Los docentes se forman y forman. Durante muchos años se tomó a la profesión como una vocación, una idea que ponía en pie de igualdad al trabajo con el sacerdocio y por el cual debían soportar malas condiciones laborales y poco salario. El último básico de una jornada simple, establecido por el Gobierno nacional, fue de $500.000, lo que deja a los maestros en una situación de “pobreza no indigente”. Es por ello que se registra en los últimos años un hecho insólito: muchos buscan otra fuente de ingreso para poder subsistir.
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Los primeros registros sobre la problemática son del 2019, cuando se conoció que el 14,1% de los docentes tiene otro trabajo. Si bien estos datos no fueron actualizados, consultado por El Destape, Suteba aseguró que la mayoría de los docentes deben tener varios cargos para subsistir, lo que instala a los maestros, en algunos casos, más de 12 horas frente al aula. Sea en el colegio, emprendimiento o bajo dependencia, el multiempleo llegó a los educadores.
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Muchos testimonios de docentes dieron cuenta que la pérdida de poder adquisitivo en sus salarios, sumado a los ajustes que se realizaron desde el Gobierno nacional a la educación pública, los empujaron a buscar otras alternativas en modalidad part time, para continuar con sus cargos pero incrementar el ingreso de alguna forma.
Signos de época
El caso de M.I es un signo de época. Se recibió hace 10 años de maestra jardinera, tiene cuatro hijos, y actualmente está en la preceptoría de un colegio con un sueldo de $490.000 que no le alcanza. M.I decidió que era una buena opción abrir una cuenta de Only Fans.
“Si bien mi marido trabaja, muchas veces hay que sacar préstamos, y así se vive pagando cosas, sacando y pagando”, explica sobre su situación económica, y recuerda que antes de sumarse a la plataforma de contenido erótico había sacado un último préstamo y pensó: “Bueno, invierto en el curso de Only. Fue algo que conversé con mi esposo y, si bien él no estaba de acuerdo, a mí me habían dicho que una conocida hacía 2 millones por mes. Entonces dije de probar, aunque sea un tiempo, al menos salir del lío de las deudas, cobrar mi sueldo limpio y dejarlo”.
Es por eso que invirtió en el curso que hacen para saber cómo manejar la cuenta y que pagó $15.000 pesos. “Para tener un título, más allá de la vocación se le dedica muchas horas. De hecho, mi segunda hija tenía 3 meses cuando empecé a estudiar. También es inversión económica cuando haces las prácticas, las residencias, tenés que comprarte los materiales. Que ganemos tan poco te lleva a decir ‘¿para qué me maté estudiando? Me rompí el alma y no alcanza’”, lamenta.
M.I, como otros, agradece poder vivir en casa de su madre y no tener que pagar un alquiler, pero remarca que la alimentación es la primera que se recorta y se limita. Señala que en su situación “consume más harina porque es lo más económico, en este tiempo subí unos 6 o 7 kilos”.
Por su parte, Romina, de 37 años, limpia casas y pasea perros para aumentar su ingreso mensual. “Hace un año que empecé a trabajar en una escuela privada, soy profesora de geografía”, relata sobre ella y advierte que “es muy complejo tomar horas, y mucho más complejo para los estudiantes que recién arrancan”.
“Para completar el salario, empecé a pasear perros. Se me complica realmente la economía y agradezco que tengo fuerza para trabajar, porque es muy difícil realmente sobrevivir en esta situación”, enfatiza. Romina es joven, tiene aún la fuerza natural de la edad, pero no deja de pensar en aquellos que deben resignarse por los achaques del tiempo y del trabajo en las aulas, y que no pueden (y no deberían) hacer otra cosa.
Otro de los trabajos que hace es limpiar en casas de familia, tiene cuatro desde hace un tiempo y siempre es recomendada. Romina remarca que hay otra problemática que perjudica a casi todos los docentes (y trabajadores en general), y es la distancia que deben movilizarse para poder trabajar. “Salgo de la escuela corriendo a Capital al mediodía, voy corriendo hasta el tren Roca. Tengo que hacer unos malabares tremendos a tiempo”, detalla.
Además, como si fuera poco, al vivir cerca de la cancha de Boca, los días de partido aprovecha para vender comida, bebidas, o los días libres ir a las ferias de barrio con la mercadería que pueda conseguir para revender. “Lamentablemente se va naturalizando, uno tiene que acostumbrarse a trabajar de esta forma, conformarse y resignarse”, concluye.
