Por qué no va a llegar el verano en Argentina: qué va a pasar a fin de año, según los expertos

El nuevo informe climático prevé temperaturas “normales” en promedio, pero con un mayor foco de calor en varias regiones del país y lluvias en otros sectores. Qué implicancias tiene este escenario y qué advierten los expertos sobre los riesgos asociados. 

07 de noviembre, 2025 | 00.05

Arrancó la primavera y, con ella, el calor empieza a asomar pero también las dudas: ¿qué tan intensas serán las temperaturas en el arranque de la primavera/verano?, ¿debemos esperar olas de calor más frecuentes o extremas? El pronóstico trimestral del SMN anticipa que, entre octubre y diciembre, gran parte del país podría registrar valores superiores a los normales. Esa diferencia, que a primera vista puede parecer leve, abre un terreno de impacto concreto: desde cómo nos exponemos al sol hasta qué enfermedades y vectores de las mismas encuentran condiciones más favorables para propagarse como el dengue y chikungunya. La clave, advierten los especialistas, es entender que los cambios de tendencia no solo se sienten en el termómetro, también en el cuerpo.

Si bien este pronóstico trimestral abarca octubre, noviembre y diciembre (la primavera completa), el inicio del verano no anticipa fenómenos puntuales sino tendencias generales de temperatura y precipitaciones. “Esta última actualización prevé que en gran parte del país las temperaturas se ubiquen levemente por encima de los valores normales”, señaló Cindy Fernandez, vocera del SMN.  La especialista remarcó que este tipo de pronósticos no permite anticipar si habrá más olas de calor o récords de temperatura. “Lo que te habla es de los promedios. Eso significa que, si el promedio de octubre, noviembre y diciembre en una región suele estar en torno a los 20 grados, este año podría ubicarse en 22, 23 o incluso 25. Pero eso no quiere decir sí o sí que habrá olas de calor. Puede ser simplemente que tengamos días un poco más templados que lo habitual, sin llegar a ser extremos”, detalló.

Consultada sobre la posibilidad de comparar este escenario con años anteriores, Fernández fue clara: “No hay indicios de que vayamos a tener más olas de calor o eventos extremos”. Y recordó que, en octubre nunca hubo olas de calor en la Argentina, en noviembre solo se registró una en la historia, y recién en diciembre comienzan a ser algo más habituales.

En cuanto a la influencia de fenómenos climáticos globales, la vocera descartó que este año exista un condicionante como La Niña. “Los años más cálidos, los que han sido extremos en general, suelen estar asociados a La Niña. Este año por el momento no tenemos ese fenómeno y tampoco se proyecta que se genere”, indicó.

Fernández también explicó cómo se elaboran estas proyecciones: “Se hacen en base a un conjunto de modelos meteorológicos nacionales e internacionales. Varios especialistas analizan qué está pasando a nivel global y a partir de eso se llega a conclusiones. Los pronósticos son cualitativos, no cuantitativos: determinan qué tan probable es que se supere una categoría —por debajo de lo normal, normal o superior a lo normal—, en función de la estadística promedio”.

Finalmente, la vocera subrayó que lo que muestran los mapas del SMN es la categoría más probable, pero no descartan por completo las otras posibilidades. “Si nada influyera en el clima, la probabilidad sería de 33,3% para cada categoría. Cuando un factor hace que una sea más probable, esa se eleva y las otras bajan. Por ejemplo, en Córdoba hoy la probabilidad de que las temperaturas sean superiores a las normales es del 55%”, explicó.

Cambio climático, La Niña y el Dipolo del Índico: los tres factores que marcarán el trimestre

Los pronósticos estacionales no sirven para anticipar fenómenos meteorológicos puntuales, pero sí permiten comprender si, en términos generales, el trimestre que viene será más cálido o más húmedo que lo habitual. Según explicó Marisol Osman, investigadora del CIMA (UBA–CONICET), estos reportes se integran en un enfoque progresivo que la comunidad científica denomina “Preparados–listos–ya”: los pronósticos a tres meses ayudan a planificar y preparar los sistemas de respuesta, mientras que los de corto plazo —semanales, quincenales o diarios— permiten definir detalles y ejecutar acciones concretas cuando es necesario.

