Durante décadas, el rugido feroz de un Tiranousario Rex fue la banda sonora de incontables películas y documentales. Sin embargo, nuevas investigaciones científicas están desafiando esa idea: es muy probable que los dinosaurios no rugieran como en el cine, al menos no como lo imaginamos.
Según los últimos estudios paleontológicos, el sonido que emitían estos gigantes prehistóricos era mucho más profundo, vibrante y estremecedor. Más que oírlo, lo sentirías: un retumbar grave que se propagaba por el suelo y resonaba en el pecho, como una sirena lejana que eriza la piel y avisa que algo inmenso se acerca. Esta teoría se basa en el análisis de fósiles raros, nuevas tecnologías de reconstrucción y el estudio del comportamiento de animales actuales con vínculos evolutivos a los dinosaurios.
Aunque el sonido no fosiliza, los científicos lograron deducir cómo podrían haber sido estas vocalizaciones gracias a estructuras óseas preservadas, particularmente en cráneos y cuellos. Por ejemplo, el Parasaurolophus tubicen, un hadrosaurio herbívoro, poseía una cresta ósea hueca similar a un instrumento de viento, capaz de generar sonidos de baja frecuencia, similares a cantos lúgubres y penetrantes.
La diversidad de los dinosaurios, que dominaron la Tierra durante unos 179 millones de años, sugiere que no existía un solo tipo de sonido. Desde especies diminutas como el Albinykus, de menos de un kilo, hasta colosos como el Patagotitan mayorum, de más de 70 toneladas, cada dinosaurio habría desarrollado su propio lenguaje sonoro. Algunos usaban sus largos cuellos, de hasta 16 metros en los saurópodos, para modular sus sonidos como un trombón natural. Otros contaban con cavidades nasales o craneales que funcionaban como resonadores.
Lo que sí parece claro es que el reino de los dinosaurios no era un mundo en silencio. Aunque la ciencia aún no puede ofrecer una “grabación” exacta, lo que sabemos hasta ahora nos lleva a imaginar un paisaje sonoro completamente distinto al de los rugidos cinematográficos: uno lleno de vibraciones profundas, cantos resonantes y ecos que se perdían entre los árboles del Cretácico.
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Una nueva investigación revela que los dinosaurios ya se estaban extinguiendo mucho antes del impacto del asteroide
Aunque durante décadas se creyó que un asteroide fue el responsable exclusivo de la desaparición de los dinosaurios, un reciente estudio publicado en Nature Communications sugiere que esta extinción masiva ya había comenzado bastante antes. Según los investigadores, el declive de los grandes reptiles habría empezado unos 10 millones de años antes de la caída del meteorito que golpeó lo que hoy es la península de Yucatán, en México.
El estudio liderado por el paleontólogo Fabien Condamine, del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de Francia, analizó en profundidad seis de las familias de dinosaurios más comunes durante el período Cretácico. Estas incluyen grupos icónicos como los tiranosaurios, triceratops y hadrosaurios. “Durante mucho tiempo mostraron una gran diversidad y expansión, pero hace alrededor de 76 millones de años comenzamos a ver un declive abrupto”, explicó Condamine.
Lo que observaron fue un aumento en las tasas de extinción y una caída en la aparición de nuevas especies. Esta tendencia descendente coincidió con una baja significativa en las temperaturas globales: unos 7 grados Celsius menos que el promedio anterior. “El enfriamiento global probablemente representó un reto importante para especies acostumbradas a climas más cálidos”, señaló Phil Currie, coautor del trabajo y paleontólogo de la Universidad de Alberta, en Canadá.
Además del cambio climático, los científicos apuntan a la desaparición de muchos herbívoros como otro factor decisivo. Con menos presas disponibles, los ecosistemas se habrían vuelto más frágiles y vulnerables a efectos en cadena, agravando la pérdida de biodiversidad.
No obstante, los autores aclaran que esto no descarta la importancia del asteroide: su impacto habría sido el golpe final para un mundo de dinosaurios ya debilitado. En total, el equipo analizó más de 1600 fósiles pertenecientes a 247 especies de las familias de dinosaurios más estudiadas, entre ellas los anquilosáuridos, ceratópsidos y dromeosáuridos.