Fadi Quran es director de campañas estratégicas de Avaaz, una organización transnacional de Derechos Humanos. Se doctoró en la Universidad de Stanford, California, en Relaciones Internacionales, pero vive en Palestina, en la ciudad de Al Bireh, al norte de Ramallah, en Cisjordania. Su “corazón roto” se traduce en su mirada pero en ningún momento flaquea en la convicción de que “Palestina será libre mientras este vivo”. Diez, veinte, treinta años; el tiempo no se cuenta de manera lineal cuando se ha emprendido una lucha intergeneracional que empezó antes que él y seguirá después.
Para Quran, el alto el fuego es un alivio, por supuesto, pero tampoco confía porque ya hubo un impasse antes en los últimos dos años y se interrumpió arbitrariamente para darle paso a la hambruna intencional sobre el pueblo de Gaza y el genocidio brutal al que el mundo asiste cada vez más movilizado. “Tengo un profundo deseo de intentar entender cómo podemos tomar para siempre la tragedia que se ha desplegado y convertirla en un momento transformador, no solo para Palestina sino también para el mundo entero”, insiste en la esperanza. Esta entrevista se realizó en Roma, en un encuentro de militantes sociales de distintas partes del mundo convocado por la organización europea Democracy hub.
—¿Qué pensás del acuerdo de paz que impulsa Donald Trump?
—Al leer los detalles de la propuesta inicial que Trump hizo después de hablar con Netanyahu, es importante entender que no es un alto el fuego. Es un teatro de alto el fuego. Lo que están intentando hacer es, como la presión global se ha materializado de manera tan poderosa gracias a un movimiento global de personas, es un truco. Un truco de magia. “Miren, tenemos un alto el fuego”. El mundo dice: “Está bien, se detuvo”. Pero en realidad, el colonialismo, el derramamiento de sangre, incluso los bombardeos, vuelven en cuanto se liberan los rehenes y algunos prisioneros políticos palestinos.
Así que no es un alto el fuego lo que proponen. Es colonialismo y guerra continuada.
Las tres cosas que necesitan cambiar en el borrador que presentó Trump —esta es mi opinión— son: que se elimine completamente la anexión de Cisjordania, no esto de que Israel continúe en Gaza y controle el 80% del territorio. Debe permitirnos a los palestinos tener elecciones y gobernarnos a nosotros mismos.
Y la última cosa que debe cambiarse para que el acuerdo tenga éxito es la liberación de todos los rehenes y también la confirmación de que Israel no continuará arrestando palestinos y manteniéndolos en detención arbitraria, porque hay más de 10.000 prisioneros políticos palestinos ahora.
—¿Pensás que manifestar desacuerdos ahora puede cambiar el movimiento que apoya a Palestina en todo el mundo?
—Creo esto es realmente guerra psicológica. Ellos saben que el corazón de toda la humanidad literalmente está doliendo. Cualquiera con un poco de humanidad siente dolor por Gaza. Netanyahu y Trump lo saben. Y saben que cuando algo te duele, en el momento en que alguien te da aunque sea un anestésico, te olvidás un poco del dolor. Este es el tipo de guerra psicológica que están haciendo.
Saben que la humanidad no quiere sentir el dolor de Gaza, así que quieren este acuerdo falso para adormecer a la gente, para que deje de mirar hacia Gaza.
Y pueden tener éxito. Esa es la parte peligrosa. Pero es importante que todos sigamos diciendo: hasta que Palestina sea libre, hasta que el pueblo palestino no esté dominado por Israel o Estados Unidos o cualquier otro actor nefasto, continuaremos protestando, continuaremos actuando.
--Además, es difícil pensar en el día después, con tantas personas heridas, con tanto duelo…
—Es que hay dos tipos de genocidio. Está el genocidio por fuego, que es lo que Israel está haciendo ahora —bombardeos, destrucción y asesinatos—. Y luego está el genocidio por desgaste, que es cuando después de destruir todo en Gaza, hacen tan difícil la reconstrucción que toda la población termina yéndose.