Los factores que influyen en el nuevo pronóstico trimestral del Servicio Meteorológico Nacional son principalmente tres. En primer lugar, las tendencias de cambio climático, que están generando temporadas más cálidas de lo habitual. A esto se suma la posibilidad de que se consolide un evento La Niña, asociado a temperaturas más altas, y la presencia del Dipolo del Océano Índico, un fenómeno actualmente activo que, según investigaciones recientes, también puede favorecer condiciones más cálidas en la primavera argentina.

Respecto del nivel de confianza de estos modelos, Osman señaló que la habilidad estacional para temperatura en Argentina es “moderada”. Las principales fuentes de incertidumbre provienen de la variabilidad interna de la atmósfera, de la evolución de fenómenos como La Niña y el Dipolo, y de los sesgos propios de los modelos. Por eso, aclaró, los pronósticos deben leerse como probabilidades y rangos, no como certezas.

Aun con esas limitaciones, la especialista remarcó que estos informes son valiosos si se los traduce en umbrales de acción. En salud, ayudan a planificar alertas por calor y vigilancia de noches muy cálidas; en energía, a anticipar picos de demanda; en agricultura, a prepararse ante estrés térmico y mayor necesidad hídrica; y en recursos hídricos, a prever evapotranspiración elevada y ajustar la operación de represas. Si el trimestre efectivamente resulta más caluroso, el impacto se sentirá con más fuerza en el Norte, el Litoral y las áreas urbanas densas, con más días y noches calurosas, mayor estrés térmico, riesgos para cultivos y suelos más secos que pueden elevar la amenaza de incendios.

Por último, Osman destacó que la comunidad científica argentina —a través del SMN, las universidades y el CONICET— cumple un rol clave en la región, articulando información y capacidades junto a países vecinos desde el Centro Climático Regional para el Sur de América del Sur. Entre los principales desafíos mencionó consolidar la red de observaciones, mejorar la comunicación del riesgo y diseñar productos climáticos en conjunto con los sectores que los usan.

No solo hay que pensar en el calor

La médica infectóloga UBA, Mónica Foccoli (MN 70.669), explicó que las temperaturas más altas tienen un impacto directo en el ciclo del mosquito Aedes aegypti, transmisor del dengue y la chikungunya. “Las temperaturas siempre influyen en el desarrollo del mosquito adulto. Los huevos depositados por el mosquito hembra pueden resistir cualquier tipo de temperatura, frío o calor, y sobrevivir sin problema. Pero para el desarrollo del mosquito adulto se necesita calor”, señaló.

Según Foccoli, el insecto “está presente hasta que haya por lo menos 20 días seguidos con una temperatura de 15 grados o menos”. Si eso no ocurre, “el mosquito adulto se sigue desarrollando a partir del huevo”. Esto explica, dijo, por qué todavía hay mosquitos en meses tardíos como mayo y por qué vuelven temprano en la primavera.

La especialista subrayó que el cambio climático ha sido determinante en la expansión del dengue en el país. “Hasta el año 2009 solo teníamos dengue en la zona norte, casi centro, pero no en la Ciudad de Buenos Aires. En 2009 es cuando aparecen los primeros casos autóctonos en la capital, y esto se debe al cambio climático: mayor calor, más tiempo de calor, y más desarrollo de los mosquitos que transmiten el dengue”, explicó.

En cuanto a las zonas más vulnerables, Foccoli detalló que “todo lo que esté por arriba del río Colorado puede verse afectado”, mientras que “la Patagonia no, si mantiene su clima frío”. En ese sentido, el noreste argentino se ha convertido desde hace dos años en una zona endémica, “porque tiene virus dengue autóctono a lo largo de todo el año, a diferencia del resto del país que tiene brotes epidémicos solo en épocas de calor”.

Respecto a la prevención, la infectóloga insistió en que las campañas deben empezar en invierno, con el llamado a “descacharrizar”, es decir, eliminar cualquier objeto que acumule agua. “Mientras haya agua estancada, mientras tengamos acúmulo de basura, va a haber lugares donde el mosquito hembra pueda depositar los huevos. Se han encontrado huevos hasta en una tapita de gaseosa con un poco de agua”, advirtió.