La campaña olivícola en Argentina, que cuenta con unas 70.000 hectáreas de olivos distribuidas principalmente en La Rioja, San Juan, Catamarca, Mendoza y Córdoba, cerrará el año de exportación con una alta preocupación por parte de productores e industriales ante la caída generalizada en los rendimientos, una situación que se repite por segundo año consecutivo. A los efectos de eventos climáticos adversos se suma el desfinanciamiento que sufre toda la cadena productiva, profundizado por el recorte presupuestario y la falta de asistencia del Gobierno nacional.
El 68% de la producción está destinado a la elaboración de aceite de oliva, el 32% a aceitunas de mesa, aunque el 20% de la producción se corresponde con variedades de doble propósito. La actividad emplea en forma directa a 6.000 personas y a más de 43.000 en época de cosecha, según datos de la Federación Olivícola Argentina (FOA).
En esta campaña, el sector experimentó un rendimiento promedio de solo el 12%, una cifra inferior a lo esperado, como consecuencia de las bajas temperaturas que afectaron el desarrollo de las flores y la maduración del fruto, particularmente en las provincias del noroeste. En San Juan y La Rioja, principales zonas elaboradoras de aceite, el frío de mayo dañó seriamente los árboles, afectando el volumen y la calidad del aceite.
La falta de apoyo estatal agrava el escenario
El impacto del desfinanciamiento nacional también afecta el acompañamiento técnico e institucional al sector. En los últimos años, organismos como el INTA, INTI, CONICET, SMN y Cancillería brindaron soporte clave en investigación, tecnología, ensayos y promoción comercial, funciones que hoy se ven reducidas por los recortes presupuestarios y la pérdida de personal especializado.
Productores advierten que, sin políticas activas, es cada vez más difícil sostener una actividad que requiere altos niveles de inversión. El presidente de una importante olivícola riojana explicó que el costo energético para el riego por goteo ronda los 780 euros por hectárea, lo que, sumado al resto de los costos productivos, hace inviable la rentabilidad del negocio si no se cuenta con mecanismos de financiamiento o incentivo.
A pesar de la eliminación de las retenciones desde mayo de este año, la reducción del plazo para liquidar divisas de 30 a 15 días generó nuevas tensiones en la operatoria exportadora. Mientras tanto, el complejo olivícola nacional, que en 2023 exportó por US$321 millones, intenta sostener sus mercados en Brasil, Estados Unidos y la Unión Europea, aunque con un volumen más reducido.
La incertidumbre climática, la presión de los costos y la falta de respaldo oficial plantean un desafío estructural para una de las economías regionales más representativas del país. Los productores coinciden en que, sin medidas urgentes, la próxima campaña podría enfrentar dificultades aún mayores.
Fuerte caída en la producción de aceite y viraje hacia la aceituna de mesa
De acuerdo con estimaciones oficiales, la producción total de aceite de oliva no superará las 27.500 toneladas, lo que representa una caída significativa respecto a las 44.000 toneladas de 2023. A nivel internacional, la International Olive Oil proyecta un descenso del 26% en la producción de aceite de oliva argentino y un 9% en la producción de aceituna de mesa.
La situación llevó a muchos productores a destinar una mayor parte de sus cultivos al mercado de aceitunas de mesa, especialmente las variedades de doble propósito, debido a la baja rentabilidad del aceite exportado a Europa, donde los precios, tras recuperarse, no alcanzan a cubrir los elevados costos locales. Actualmente, el valor de exportación del aceite ronda los 3.600 euros por tonelada, mientras que el costo operativo por hectárea se aproxima a los 3.500 euros, sumando energía eléctrica, insumos y mantenimiento.