Mientras los docentes buscan cómo llegar a fin de mes, el Gobierno nacional destaca sus logros como el dólar barato y los pocos puntos de inflación. Pero no hay propuestas superadoras para los docentes y así tener una posición más cómoda, más natural para una persona que se formó y se dedica a formar, que debe llegar descansada al aula para lidiar con muchos jóvenes, para dar lo mejor y que todos, ellos y los estudiantes, tengan la mejor experiencia de aprendizaje. Pero esto no ocurre, y las cuentas no cierran y las deudas no esperan, y así crece lamentablemente el número de docentes que, sin que se les caiga ningún anillo, salen a buscar otro trabajo.
Sin derecho al descanso
Georgina Villafañe es una docente de historia y geografía de Metán, Salta. Da clases en la localidad de El Galpón, y a la noche tiene horas en un bachillerato que se llama "Bachillerato Salteño para Adultos", de Metán. “Trabajo con los colegios de lunes a viernes, salgo a las 6 a.m y vuelvo a las 19 p.m a mi casa. Después casi tres horas más, desde las 21 hasta las 23:40 en otro bachillerato para adultos. Tengo 2 horas para mí, nada más”, remarca.
Villafañe asegura que el sueldo docente “está realmente muy por debajo de lo que sería un sueldo acorde a las funciones”, y explica que gana cerca de $800.000 pesos, pero que en su casa es el único sostén: “Tengo un marido con discapacidad, no puede trabajar porque es casi no vidente, y tengo una nena de seis y una hija de 19 años. Además, vivo con mi mamá, una persona mayor que también tiene quebrada la cadera y no puede caminar hace muchos años”.
La docente afirma que ese ritmo de vida es muy agotador; que se llega agotado a la noche, que se llega agotado al viernes, que se llega agotado a los fines de semana y que se pierde situaciones importantes de la vida por estar todo el día en el colegio. “No pude ver sus primeros pasos de mi hija más chica, tuve que dejarla después de los 6 meses de haber nacido porque no tenía más licencia”, lamentó.
Otra de las consecuencias de dejar su hogar tantas horas es no poder acompañar a su marido, que tiene una dificultad cotidiana muy grande por su problema de ceguera, y le preocupa que le pueda pasar algo en el viaje de ida y vuelta, en medio de las horas interminables para trabajar.
“Ahora con el aumento de la carne y de todo tuvimos que reducir todos los gastos para alimentarnos”, afirma Villafañe y, sin saberlo, está en línea con los otros docentes entrevistados que, de igual forma, deben reducir la comida para priorizar la de los hijos, los padres o el propio alquiler. Esto le pasa a Macarena Molina, docente de Lomas de Zamora, provincia de Buenos Aires.
Con el título de licenciada en Letras, da clases en Fiorito y en otro establecimiento de la zona. “Tengo un cargo, más de 20 módulos y con lo que gano no llego a fin de mes” explica y detalla que tiene un emprendimiento digital “donde se hacen diferentes terapias complementarias, lecturas de tarot, reiki, registros akashicos”.
“Los días sábados doy esas terapias de 9 de la mañana hasta las 14 en un centro de estética, donde alquilo el espacio para poder trabajar, y los fines de semana a la tarde, sábados y domingo, tengo un carro de pochoclos y me pongo en una plaza a vender copos de nieve, mielcitas”, relata.
Macarena es el sostén de su familia, está separada y, si bien el padre de su hijo la ayuda, es ella quien se hace cargo del alquiler, internet, vestimenta y el día a día. La situación económica actual le genera “mucha tristeza e impotencia también”, ya que considera: “Cualquier carrera universitaria lleva tiempo, pero no sólo eso, sino una inversión de todo tipo. Me parece súper injusto y angustiante que las profesionales, no solamente de educación, sino también de salud, ganemos $2,50 siendo que somos personas que estamos formadas”.
Además, lamenta que, para ella, el ocio, el disfrute y el consumo son algo del pasado. “No tengo tiempo para dedicarme a mí, yo era una persona que hacía baile, salía, iba y venía, todo ese tiempo de ocio no lo tengo. Pero, aunque tuviese tiempo o ganas de salir a comer, a tomarme una cerveza o lo que fuera, no lo puedo hacer porque no me alcanza la guita”.