Vivir de prestado y fingir demencia

La historia económica argentina vuelve a repetirse: deuda externa para sostener un modelo inviable, silencio de buena parte del establishment y una sociedad anestesiada por la estabilidad cambiaria. El gobierno celebra lo que debería alarmar: financiar el presente con dólares que no genera y profundizar la dependencia sin dejar nada a cambio.

01 de mayo, 2025 | 08.39

Siempre se insiste en que en el análisis económico no existe el bien y el mal, solo la ciencia y los intereses de clase. Sin embargo, cuando se repasa la historia es extremadamente difícil mantener la asepsia moral. Ello sucede particularmente con dos fenómenos, la reiteración de recetas fracasadas y el endeudamiento que suelen provocar. Pero no cualquier endeudamiento, sino uno en particular, el financiero externo destinado a sostener modelos macroeconómicos inviables, es decir deuda que se esfuma y no deja nada a cambio, solo obligaciones.

Sucede que el poder de un presidente no se limita al ejercicio de su mandato, sino que se extiende al pasado y al futuro. Al pasado por la vía de la enajenación del patrimonio público, es decir de la privatización de activos acumulados en generaciones anteriores, y al futuro a través del endeudamiento, es decir por la vía de cargarle a las generaciones futuras los costos del presente. El gobierno del Frente de Todos, por ejemplo, no fue condicionado solamente por su interna fratricida, sino especialmente por algo más grave, el inmenso endeudamiento generado por el macrismo, con el actual ministro de Economía, Luis Caputo, como su principal gestor. En 2016 y 2017 un país mayormente desendeudado encabezó los rankings mundiales de tomadores de deuda. En 2018 debió volver al FMI y tomar el crédito más grande de la historia del organismo. Cuando ello sucedió, el futuro apareció como una película: el gobierno subsiguiente debería abocarse, como tarea principal y prioritaria, a refinanciar los pasivos externos y las décadas venideras serían una sucesión de renegociaciones y condicionalidades, con desaparición completa de los grados de libertad de la política económica. Se trata de una historia reiterada, una suerte de “normalidad” desde la recuperación democrática y en la que el pago del total de lo adeudado al FMI a comienzos de 2006 fue sólo un paréntesis, aunque haya durado poco más de una década.

Antes que resolver el problema de fondo, al gobierno frentetodista, marcado por su debilidad política, sólo le quedó la posibilidad de patear la pelota para adelante vía renegociación con período de gracia. Desconocer el endeudamiento del macrismo, especialmente el crédito político del FMI, habría demandado una fortaleza y unidad política que no existía, una unidad que incluyera no solo al oficialismo de entonces, sino también a parte de la oposición y del poder económico. Plantear en el presente que fue un acierto oponerse desde adentro a aquella renegociación supone deshonestidad intelectual, miopía política o desconocimiento de los poderes reales en juego.

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Quizá sea innecesario aclararlo, pero el problema no es tomar deuda, sino pasarse de rosca. En el actual estadio del desarrollo del capitalismo, las deudas soberanas impagables son un instrumento de dominación para los acreedores y de subordinación para los deudores. En los hechos, la virtual “prisión por deudas” sólo se eliminó para las personas, humanas y jurídicas, no para los Estados.

Con esta historia a cuestas, un gobierno que se jacta de asumir las restricciones, con la presupuestaria al frente, y que quiere demostrar que las anteriores experiencias ortodoxas fracasaron porque no fueron lo suficientemente a fondo, se regodea y presenta como un éxito el completo fracaso de seguir endeudándose para sostener el modelo de dólar barato y contención salarial. En esto sigue al grueso de la profesión de los economistas locales que, vaya a saberse por qué misterio, insiste en desconocer la diferencia entre pesos y dólares y rechaza teóricamente la verdadera restricción fundamental de la economía local, que es la externa. La pregunta por el absurdo es, si pesos y dólares son lo mismo y si la restricción externa no existe ¿por qué siempre se recae en seguir tomando y aumentando la deuda en divisas?

Acercándose a cumplir un año con déficit en la cuenta corriente cambiaria, el gobierno de Javier Milei acaba de evitar una crisis externa precisamente porque tomó más deuda. Contra toda lógica financiera de repago, y por pura lógica geopolítica decidida por Estados Unidos, el FMI recayó en conceder un crédito multimillonario y fuera de norma a la Argentina. La propia directora gerente del organismo, Kristalina Georgieva, la presumta representante de “un nuevo Fondo”, también se salió de norma y demandó que los argentinos sigan votando a La Libertad Avanza. Y para completar, el Presidente señaló que por haber profundizado el endeudamiento público externo ahora sus críticos “la tienen adentro” y que los productores de pomada cicatrizante anal están de parabienes con tantos mandriles. Tanta autocelebración injustificada, obsesión anal y agresividad a partir de profundizar su carácter de “verdadero degenerado de la deuda” sin que tenga como correlato el escándalo político, presupone que no solo el grueso de la profesión de economistas, sino buena parte de la clase política y de la sociedad “fingen demencia”. Lo grave no es solamente que se evitó una crisis externa por medio de profundizar el endeudamiento, sino que se sigue actuando como si nada hubiese sucedido, es decir haciendo más de los mismo y olvidando por completo la experiencia histórica.

Es comprensible que las personas ajenas al debate público se sientan relativamente tranquilas e incluso esperanzadas de que toda marcha bien en tanto el precio del dólar o el número de la inflación no se disparen de más. Puede preverse además que gracias a los miles de millones de dólares de deuda nueva las apariencias se puedan seguir sosteniendo por un tiempo. Pero, de nuevo, lo sorprendente es que la profesión de economistas actúe como si la economía no siguiese en rumbo de colisión mientras sigue consumiendo dólares prestados, es decir, valga la redundancia, dólares que no genera. Y para quienes no se meten en el debate económico, al menos debería llamar la atención que, a pesar de todas las facilidades y perdones del RIGI, las grandes inversiones para la explotación de recursos naturales sigan sin aparecer. No solo se trata del caso testigo del retiro de la inversión de Petronas en GNL, sino que ni siquiera se están concretando las inversiones en los grandes yacimientos de cobre, algo que fue reconocido hasta por la fugaz secretaria de Minería del actual gobierno, Flavia Royón, ex de Energía de la administración precedente.

También puede comprenderse que un político o un legislador no entiendan de teoría económica, pero al menos deberían conocer la historia y saber que esta vez no hay nada de distinto a las experiencias recientes, ni siquiera en sus autores intelectuales y ejecutores, como los Sturzenegger y los Caputo. Capítulo aparte merece el poder económico que, encandilado por su triunfo pasajero en la lucha de clases y las ganancias de corto plazo, olvida que sus negocios, al menos los no financieros, no podrán simplemente ser llevados a otra parte, suceden en esta economía. Cuando llegue el inevitable momento de pagar las deudas, nadie saldrá indemne.-