Por eso es importante que el mundo no se olvide de Gaza, incluso si hay un alto el fuego. Necesitamos reconstruir rápidamente. Es realmente ridículo e inaceptable que Israel salga impune después de lo que ha hecho. Incluso si hay un alto el fuego, Netanyahu y todo su gobierno deben ser encarcelados en La Haya. Eso no es negociable.
—Además están los colonos israelíes en Cisjordania que son muy agresivos, ¿Entraría esa situación en el acuerdo de paz?
—Por supuesto que deben ser evacuados, removidos. No puede haber paz mientras un grupo de personas roba y desplaza a otro de sus tierras.
Imaginá a alguien entrando en tu casa y tomando tu dormitorio, luego tu cocina, y después pidiéndote paz. Es como decir: “Quiero paz con vos, pero salí de mi casa primero”.
—También hay otros métodos de este genocidio, como cortar el agua o el hambre de la población. Además de los tipos de discapacidades que producen en muchos cuerpos, el tipo de armas que usaron. ¿Pensás que tiene un propósito en sí mismo?
—Sí. Creo que su primer objetivo es crear una sensación de impotencia.
Hay algo que se llama “indefensión aprendida”, que es lastimar a una persona o a un ser vivo tanto que se terminaría con su reflejo defensivo. Creo que Israel está intentando decir: los palestinos que no logramos matar deben sentirse completamente impotentes. Ese es el objetivo de esto.
Creo que la segunda lógica detrás de esto —y esto es muy delicado de decir—, es que Israel, como gobierno y como Estado, no ha logrado sanar el trauma profundo del pueblo judío que provino del Holocausto. El Estado no lo ha hecho. Al contrario, creo que el Estado de Israel ha utilizado como arma el sufrimiento del pueblo judío.
Cuando convertís el trauma en un arma --vemos lo mismo en hogares donde hay abuso familiar-- el trauma que tenés lo descargás sobre otro pueblo.
Y creo que eso también está ocurriendo: a nivel político quieren que los palestinos se sientan impotentes y dominados, pero también hay una herida interna en muchos en Israel, proveniente del Holocausto, que está siendo usada como violencia contra los palestinos.
—Es un lugar de víctima que cree que alguien tiene que sufrir de manera equivalente por lo que le ha sucedió, como si el castigo reparara la herida. Pero a la vez, no se han juzgado a muchos nazis…
—Sí, es muy problemático. En los últimos diez años he sido activista, aunque participé en diferentes movimientos de liberación desde muy chico, porque crecí en Palestina. Y en cierto punto nos dimos cuenta de que estábamos intentando muchas cosas y que todo seguía en el mismo lugar. ¿Cuántas protestas ha habido en todo el mundo? ¿Cuántas personas han intentado poner fin a la opresión, al autoritarismo y al colonialismo? Y, sin embargo, las cosas no estaban funcionando.
—¿Y entonces? ¿Qué quiere decir eso?
—Decidimos que necesitábamos estudiar y reunirnos con personas que fueron parte de movimientos de liberación, tanto los que tuvieron éxito como los que fracasaron. Fuimos a Vietnam a reunirnos con personas que ahora tienen setenta u ochenta años y que formaron parte del movimiento contra el colonialismo y el imperialismo de Estados Unidos allí. Nos reunimos con líderes argelinos del FLN.
Incluso nos reunimos con movimientos locales que tuvieron un gran impacto, como las Madres de Plaza de Mayo en Argentina.
Y lo que aprendimos es que hay muchísima sabiduría y conocimiento en esas experiencias que no están en los libros de historia, que no están registradas, que solo viven en los corazones y las mentes de las personas.
—La historia fuera de los libros. O en los libros no traducidos. ¿Y qué descubrieron?
