La hora oficial de Argentina podría volver a modificarse después de más de medio siglo de idas y vueltas. El proyecto que hoy llega al recinto de la Cámara de Diputados propone atrasar sesenta minutos todos los relojes del país, con el argumento de alinear el horario nacional con la luz solar y disminuir el consumo de energía. La iniciativa, presentada por el diputado mendocino Julio Cobos, se instala en un contexto global de crisis energética, que está atravesado por la guerra en Ucrania y la tensión en Medio Oriente.
El cambio al huso horario -04 GMT no es nuevo en la historia argentina. Durante gran parte del siglo XX rigió ese horario, hasta que el país adoptó en 1969 la actual referencia (-03 GMT). Desde entonces, las modificaciones se repitieron de manera intermitente, muchas veces justificadas en el supuesto ahorro energético y otras tantas frenadas por motivos políticos.
¿Por qué quieren cambiar la hora oficial?
El argumento central del proyecto es que el huso vigente está “desfasado” respecto del ciclo natural de luz y oscuridad, lo que obliga a utilizar más electricidad en iluminación artificial. Cobos citó investigaciones de la doctora Andrea Pattini, del CONICET, que sostienen que atrasar una hora mejoraría la eficiencia energética, sobre todo en hogares y comercios.
Además, el legislador mendocino insiste en que este ajuste devolvería coherencia con el huso horario “que realmente nos corresponde por ubicación geográfica” y que fue desplazado por decisiones políticas tomadas hace más de cincuenta años.
Un debate que vuelve cada década
El tema de la hora oficial regresa cíclicamente al Congreso. En 2007, la Ley 26.350 implementó el horario de verano e invierno, alternando entre -03 GMT y -02 GMT. Pero el sistema se suspendió en 2009 por falta de consenso político y reclamos sociales. Antes, la Ley 25.155 de 1999 había establecido el -04 GMT, aunque fue derogada poco después.
Los vaivenes reflejan una ausencia de criterio sostenido. Mientras tanto, los especialistas en cronobiología advierten sobre los efectos en la salud y el rendimiento que provoca lo que llaman “jet lag social”: una discrepancia entre el reloj biológico y el reloj oficial.
El retraso de una hora cambiaría rutinas inmediatas: el inicio de clases, las jornadas laborales y el funcionamiento del transporte. Según experiencias internacionales, la adaptación suele demandar algunos días, aunque a mediano plazo se normaliza.
Otro punto clave del proyecto es la coordinación con países del Mercosur. La propuesta invita a Brasil, Uruguay y Paraguay a consensuar cambios para facilitar la operatoria comercial, bancaria y de transporte. Hoy, la diferencia horaria con Brasil suele complicar transacciones financieras y logísticas.