Hito: por primera vez, tratan a un paciente con un hígado fabricado en el laboratorio

Le habían dado siete días de vida por una encefalopatía hepática terminal; se lo conectaron a la manera de una máquina de diálisis para suplir la función de su propio órgano y mejoró tanto que incluso pidieron extender la prueba 

25 de junio, 2025 | 00.05

Órganos de repuesto desarrollados a medida del paciente. Parece una idea fantasiosa y audaz, un delirio, pero se está volviendo realidad más rápido de lo que imaginábamos: el primer fin de semana de junio, un hígado cultivado en el laboratorio, alojado en una jarra al lado de la cama del paciente y reemplazando la función de su órgano dañado, mejoró sus parámetros clínicos al punto de permitirle recobrar la conciencia y llevar a su médico a pedir una ampliación de la prueba, que estaba previsto para finalizar a las 48 horas.  

“Aunque oficialmente lo que sucedió no es parte de un protocolo de pruebas clínicas, ya que el paciente no era elegible por su condición extraordinariamente grave, es mucho más de lo que esperábamos –cuenta desde Estados Unidos el investigador argentino Ernesto Resnik, que participa de este programa de la compañía Miromatrix, una spinoff de la Universidad de Minnesota, diseñando los experimentos que habrá que realizar para asegurarse de que esos órganos sean plenamente funcionales–. Estaba con una encefalopatía hepática de grado 3. Hoy está en grado 0 a 1. Cero corresponde a saludable/normal y 1 a que está consciente, puede contestar preguntas. La terapia no solo fue segura, no tuvo efectos adversos, sino que hasta le hizo muy bien”. 

La primera de las soluciones en las que se pensó para reemplazar órganos que ya no funcionan es el transplante de otro humano, pero eso presenta el problema de que no alcanzan los donantes y los receptores requieren inmunosupresión de por vida. En algún momento se pensó en imprimir órganos sintéticos, pero en general no funcionó porque los órganos son más que una estructura. Entonces, se empezó a pensar en cómo reponer la función recuperando la parte dañada con células madre generadas a partir de células adultas, que hoy se sabe cómo retrogradar. Pero surgieron complicaciones, porque cuando se inyectan no necesariamente van al lugar correcto y, cuando eso ocurre, pueden generar un tumor.

La tecnología a la que apuesta Miromatrix consiste en utilizar órganos de animales, “desnudarlos” (quitarles todas las células), dejar solamente la estructura sobre la que éstas se insertan, la matriz extracelular, y repoblarla con células del propio paciente cultivadas en el laboratorio.

En cuanto llega un órgano, lo primero que se hace es someterlo a un proceso de perfusión muy lento con un detergente común (Dodecil Sulfato De Sodio o SDS), que va desuniendo las células de ese ‘andamio’. El órgano llega de un color rojo bermellón, y a los tres días termina blanco, semitransparente. No perdió nada de la morfología, mantiene toda la vascularización, pero está desprovisto de células. Después viene el proceso de ‘recelularización’ con células humanas.

Los investigadores y técnicos de Miromatrix cada semana producen lo que serían órganos de nivel “clínico”; es decir, que superan todas las pruebas de seguridad y funcionamiento, y luego deben mantenerlos en un ambiente controlado. 

“Siempre tenemos preparados uno o dos por si nos llaman de un hospital diciendo que tienen un paciente en el que se podrían probar –explica Resnik–. Como en general son personas que están muy graves, son pocos, pero tenemos que estar listos. Por ejemplo, hace unos días había uno en el que se iba a hacer el primer intento, pero empeoró y enseguida se lo saca de la lista. Este último caso fue igual. El paciente estaba tan mal que no calificaba, le habían dado siete días de vida, lo que ocurrió fue que el médico pidió probarlo igual. Envió un pedido de uso compasivo de emergencia a la FDA y lo aceptaron. Y luego solicitó prolongar a 60 horas el tratamiento porque el paciente mejoró tanto que no lo querían desconectar”.  

Estas primeras pruebas se realizan con el órgano expuesto en un reactor (una jarra) al lado de la cama del paciente. Funciona como si fuera el equivalente de un aparato de diálisis, pero tiene una fecha de vencimiento de alrededor de seis días. 

“Están pensados para mantener vivo a un paciente grave hasta que llegue un órgano para trasplante –agrega el científico–. O para ver si el nuestro lo ayuda a recuperar su propia función hepática. Este paciente en particular mejoró de manera notable. Fue una gran alegría”. 