—Por ejemplo, en Vietnam, una de las cosas más importantes que hicieron fue educar a los campesinos y a la gente de las zonas rurales, incluso durante el colonialismo francés, sobre lo que significaba ser libres y por qué la independencia de Vietnam era importante. Unieron a la pequeña burguesía, los terratenientes, los campesinos; tenían la política de cómo unir. Y era muy sofisticada, porque los franceses y los estadounidenses siempre trataban de dividirlos.
Aprendimos sobre eso, y también sobre cómo inculcaron motivación, porque eran muy pobres, muchos estaban en la miseria.
—¿Cómo conseguís que una población en una situación tan difícil tenga tanta resiliencia?
—Aprendimos esas lecciones. En África, por ejemplo, aprendimos la importancia de construir la Carta de la Libertad, y lo que significaba tener un documento hecho por el pueblo que expresara los valores por los cuales estaban luchando.
Y fuimos a otras regiones donde vimos que, lamentablemente, no tuvieron éxito, como algunas comunidades indígenas del Amazonas, por ejemplo, cuyas tierras fueron arrebatadas, y otras partes de América Latina y América del Norte, los pueblos nativos norteamericanos. Aprendimos que uno de los errores que cometieron —y ellos mismos nos lo dijeron— fue que ellos, sus abuelos y bisabuelos, se pusieron como objetivo simplemente sobrevivir. Y cuando tu único objetivo es sobrevivir, aceptás que el otro lado siempre será más fuerte.
—Compartimos dos días de debates sobre la tarea de muchos y distintos movimientos sociales y me queda una pregunta sobre la violencia de los Estados y la no violencia de los pueblos. En Argentina, por ejemplo, hacer barricadas para defenderse de los gases o la represión, es considerado violencia. En Bangladesh, en julio de 2024, el levantamiento no violento de los estudiantes dejó dos mil muertes. ¿Cómo se resiste cuando la violencia del poder parece no tener límites, como demuestra Palestina?
—Sí, es una pregunta muy importante, y aquí voy a responderte, digamos, como alguien que ha estudiado distintos movimientos sociales y de liberación -no representando a ninguna organización-, hay una dicotomía interesante que siempre se plantea, y que fue introducida sobre todo por académicos occidentales, diría que por gente como Gene Sharp y otros en Estados Unidos en los últimos 30 o 40 años. Y es como si existiera un blanco y negro: o violencia o no violencia. Pero si estudiás la historia de los movimientos sociales y de liberación, te das cuenta de que no se trata de violencia o no violencia, sino de mantener la superioridad moral.
Hay ciertos actos no violentos que pueden ser muy problemáticos éticamente.
Por ejemplo, convencer a la gente de poner su cuerpo en riesgo, de exponerse a la violencia, pero de una manera que explota su sufrimiento para lograr objetivos mediáticos, porque sabés que el otro lado será violento. Y hay una cuestión ética ahí. Y claro, también hay formas de violencia que son inaceptables.
Así que la verdadera pregunta no debería ser violencia versus no violencia, sino: ¿qué es moral y ético?
—¿Cómo se da esto en Palestina?
—En el contexto de Palestina, Israel construyó un muro, un muro del apartheid, que separa a la gente de sus tierras, empobreciendo de golpe a quienes ya no pueden acceder a sus campos. Si alguien decide ir y volar una parte de ese muro —que es una infraestructura violenta—, ¿es eso violencia? ¿es ético?
—Sólo se estaría intentando acceder a su propia tierra.
—Si estás sitiado, si alguien te asedia —como en el caso del gueto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial— y la gente intenta luchar para salir del gueto, esa lucha tiene un fundamento moral y ético. Por supuesto, hay muchas formas de violencia que son inmorales: si apuntás a civiles inocentes, si usás la violencia solo para descargar tu rabia sin un objetivo estratégico, si dañás a personas que no son responsables del sufrimiento que tenés.
