Netflix sumó un nuevo éxito: Pienso en el final, una película que se convirtió poco a poco en uno de los preferidos dentro del inmenso catálogo de la plataforma, al tener una de las combinaciones preferidas de los espectadores: el terror y el misterio.
Dirigida por Charlie Kaufman, la cinta crea una atmósfera profundamente inquietante que deja al espectador atrapado, tratando de descifrar qué está viendo realmente. Basada en la novela homónima de Iain Reid, Pienso en el final no es una película de respuestas fáciles, pero sí una de esas que se quedan rondando la cabeza mucho después de que terminan los créditos.
Final explicado de "Pienso en el final"
Desde el segundo uno, Lucy - o quien creemos que es Lucy - repite una frase que resuena como mantra: "Estoy pensando en terminar con esto". La aparente alusión al fin de una relación amorosa con Jake se convierte, lentamente, en algo más profundo y oscuro. La película construye una narrativa elusiva, cargada de símbolos y pistas que nos hacen dudar de lo que vemos: ¿Quién es Lucy realmente? ¿Por qué su identidad parece fluctuar? ¿Qué papel juega el hombre mayor que limpia una escuela vacía?
A medida que avanza la historia, el relato se vuelve cada vez más introspectivo, hasta que se revela que Lucy no existe. Es, de hecho, una proyección mental de Jake, un hombre atormentado por el aislamiento, la inseguridad y los remordimientos de una vida no vivida. En la novela de Reid - más explícita en algunos aspectos - se aclara que Jake jamás habló con la chica que inspiró a Lucy; la vio una sola vez en un bar cercano a la universidad y desde entonces fantaseó con una relación imposible.
El gran giro de la historia no es solo que Lucy es una ilusión, sino que Jake también es el conserje que aparece en paralelo durante toda la película. Ese hombre mayor, solitario y resignado, es la versión futura del protagonista, una figura que recorre los pasillos del colegio donde trabaja mientras repasa, en su mente, cómo habría sido su vida de haber tomado decisiones distintas. La camisa manchada que Lucy ve en el sótano, el cambio de ropa, las repeticiones en los diálogos: todo apunta a una narrativa fragmentada que sólo cobra sentido cuando aceptamos que el único narrador es Jake. Y que Lucy es su espejo, su ideal, su arrepentimiento.
La secuencia final, un musical teatralizado con Jake recibiendo un supuesto Premio Nobel y cantando sobre deseos no cumplidos, es un broche emocional. No busca lógica, sino catarsis. En esa canción, Jake expone todo lo que soñó: amor, reconocimiento, un lugar en el mundo. Es una despedida poética y desgarradora. En la novela, el cierre es aún más crudo: Jake se suicida y lo que el lector acaba de recorrer no es otra cosa que su diario, un rompecabezas mental que debe ser leído de atrás hacia adelante para entenderlo.