Los órganos que se llevan a nivel clínico se guardan en frío hasta su fecha de vencimiento. Si no hay oportunidad de probarlos en personas para los usos previstos, se usan para investigación. La meta a mediano plazo es que puedan trasplantarse como los convencionales, y la meta final es producirlos “a medida del paciente” a partir de sus propias células madre

“Mientras se usa como una máquina de diálisis no hay problema de rechazo –explica Resnik–. En el momento en que se incorpora al organismo, tiene la ventaja de que el individuo puede hacer una vida similar a la que le ofrece un trasplante convencional, pero puede producir rechazo. Por eso, nuestra meta a largo plazo es producir órganos que sean trasplantables con células madre del paciente, de modo que no haya rechazo. Pero para eso estamos hablando de años. En este momento, estamos trabajando con el concepto que en inglés llamamos ‘off the shelf [“órganos de la góndola’]”. 

Producir un hígado en el laboratorio tarda entre seis y ocho semanas. Se inicia el proceso de varios cada dos o tres días, y se producen alrededor de unos 50 órganos en simultáneo para que siempre haya algunos disponibles. “Los tenemos listos porque es la única manera de que, en la ventana de seis días que les damos, aparezca un hospital que pida uno y tengamos el tiempo suficiente para llevarlo y colocárselo al paciente”. 

Pero no importa cuan atractiva resulte la idea, por ahora solo puede beneficiarse un grupito minúsculo de personas en estado muy grave: de acuerdo con las normas de la FDA y con la ética de la investigación, si hay otra opción terapéutica, hay que ofrecérsela antes. “Si existe otra posibilidad de tratamiento, no califica para nuestro ensayo –subraya Resnik–. Si está lo suficientemente bien como para esperar un órgano de donante o puede mejorar con los fármacos existentes, tampoco. Solamente son elegibles personas que no pueden recibir un trasplante convencional y ya no responden a ningún tratamiento farmacológico convencional. Por ejemplo, en este caso, el paciente tenía una historia de alcoholismo. Pero se dio lo mejor que podíamos esperar. Ahora todos van a haber visto que funciona y otros centros, cada vez que tengan un paciente con estas características, van a querer probarlo. Tanto para los médicos como para nosotros, es una oportunidad dorada”. 

Además del hígado, los biotecnólogos de Miromatrix están desarrollando un riñón, pero los avances son más lentos, ya que se trata de un órgano más complejo. “El hígado tiene esencialmente dos tipos de células –destaca Resnik–: millones de hepatocitos, que son los que cumplen la función de detoxificación, y células endoteliales [que recubren los vasos sanguíneos]. Eso es lo que armamos. Y funciona. El riñón no solo filtra toxinas para enviar a la orina, sino que recaptura metabolitos, azúcar y sales, todo lo que el cuerpo necesita retener. (Es un órgano fundamental. Por algo evolucionamos con dos de esos... Si se pierda uno, el otro funciona perfectamente bien). Necesitamos unos seis, siete… hasta diez tipos de células diferentes, con lo cual la experimentación se hace más complicada. Ahora estamos experimentando con distinta cantidad de cada uno. En principio, nuestra meta era tener un equivalente en riñón a esto que estamos haciendo con el hígado para fin de año. Nos parece difícil llegar, pero para el año que viene seguramente tendremos el primer prototipo de riñón”. 

Y subraya: “Lo que nos atrajo a todos los que estamos acá es la posibilidad de salvar millones de vidas. El trabajo es bastante incierto, las posibilidades de éxito nunca están aseguradas, pero es algo novedoso, disruptivo y tremendamente importante. No hay conciencia de que todas estas terapias, estas nuevas tecnologías, no son exportables. No vas a poder poner los hígados en un container y llevarlos en un barco a la Argentina. Esto lo tenés que producir sí o sí en tu país, porque si no, no va a estar disponible para tu gente. Lo cual nos lleva a la inversión en ciencia, en mantener un sistema médico de excelencia. Que no es un lujo, porque si no los tenés, no lo vas a poder implementar. Los ricos de los países pobres van a ir a un país en donde todo esto se desarrolle. En la Argentina todavía se puede, pero eliminar la formación científica y médica a la que estamos acostumbrados es de una miopía intelectual increíble…”