La “mesa chica” de la CGT avanzó en la noche de este martes en el diseño de un nuevo triunvirato desprovisto de figuras con nombre propio capaz de representar de antemano una amenaza seria contra el avance del Gobierno hacia una nueva reforma laboral regresiva. La última versión del futuro esquema de liderazgo, a ser consagrado en el Congreso de renovación de autoridades de este miércoles en Obras Sanitarias, contemplaba la confirmación de Jorge Sola (personal del mercado asegurador), apadrinado por Héctor Daer; Cristian Jerónimo (empleados de la industria del vidrio), delegado de Gerardo Martínez, y la continuidad de Octavio Argüello (Camioneros), como referente del gremio de Hugo Moyano.
Se trata del principio de acuerdo al que arribaron las figuras más destacadas de la central obrera en dos reuniones reservadas, entre el lunes y el martes, ambas en la sede del gremio de albañiles (Uocra), de Martínez. La primera jornada contó con la presencia de Armando Cavalieri (Comercio), uno de los mayores objetores de Cristian Jerónimo, y el propio Moyano, otrora rivales irreconciliables. Anoche participaron Daer, José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Sola y Jerónimo.
En ambos casos la ausencia más significativa fue la de Luis Barrionuevo (gastronómicos, Uthgra), que amaga con generar una módica ruptura con el puñado de sindicatos que lo siguen luego de que no se respetara –al menos en el diseño preliminar- la continuidad de un representante de su sector en el triunvirato a partir de la salida anunciada de Carlos Acuña (estaciones de servicio). En cambio, parecía garantizada la presencia en el nuevo Consejo Directivo de los dirigentes más cercanos a Cristina Fernández de Kirchner como Abel Furlán (metalúrgicos, UOM), Sergio Palazzo (Asociación Bancaria) y Ricardo Pignanelli (mecánicos, Smata).
El borrador de nuevo triunvirato parecía dejar de lado la alternativa de encumbrar una mujer como cosecretaria general, una responsabilidad que sólo tuvo durante un período breve la dirigente de Sanidad Susana Stochero (exRueda) en 2004. Para el cargo se llegó a mencionar en varias oportunidades a Maia Volcovinsky (número dos del sindicato de judiciales UEJN) y más recientemente a Marina Jaureguiberry (docentes privados, Sadop).
En todas las negociaciones el punto más ríspido fue la nominación de Jerónimo por parte de Gerardo Martínez. Dirigentes de varios espacios lo vetaron por su pasado como mano derecha de Hugo y Pablo Moyano en la tarea de patrocinar líneas internas opositoras en sindicatos como la Unión Tranviarios Automotor (UTA, colectiveros). Cuando parecía que su nombre había sido descartado, el triunfo inesperado de Javier Milei el 26 de octubre en las elecciones legislativas fortaleció a su mayor impulsor, el secretario general de la Uocra, por ser el dirigente de más diálogo con la gestión libertaria.
De confirmarse los tres nombres –nada indica que un cambio de último momento pueda torcer la impronta del nuevo esquema de conducción- la CGT alumbrará su jefatura de perfil más bajo de la que se tenga memoria. Ya en 2016 la central obrera exhibía tres secretarios generales sin poder propio: Daer era entonces el número dos de Sanidad, de Carlos West Ocampo; Acuña ya era entonces y ahora portavoz de Barrionuevo, y el portuario Juan Carlos Schmid ocupaba el cargo por cuenta y orden de Moyano.
La estructura inminente, sin embargo, luce a priori con menos empuje incluso que la de hace nueve años: Sola fue secretario de Prensa de los últimos dos mandatos y se jacta de ser un dirigente de perfil moderno, asociado a nuevas metodologías sindicales distantes de la acción directa y la huelga (ideó el “mapping” con que la CGT conmemoró el último 17 de octubre); Jerónimo se apartó del Frente Sindical que orientaba Pablo Moyano para ponerse bajo el ala de Martínez y recrearse como dialoguista y partícipe, al igual que su padrino sindical, de foros internacionales. Mientras que Argüello ganó espacios en Camioneros como un componedor antes que como un revulsivo.
En cada nueva encarnación de la CGT sin rastros de figuras de confrontación, los responsables de su diseño evocan a Saúl Ubaldini, que se encaramó a la jefatura de la central obrera en 1980 como un virtual desconocido y sólo a instancias de la nominación del metalúrgico Lorenzo Miguel. Pero el dirigente, que como agravante provenía de un sindicato pequeño como el de cerveceros, venía de liderar la CGT Brasil, una respuesta disidente al colaboracionismo del gremialista de los plásticos Alberto Triaca –padre de Jorge, el primer ministro de Trabajo de Mauricio Macri- entonces a cargo de la versión formal de la central.
La casi segura confirmación del nuevo triunvirato también clausurará el plan B que idearon algunos dirigentes, como Armando Cavalieri, de extenderle el mandato a Daer a solas para que pudiese encarar la primera etapa de un eventual plan de lucha sindical contra la reforma laboral de Javier Milei. Es que a pesar de un 2025 en su mayoría de quietud, la CGT con el dirigente de Sanidad como estratega encaró tres paros nacionales y logró congelar en la Justicia el capítulo laboral del DNU 70/23 así como otro decreto del Gobierno que buscaba criogenizar al máximo el derecho de huelga en la Argentina.
