Dejó una carrera en diseño para pintar con vino a los 47 años y ahora sus cuadros en homenaje a su Mendoza natal recorren el mundo

A casi sus cincuenta años, dio un volantazo y decidió hacer lo que amaba: pintar. Combinado con su otra pasión, los vinos, encontró que los tintos eran los ideales para sus pinturas. Hoy su arte recorre bodegas, pero también galerías reconocidas de París y en Bruselas.

24 de septiembre, 2025 | 00.05

Martín Rodríguez Río es un artista que decidió mezclar el vino tradicional de su amada Mendoza con su pasión por el dibujo. Entre aciertos y errores, descubrió que puede unir sus dos pasiones en un cuadro, expresando la melancolía y felicidad de sus recuerdos en la provincia. “Elijo los paisajes donde yo me críe. En la semana, vivía en la ciudad y, los viernes, mi padre nos llevaba al campo, a los lagos de San Rafael, o a la finca de mi familia. Esos recuerdos felices que me quedaron los pinto, y son una terapia de sentimientos lindos que me hacen volver a mi esencia”, expresó a El Destape.

Desde muy chico vio a su hermano mayor dibujar, y lo acompañó tirando líneas sin ningún tipo de sentido que, con el tiempo, fueron formando cuadros. Sin embargo, decidió ir por el diseño gráfico, ante el pánico de lo que puede ser la vida del artista. “El futuro está en lo que te gustaba cuando eras chico. Ni siquiera veía el arte cuando me tocó ser adulto, y me aturdí. Si me hubiera tomado el tiempo de pensar en lo que me hacía feliz cuando era niño, hubiera sabido que era la pintura”, se sinceró, aunque sigue sin identificarse como artista.

Recién en 2008, a sus 47 años, decidió que era el momento de hacer lo que amaba. Tras haber tenido tantos contactos con viñedos por su trabajo anterior, fue experimentando hasta usar el vino como su pintura clave y su firma personal. “En realidad, el vino me eligió a mí. Muchos de mis clientes me regalaban los fondos de barrica, que es el vino ultra concentrado que no sirve para beber, pero sí para lograr tintes increíbles. Soy de San Rafael, pero al trabajar en Mendoza Capital, era obligado que iba a terminar haciendo algo con vino. Me gusta mucho la monocromía, y el vino te da esa sensación sepia o rojizo”, contó Martín.

Con mucho tiempo de investigación profunda, y de prueba y error, encontró que los vinos tintos eran los ideales para sus pinturas. Desde Malbec tempranillo, Cabernet Franc hasta Cabernet Savignon, logró conseguir colores oscuros muy puros, que pudo rebajar con vino fresco. En España, lugar donde reside en la actualidad, usa garnacha o crianza, pero sabe que debe seguir investigando para poder agrandar su paleta.

El primer cuadro que hizo con esta técnica fue el Cordón del Plata, en Mendoza, y también denominado “el guardián de la provincia”. “Empecé a investigar, entusiasmado por una clienta y amiga que me insistió en probar. Mis primeras obras fueron para esta clienta, que tenía una bodega. Va a sonar un poco frío, pero me di cuenta de que mi arte le llegaba a las personas cuando empezaron a comprarlas. Me llegaban los elogios de mis pinturas, y me hacía bien escucharlo. Pero tomé consciencia cuando invertían en mis obras. No por la venta, sino porque dije: ‘Miércoles, esta persona lo está comprando para tener colgado en su casa las mismas sensaciones que tenía yo cuando lo pintaba’”, expresó el pintor.

Con el correr de los años, marcó un antecedente en el arte, y sobre todo en la historia local de Mendoza y San Rafael. Entre bodegas y clientes independientes, comenzó a ver cómo ellos también lograban sentir esa sensación linda y pacífica que tenían sus paisajes de la infancia. “Es un sueño cumplido vivir de lo que amo. En la Argentina, tuve mucha suerte. Tenía muchas bodegas que compraban mi arte”, destacó. Su familia lo acompañó en todo momento, sobre todo su esposa, quien, desde el primer día, no dudó en apoyarlo. “Tengo cuatro hijos maravillosos; los tres varones están conmigo en España, y la mujer quedó en la Argentina con su familia. Ellos son todo, mi gran inspiración, con mi esposa. Representan el apoyo incondicional que recibí”, dijo Martín.

Incluso, personajes nacionales e internacionales del nicho comenzaron a reconocerlo y tuvo la posibilidad de mantener contacto con algunos de ellos. Helmut Ditsch fue uno de los que lo impulsó a que dejara todo de lado y se dedicara a la pintura, mientras que Ignacio Gutiérrez Zaldívar lo contactó para que sus cuadros sean parte de su galería personal. Ambos argentinos pudieron reconocer los paisajes que tanto enamoran a los pintores, y lo incentivaron a que él pudiera mantenerse en la pintura. “La Argentina tiene todo, y no lo digo por fanático. Lo que conozco del mundo es hermoso, pero hay algo sanguíneo con mi Mendoza y mi San Rafael que no se compara. Me gustaría pintar mucho la Pampa húmeda. Viví en Pilar por tres años, y guardé lindos recuerdos. También me gusta mucho la tonalidad de colores de la Cordillera de los Andes, en el norte. Es maravilloso, iba todos los inviernos. Algún día lo voy a pintar”, dijo en exclusiva Rodríguez.

Recién en el 2017, hizo un cambio de aires y se mudó a España, específicamente a Barcelona, donde sigue viviendo gracias a su arte. Con el tiempo, comenzó a explotar otros tipos de dibujos, y la pandemia también fue un impulsor de alternativas, donde probó la pintura urbana con espátulas o pinceles cargados. Hoy en día, continúa en la casa de subastas de Estados Unidos, y en galerías reconocidas de París y en Bruselas. “Me gustaría lograr una pasta densa para poder seguir con el vino”, reveló.

La fantasía y los superhéroes llegaron a sus puertas, y lo impulsaron a investigar cómo llevar la adrenalina y los colores de la ficción a la tranquilidad del color del vino. Esa galería que lo había invitado al mundo de la magia por primera vez descubrió que era reconocido en la Argentina por el vino. Ellos fueron los que le insistieron a que fusionara su técnica con los dibujos fantásticos. De esta misma manera, comenzó a probar con las figuras humanas, lo que lo llevó a ampliar aún más su mundo. “Si pinto una figura humana, hay muchas personas que me inspiran en mi vida y a lo largo de la historia. Mi mujer y mis hijos, por ejemplo. Hacía mucho de humanos en óleo. Capaz reproducir alguna de esas obras en vino, estaría bueno”, reflexionó el artista.      

     

Martín Rodríguez Río logró llevar el vino característico de Mendoza en la pintura, e incursionó para encontrar un tinte que lo ayudara a expresar todos los sentimientos que tiene por sus recuerdos. “Ya sea en papel o lienzo, yo no pinto cuando estoy triste, siempre cuando quiero mostrar lo que me hace feliz”, destacó el pintor. Sin embargo, la curiosidad de lo lejos que puede llegar esta bebida como pintura aún no se acabó, y él se sigue incentivando para poder probar diferentes técnicas, dejando la marca argentina en todos sus cuadros.