sistema que tiende a fagocitar todo en orden a acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente, queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla absoluta.

Los mecanismos de la economía actual promueven una exacerbación del consumo, pero resulta que el consumismo desenfrenado, unido a la inequidad, es doblemente dañino para el tejido social. Así, la inequidad genera, tarde o temprano, una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. 

“Sólo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos. Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una “educación” que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos”, explica. 

Para destacar que “esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países –en sus gobiernos, empresarios e instituciones– cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes”.

"La inequidad es la raíz de los males sociales", escribió el papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelli Gaudium, del 24 de noviembre del 2013, puntapié inicial de la construcción de la doctrina económica de su papado.

La causas estructurales de la inequidad

La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar a la sociedad, sino para sanar de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. 

Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y, en definitiva, ningún problema. La inequidad es la raíz de los males sociales.

“Ya no se puede confiar en las fuerzas ciegas y en la mano invisible del mercado”, definió el papa Francisco. 

El crecimiento en equidad exige algo más que el crecimiento económico, aunque lo supone, requiere decisiones, programas, mecanismos y procesos específicamente orientados a una mejor distribución del ingreso, a una creación de fuentes de trabajo, a una promoción integral de los pobres que supere el mero asistencialismo. 

Para concluir que “estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos”.

El papa Francisco escribió la exhortación apostólica Evangelli Gaudium hace doce años y tiene una actualidad notable cuando se observa el devenir del capitalismo global y, a la vez, es una descripción crítica precisa de la orientación y consecuencias de la política económica del gobierno de Javier Milei.