Lo importante es siempre mantener la altura moral y dentro de los países donde existe espacio para actuar, la no violencia es más efectiva.
—También es necesario abrir la imaginación a las estrategias de autodefensa.
—Sí, exactamente. Y de nuevo, existe esta visión y definición de la no violencia como la de Gandhi, pero hay otras formas de no violencia que son estratégicas.
Si construís barricadas en las calles para detener a la policía que quiere lastimarte, o si usás fuegos artificiales como en Georgia, son cosas que pueden parecer violentas, pero no lo son si no dañan a nadie.
—Te escuché decir que las posibilidades, ahora mismo, de que Palestina sea libre y autónoma son de un 3 por ciento según lo que estudiaron ¿Cómo se hace para seguir luchando por posibilidades mínimas?
—La verdad es que nunca ha habido una lucha por la libertad que no haya sido desesperanzada. Si hablás con los sudafricanos—si le hablases a cualquier sudafricano, incluso en los años 80—y le dijeras: “Dentro de 10 años vas a poder votar”, se hubieran reído en tu cara. Si le hablases a cualquier persona del movimiento por el sufragio femenino o del movimiento LGBTQ en los ’30, ’50, ’60, ‘70, y le dijeras que habría mujeres presidentas, o que podrías casarte, o caminar y decirle a la gente que formás parte de esa comunidad… te hubieran llamado loco, ¿sabés? Y sin embargo, ocurrió. Pensar en porcentajes es mirar los escenarios ahora, lo que pasa si no hacemos nada. Si dejamos que el mundo funcione como está funcionando ahora mismo, las probabilidades de que Palestina sea libre son del 3%. Pero si actuamos, la probabilidad del 3% puede convertirse en 100%. Es importante que la gente entienda que si mantenés las cosas constantes, tus posibilidades de libertad —ya sea Palestina u otra causa—son muy, muy bajas. A veces luchás y caminás 10 pasos, y la libertad está a 100 pasos de distancia. Pero si caminás los primeros 10 pasos, quienes vengan después solo necesitarán caminar 90 pasos. Y esa es la parte importante de esto.
—¿Cuál pensás que es el peso de la causa palestina para toda la humanidad ahora mismo?
—Hay dos niveles de los que hablar. Primero quiero decir solo el nivel emocional, Gaza ha dejado una herida en el corazón de la humanidad. Y la gente lo siente, y cuando la gente siente esa herida recuerda todas sus otras heridas. Y recuerdan que si esto se permite en el mundo en que vivimos, las heridas que me pasaron a mí seguirán ocurriendo también en el mundo en que vivimos. Y por eso conmueve a todos. Creo que esa es una de las claves que está creando este movimiento por Palestina.
Y creo que también hay—para muchos movimientos—la comprensión de que si Israel tiene éxito en su genocidio en Palestina, entonces ellos serán los siguientes, porque la tecnología que Israel construye para borrar a los palestinos—usando inteligencia artificial para vigilancia—la venden, sea a Milei o a Trump; la forma en que su policía y sus soldados funcionan en la guerra… luego van y entrenan a la policía en Estados Unidos y a la policía en otros estados fascistas. Drones, etcétera. Así que Israel usa a los palestinos para probar armas de opresión que luego vende a los regímenes fascistas y totalitarios del mundo. Por eso también creo que la gente que se pone del lado de Palestina, aparte de las razones emocionales, también se está defendiendo a sí misma, porque sabe que si Israel tiene éxito, ellos tampoco están a salvo. Por último, cuando la gente lucha para detener el genocidio y por una Palestina libre, están participando 100% en una batalla política contra la supremacía, contra el racismo, contra la dominación colonial global, etcétera. Y según nuestras investigaciones, más de 1.000 millones de personas en todo el mundo se han manifestado muy públicamente en apoyo de Palestina en los últimos dos años, lo cual es más grande que cualquier otra causa en este momento.