Ya no es Horacio Rodríguez Larreta. Tampoco es Horacio. Ahora es Larreta. Corto. Como si se tratara de un sello personal. El ex jefe de Gobierno hace campaña por lo bajo, sin tanta exposición mediática pero con recorridas de un piso de seis horas, todos los días, en la Ciudad. Su fuerte es la gestión. Es su lugar seguro y una forma efectiva de acercarse a los porteños molestos por la performance actual. El candidato a legislador capitalino se transformó en uno de los problemas centrales para el desempeño del PRO en estas elecciones.
Horacio cambió su nombre en X y en Tik Tok. En momentos en que se discute si es o no es parte del PRO, un partido que fundó, el ex jefe de Gobierno parece haber creado su propia marca personal para dejar de lado ese entuerto. No importa si es o no es PRO, lo que importa es que es Larreta, un símbolo de gestión. Estuvo en los ocho años de Mauricio Macri al frente de la Ciudad y, luego, otros ocho años propios.
Este proyecto lo hacemos colectivamente. Sostené a El Destape con un click acá. Sigamos haciendo historia.
Por otro lado, pasó a ser Larreta porque es menos pretencioso que tener un doble apellido y un nombre largo difícil de pronunciar por lo cansador. Pero tampoco es Horacio, porque lo suyo no es el estado descontracturado. Ahora es Larreta, principalmente, porque la gente en la calle lo llama así, sin más vueltas.
El ex jefe de Gobierno se siente cómodo en el rol de gestor. La de este año será una elección legislativa, lejos de la ejecución propia de un Gabinete pero, en el larretismo, remarcan que toda gestión debe apalancarse en iniciativas nacidas de los parlamentos. La Legislatura, en este caso, es quien mueve la acción y por eso, con el conocimiento de los 16 años en la sede de gobierno y bajo el estado actual de situación, buscará impulsar leyes que generen movimientos.
No será lo único, también podrá pedir informes ejecutivos sobre distintas decisiones o inacciones. Será oposición al gobierno porteño. Pero no una destructiva, advierten. Votará lo que esté bien y no lo hará con lo que considere errado.
MÁS INFO
El larretismo destaca, una y otra vez, el famoso “MÉTODO” como valor distintivo. Es sabido que Horacio se levanta muy temprano todos los días y ese despertador ya obligaba, durante su gestión, a que los funcionarios también comenzaran a trabajar de forma prematura para evitar recibir un llamado telefónico que los encontrara en la cama. Las reuniones de Larreta eran, gran parte del tiempo, en la calle, durante recorridas, y el seguimiento muy estricto.
Los funcionarios mantenían reuniones periódicas con los vecinos, momento en el cual anotaban las demandas de gestión para activar un mecanismo de respuesta que podía ser por la positiva, con la resolución del problema, o por la negativa, con la consiguiente explicación a los porteños de por qué era imposible avanzar. Se trataba, en definitiva, de no abandonar al vecino. Una de las acusaciones que hoy por hoy le hace al macrismo.
Desde el larretismo hacen una comparación. En Buenos Aires, en plena interna entre las patas peronistas, no se vieron críticas de la gente a la gestión de Axel Kicillof. A lo sumo pudo haber cuestionamientos cruzados vinculados a la política. En CABA, sin embargo, hay votantes PRO enojados con el hacer de Jorge Macri.
Por eso, Larreta encaró la campaña del metro cuadrado que tan bien le funcionó al PRO en su momento. Y lo discute porque ese metro cuadrado se deterioró. De no haber sido así, argumentan, hoy podrían conversarse otros tópicos pero con el exceso de basura, por ejemplo, la demanda pasa otra vez por lo inmediato. ¿Cuánto vale esa agenda para la gente? No lo saben y es lo que van a poder medir con la elección.
“A él le apasiona la Ciudad”, dice su entorno para responder a las críticas que ven, en su campaña municipalizada, un retroceso del ex candidato presidencial y no creen que le interese llegar a la Legislatura porque su ámbito natural es el de la gestión. Para quienes orbitan al actual candidato, la decisión de Larreta de postularse en estos comicios, lejos de eso, muestra resiliencia y humildad porque podría haberse escondido en una lista instalada, como la amarilla, pero optó por competir bajo sus ideales.
MÁS INFO
La relación entre Larreta y el PRO se rompió con el pacto de Acasusso con el que Macri y Patricia Bullrich decidieron acompañar a Javier Milei en el balotaje. Pero el quiebre final ocurrió en marzo del año pasado, cuando se eligieron las autoridades del partido amarillo y Horacio prefirió no formar parte de una mesa directiva amigable con el jefe de Estado.
Desde entonces, no hubo más conversación. Por eso, rechazan el supuesto dolor de los referentes amarillos por su competencia electoral. En el larretismo no aceptan que no le hayan consultado ninguna decisión partidaria ni problema en la gestión porteña pero se indignen por su elección de jugar por afuera.
Según analizó Santiago Giorgietta, director de la consultora Proyección, en diálogo con FM RE, el ex jefe de Gobierno “va a ser determinante”, tanto “por si sube en su intención de voto como por si se mantiene” entre los seis y ocho puntos en que ellos lo tienen medido. “La mitad de sus votos son amarillos, pero un cuarto están pintados de azul”, por lo que el marco de su robo de voluntades es bastante amplio.