Acuña también se va de la CGT y el Gobierno husmea la sucesión

A seis meses de la renovación de la cúpula de la central todo apunta a que ninguno de los tres secretarios generales irá por un nuevo mandato. En la danza de nombres pican en punta Jorge Sola (Seguros) y Cristian Jerónimo (Vidrio), con un guiño del sector dialoguista del Gobierno. 

23 de mayo, 2025 | 09.19

La CGT promete exhibir en noviembre una renovación infrecuente en las estructuras sindicales con el obligado proceso de elecciones de su Consejo Directivo. A la salida de Héctor Daer del triunvirato de secretarios generales, que anticipó en exclusiva El Destape, se sumará la de Carlos Acuña, tal como les reveló el gremialista de las estaciones de servicio a sus pares en la conducción. Entre ambos pasos al costado y el desinterés que ya dejó entrever Hugo Moyano por sostener a su delegado en el cargo, Octavio Argüello, la danza de nombres y formatos de jefatura se hizo frenética en los últimos días con un interés marcado del Gobierno por el alumbramiento de un posible liderazgo más proclive al diálogo frente a la segunda mitad del mandato de Javier Milei.

Como había adelantado este medio el 9 de abril, Daer picó en punta con la nominación de Jorge Sola, gremialista del Seguro y actual portavoz de la central obrera, como su eventual sucesor. Claro que la expectativa es que esa designación se cristalice en la vuelta de la conducción unipersonal, algo que no sucede desde hace casi una década de triunviratos ininterrumpidos.

En los últimos días se le acercó en los guarismos Cristian Jerónimo (sindicato de empleados del Vidrio, Seivara), impulsado por Gerardo Martínez (albañiles, Uocra), referente del grupo de los “independientes” de diálogo permanente con todos los gobiernos. De hecho en la administración libertaria ven con buenos ojos el posible encumbramiento de Jerónimo por encima de otros postulantes.

Sin embargo, antes que los nombres el debate mayor en la CGT es entre la reedición de una conducción colegiada, como sucede con los triunviratos desde 2016, o la posibilidad más cercana que nunca de la vuelta del formato de un único secretario general. La última edición indiscutida de esa modalidad fue en los ‘80s con Saúl Ubaldini como único líder; la década siguiente tuvo a Rodolfo Daer como referente designado por los “gordos” de los grandes sindicatos de servicios con Moyano como principal contrincante, en tanto que en los 2000’s el propio camionero se hizo de la jefatura sin participación de sus rivales más tradicionales.

La solidificación de Milei en el poder trastocó toda la interna de la central obrera y dio vuelta los roles: los “gordos” como Héctor Daer y Armando Cavalieri (Comercio) pasaron a ser opositores de la administración libertaria y Moyano, a ser adalid del dialoguismo, un viraje indisociable de la crisis que atraviesa desde hace años la obra social de Camioneros (Oschoca), que administra su esposa, Liliana Zulet. De ahí su determinación de evitar una colisión con La Libertad Avanza, la salida de su hijo mayor, Pablo Moyano, del actual triunvirato y su poco apego a la continuidad del gremio en la jefatura de la CGT.

Con este panorama “gordos” y Moyano aparecen más cerca que nunca para acordar un nuevo formato para el período 2025-2029. En el gremio de Camioneros lo confirman y hasta aventuran que su única ambición para el futuro Consejo Directivo es ubicar a su hijo menor, Jerónimo Moyano, como secretario de Juventud. Por lo demás no sería escollo para la nominación de Sola como único secretario general.

Contra esa alternativa se erigen dos obstáculos. Uno, el interés de Gerardo Martínez por empujar a Cristian Jerónimo como figura de recambio bajo la premisa de que se trata de un dirigente joven, de un gremio industrial y que cuenta con la cintura suficiente como para conectar a todos los sectores internos. El dirigente del vidrio, de hecho, llegó a ser mano derecha de Pablo Moyano en el Frente Sindical para el Modelo Nacional pero más cerca en el tiempo abandonó posturas intransigentes para sentarse en la “mesa chica” de la central y ganarse la confianza de los “independientes”.

En el Gobierno siguen con interés el desarrollo de la discusión y, en particular, el desempeño de Jerónimo, a quien asocian con las “virtudes” negociadoras de Gerardo Martínez. De hecho ambos dirigentes soldaron un tándem en foros internacionales, el ámbito que mejor le sienta al jefe de la Uocra.

Desde el Ejecutivo esta alternativa cuenta con el visto bueno del secretario de Trabajo, Julio Cordero, otro habitué de los foros internacionales en su anterior faceta doble de asesor de la Unión Industrial y del Grupo Techint, y por carácter transitivo del asesor plenipotenciario Santiago Caputo y del jefe de Gabinete, Guillermo Francos. Los tres funcionarios integran el ala “dialoguista” del Gabinete por contraposición con los “halcones” Federico Sturzenegger –decididamente antigremios- y Luis Caputo.

El otro escollo para una jefatura unipersonal es Luis Barrionuevo. El gastronómico se las apañó para sostener a Acuña como tercera pata de la conducción desde 2016 incluso muy por arriba del peso real de su sector en la central sindical. El otrora jefe de la denominada “CGT Azul y Blanca”, que llegó a aglutinar a una treintena de organizaciones de porte medio, en la actualidad apenas araña un tercio de aquella capacidad. Y si bien llegó a colarse en la intimidad libertaria como fugaz patrocinador de campaña en la segunda vuelta, ese papel duró unos pocos días y Milei entendió demasiado rápido la imposibilidad de confiar en el líder de la Uthgra.

De todos modos Barrionuevo insistirá este año en mantenerse como elector de una jefatura colegiada aunque ya no con Acuña como su entenado. Para validar su influencia basta con verificar que el ministro de Salud, Mario Lugones, llegó al cargo por ser el padre de Rodrigo Lugones, socio de Santiago Caputo, pero también como presidente de la Fundación Güemes, la entidad de salud privada que reúne al propio Barrionuevo con el operador radical Enrique “Coti” Nosiglia. Su participación en esa entente le brinda al gastronómico, además, voz y voto en el reparto de fondos de la Superintendencia de Salud y en las avanzadas de intervenciones a obras sociales que los libertarios hicieron costumbre.